vitoria. Quedaban poco más de 15 segundos para el final del partido cuando Fernando San Emeterio falló un tiro libre que acabó por certificar lo que dos minutos atrás muchos se temían en las gradas del Buesa Arena. El Caja Laboral estaba a punto de dejar escapar una victoria en otro encuentro que tenía prácticamente ganado (66-59) cuando el último cuarto enfilaba su recta final. Dusko Ivanovic, más lacónico que indignado, casi resignado, negaba con la cabeza. El técnico montenegrino se resistía a creer lo que veía. Un Real Madrid sin alma, en continua construcción desde la llegada de Ettore Messina hace más de un año, se marchó finalmente de Vitoria con un triunfo que se le había resistido en sus ocho últimas visitas.
La película se antoja demasiado repetitiva. Aunque luego Ivanovic aseveró en la sala de prensa que su equipo ha sabido hacerse con el triunfo en otros encuentros de final apretado, los datos resultan aterradores. El del sábado no fue ni mucho menos el primer partido que se le escapó al Caja Laboral, un plantel con una solidez anímica bajo sospecha. No hace falta remontarse demasiado en el tiempo para hallar otros duelos -el del Pionir, frente al Prokom en el Buesa...- en los que el cuadro azulgrana ha dejado que el rival de turno enjugue rentas que otros años habrían resultado definitivas. Este curso, sin embargo, no lo son.
Dusko Ivanovic parece no haber dado todavía con la tecla para inocular sus habituales señas de identidad a un equipo que está sufriendo una inacabable transición tras la marcha de Splitter el pasado verano a los Spurs. A pesar de que Stanko Barac -en lo que se refiere a los números- se ha mostrado capaz de cubrir en parte la ausencia del poste brasileño, el dubitativo y desnortado Caja Laboral de la presente campaña se antoja, con mucha diferencia, el proyecto menos apegado a los principios de Ivanovic de cuantos ha dirigido el montenegrino durante sus dos etapas en la capital alavesa.
No se trata sólo de cubrir la vacante de Splitter, un aspecto todavía pendiente en cuanto al liderazgo, sino de otros factores que, bien por la elección de las piezas bien porque los jugadores no acaban de captar el mensaje de su entrenador, convierte al combinado azulgrana en un equipo, por el momento, sin argumentos para discutir con los mejores equipos del continente. Conocida la habilidad de los rectores baskonistas para enderezar proyectos vacilantes y la terquedad de Ivanovic, cualquier mutación y desenlace pueden entrar en los parámetros de lo posible, pero la testaruda realidad también arroja más luces que sombras sobre un equipo que atraviesa la peor racha de resultados de los últimos años.
sin líder claro Le ha salido díscolo el nuevo retoño al entrenador balcánico. En un club que ha sabido reinventarse tras la salida de algunas de las principales figuras de su historia se esperaba que alguien tomara el testigo de Splitter de manera natural, pero por el momento uno de los principales problemas que padece el cuadro azulgrana es precisamente ese, la ausencia de un líder claro. Barac carece de muchas de las cualidades que requieren los jugadores que mandan en el vestuario y sobre el parqué. El pívot croata amasa unos números brutales, pero por carácter y estilo de juego no asume el liderazgo natural del equipo, se queda en una segunda línea de protagonismo donde no está solo. Ahí podría encuadrarse también a Marcelinho, Mirza Teletovic y Fernando San Emeterio.
El brasileño, de nuevo único base puro del plantel, se está mostrando sin embargo bastante intermitente. Cuando tiene el día, brilla y hace brillar; cuando está negado, el equipo padece un desquiciante atasco en las maniobras ofensivas. Teletovic y San Emeterio, perfectos complementos, tampoco encajan en ese perfil. A partir de este asunto, de mucha más relevancia de lo que parece, se ramifican el resto de males que padece un equipo que, por no parecerse a su entrenador, figura como una de las peores defensas en una ACB en la que sólo Joventut, Granada, Power Electronics, Fuenlabrada, Bilbao Basket y CAI Zaragoza han recibido más puntos en las primeras doce jornadas de competición.
Mucho peso tiene en este dubitativo arranque de campeonato el hecho de que las nuevas incorporaciones estén experimentado un proceso de adaptación que se antoja eterno. Logan, Bjelica y Haislip deben aportar mucho más de lo que han ofrecido hasta ahora, y la llegada de Pape Sow le ayudará a Ivanovic, que llevaba meses pidiendo a gritos un cinco de recambio, a equilibrar un poco más la plantilla. Habrá que ver si el montenegrino consigue finalmente meter a su hijo rebelde en vereda.