Vitoria. Hace ya tiempo que las grandes ligas europeas escucharon la última bocina de la temporada, pero todavía el mercado vive estancado tras una presa edificada sobre férreos e inamovibles pilares llamados Barcelona, Real Madrid, Olympiacos, Panathinaikos y CSKA. Los grandes adalides de la opulencia continental se mantienen agazapados, aletargados mientras el resto de equipos -especialmente el propio Baskonia- aguardan a que alguno de ellos se decida a mover la primera pieza en un tablero de ajedrez regado de talonarios y ofertas millonarias. Por el momento, ninguno de los mayores presupuestos de la Euroliga se ha reforzado con alguno de los muchos nombres que se asocian a sus futuras plantillas, algo que está empezando a poner nervioso a más de uno en los despachos de los mejores clubes europeos. En un mundo en el que los ricos perfilan las plantillas a su gusto mientras el resto espera acontecimientos, la rueda no gira hasta que alguien se anima a ponerla en marcha.

Pero los grandes colosos económicos del baloncesto parecen no tener claro hacia donde dar el primer paso. Los motivos son muchos, y muy distintos. En la ACB, el conjunto dirigido por Ettore Messina no quiere caer en los mismos errores de la pasada campaña. Por encima de todo, buscan el factor del que más han carecido este año: el equilibrio. Su único fichaje a día de hoy -aún sin confirmación oficial porque las conversaciones persisten- llegaría directamente desde Tel Aviv en la figura del pívot norteamericano de 28 años D"Or Fischer.

Y eso que el cuadro merengue ya ha limpiado el vestuario con agua y jabón. Jaric, Hansen, Kaukenas, Dasic, Van der Spiegel y Lavrinovic no seguirán en la casa blanca. Tampoco lo hará Louis Bullock, aunque el veterano escolta debe negociar la rescisión de un contrato que le mantiene atado a Madrid hasta 2011. Un tira y afloja que podrá mantener con Juan Carlos Sánchez Lázaro, nuevo -enésimo- director de baloncesto de la entidad madridista. En los próximos días, repescarán a Pablo Aguilar, aunque el destino final del pívot español es incierto, con posible cesión de por medio.

Una operación de la que puede depender el futuro de Garbajosa. Messina no cuenta con él, pero el Madrid no quiere volver a dejarse un puñado de millones en rescisiones. Felipe Reyes renovará a la baja, mientras Sergio Rodríguez sigue sin deshojar la margarita. A estas alturas, lo único que no está en duda es que Florentino Pérez no tendrá problemas en cumplir una vez más los deseos de Messina y llenarle el vestuario de estrellas -¿alguien dijo Pete Mickeal?- dispuestas a mejorar una nefasta temporada.

En Barcelona, la necesidad no es de tan magnas proporciones. Lo que no quiere decir que el nuevo presidente culé, Sandro Rosell, no esté dispuesto a arrancar su legislatura por todo lo alto con una bomba de color blaugrana. Hasta ahora, es segura la marcha de Lubos Barton, probable la de Jordi Trías, Gianluca Basile o incluso el capitán Roger Grimau y viable la de Jaka Lakovic, si Chichi Creus logra imponerse al resto de contendientes en la lucha por Bo McCalebb, eléctrico base del Partizan. El ex baskonista Mickeal, para variar, quiere mejorar su contrato y ganar más dinero, objetivo para el que sigue utilizando su blog como arma de destrucción masiva, pero no parece que el Barça esté dispuesto a deshacerse de él por mucho que el alero norteamericano patalee y filtre ofertas del Madrid, Olympiacos o la NBA. Suenan Jan Vesely -¿qué será de él sin su maestro Vujosevic?- y la joven promesa del Estrella Roja Nemanja Bjelica o el más que probable Rafa Martínez, uno de los cupos más cotizados del mercado, a quien el Power Electronics Valencia ha ofrecido la renovación sin grandes expectativas. El último en unirse a la lista es Kosta Perovic, pretendido también por el Baskonia, que según medios serbios partiría rumbo al Palau en detrimento del Buesa Arena.

la crisis griega En un país rescatado de la hecatombe económica por la Unión Europea, hasta dos iconos deportivos como Olympiacos y Panathinaikos van a tener que apretarse el cinturón a la hora de dibujar sus nuevos lienzos. La eterna guerra de hermanos entre los Angelopoulos y los Giannakopoulos ha estado a punto de culminar peor que la tragedia shakesperiana entre los Montesco y los Capuleto, cuando la final entre ambos equipos se convirtió en lo más parecido a las calles de Fallujah en plena invasión estadounidense. La subida de impuestos afectará especialmente a las grandes estrellas -los jugadores pasarán de abonar un 20% a un 45% a Hacienda- y todo puede pasar en una competición herida de muerte por los continuos incidentes. Estos días, los medios atenienses hierven con rumores y realidades inminentes, especialmente en el bando de El Pireo. Derrotados por el Barcelona en la Final Four y por su eterno y verde rival en la final doméstica, su revolución empieza por el banquillo. Ahora que Panagiotis Giannakis está fuera y Dusan Ivkovic tiene pie y medio dentro, una de las primeras decisiones del Olympiacos ha sido enseñar el camino de salida a Josh Childress.

¿El problema? Los casi seis millones de euros de su sueldo en el que sería su último año de contrato en el pabellón de La Paz y la Amistad. Por su parte, Linas Kleiza, que ha recibido una oferta de los Denver Nuggets, seguirá un año más. Sin embargo, a pesar de que las revueltas callejeras como protesta a la acción gubernamental y la crisis monetaria marcan la pauta en las calles helenas, el Olympiacos está dispuesto a burlarse de la escasez si es para arrebatar al Panathinaikos a uno de sus grandes baluartes, Vassilis Spanoulis, que acaba contrato en el OAKA. Dos millones y medio de euros al año es la oferta que el jugador de 27 años tiene sobre la mesa para decir adiós a Zeljko Obradovic. Después de renovar a Diamantidis y no hacer lo propio con Jasikevicius, en el Panathinaikos se conforman con retener a Nikola Pekovic y otorgar la batuta al veterano timonel Terrell McIntyre, que dice adiós a su hogar en Siena y que también cuenta con ofertas del Unicaja y, para variar, del Olympiacos. Finalmente, con Dusko Vujosevic como el José Mourinho de las canchas, el CSKA ha optado por emular al Madrid de fútbol y sustentar su nuevo proyecto en una estrella para el banquillo antes que cualquier otra cosa. Con el semidios de Belgrado en sus redes, en Moscú podrían iniciar su ansiada renovación en una plantilla llena de viejas glorias.

Así están las cosas a día de hoy en la burguesía del baloncesto europeo, inmóvil a la espera de acontecimientos, obligando al Baskonia a aguardar agazapado. El verano, más que nunca, se presenta sinuoso.