- Enfermera y técnica en los servicios centrales de la AECC, la especialista va a participar en la mesa dedicada a la prevención dentro del II Congreso Euskadi contra el Cáncer que hoy acoge el Palacio Europa. La cita arrancará a las 9.30 horas.

Hoy va a plantear una pregunta muy interesante, si lo saludable es una opción fácil. ¿Usted lo cree?

-La respuesta es que no. Habrá personas que no se lo hayan planteado nunca, porque normalmente ponemos el foco en qué es saludable y qué no. Sabemos lo malo que es fumar y comer productos procesados o lo bueno que es hacer ejercicio. Pero la siguiente pregunta es, ¿en mi día a día me puedo plantear incorporar todos estos hábitos? Y aquí es donde entra en juego el entorno, que tiene un papel muy importante. No solo en un sentido físico, urbano, sino en el cultural y socioeconómico.

¿Algún ejemplo de libro?

-Todas las personas que trabajan sentadas o completamente de pie son sedentarias en su día a día. Pero no por elección, sino porque la labor que desempeñan les obliga a ello. Y al final, tienen que compensar todo el ejercicio físico que no están haciendo en su labor profesional en el resto del tiempo que tienen. Pero si además estas personas se desplazan en transporte rodado y no andando o en bicicleta, ya están perdiendo otra oportunidad. Y si tienen que acumular todo ese ejercicio en las pocas horas libres que les quedan, tienen que estar priorizándolo frente a otro montón de cosas. Y ya no hablo de las tareas del hogar o del cuidado de niños o mayores, sino de tiempo para el ocio. ¿De dónde sacan las energías? No es nada fácil.

Ve el vaso medio vacío.

-Veo que es un vaso que hay que llenar. Por supuesto con decisiones individuales, pero también con políticas públicas que contribuyan a llenarlo. No poniendo toda la responsabilidad en el individuo, sino facilitando que esas opciones sean más fáciles.

En este ámbito, y ya lo ha dejado caer, el dinero juega un papel clave.

-Eso por supuesto. Lo peor para la salud de una persona es ser pobre, y ahí la evidencia científica es rotunda y contundente al respecto. En los barrios más pobres de las ciudades, la esperanza de vida puede reducirse hasta cinco años solo por el hecho de vivir en este tipo de lugares. Hay un estudio concreto de Barcelona sobre mortalidad por frío, por el mal aislamiento de los edificios, y la mortalidad aumenta claramente donde el nivel socioeconómico es más bajo.

La normalización del consumo de alcohol, porque aquí casi todo se celebra con 'potes' y copas, tampoco juega a favor.

-Por supuesto. Cuando una persona se sienta en la terraza de un bar, si quiere tomar algo que no sea dañino para su salud casi tiene que enfrentarse a una tesis doctoral. No hay una opción saludable que te venga a la cabeza muy fácilmente. El grueso de las opciones son o bien alcohólicas o bien con una cantidad de azúcar libre muy alta. Solo con un refresco ya te estás metiendo al cuerpo más de la mitad del azúcar que recomienda la OMS al día. La bebida más saludable sería el agua, pero ¿a quién se le pasa por la cabeza teniendo en cuenta ese factor cultural o cómo está construido el consumo en la hostelería?

Sobre el tabaquismo, que es el principal factor de riesgo para el cáncer, ¿se está haciendo lo suficiente para arrinconar el consumo?

-El del tabaco es un caso muy curioso, porque la decisión de fumar no solo afecta al fumador, sino a las personas que se encuentran alrededor. Y esto tiene que ver con el entorno directo, pero también con los espacios donde se permite fumar. Sabemos, porque no los dice la evidencia científica, que la concentración de nicotina que hay en el ambiente en el 90% de las terrazas de hostelería es perjudicial para las personas, por mucho que estén al aire libre.

Se podría hacer más, entonces.

-Claro. Se podrían ampliar las normativas de espacios libres de humo muchísimo. Ahora mismo estamos abogando por que se extiendan a espacios donde frecuentemente encontramos a niños y niñas. Hablo de parques, playas, espacios deportivos al aire libre, marquesinas de transporte público... Es una cuestión de protección al menor, porque los adultos todavía pueden escoger no estar en determinados espacios, pero los niños ni siquiera pueden decidir.

La otra 'pata' clave en el ámbito de la prevención de la salud sería el de la alimentación. ¿Dónde se está incidiendo desde la AECC?

-Hemos cambiando el enfoque en los centros educativos. Más que ir a decirles a los niños que coman bien, se trata de pensar cuál es la oferta alimentaria que se les está dando. ¿De qué sirve que yo vaya a decirles que tienen que comer fruta si luego salen al recreo y lo que pueden comprar en la cafetería o las máquinas de vending son refrescos azucarados o bollería industrial? ¿Qué tipos de mensajes contradictorios les estamos dando? Y lo mismo sucede con las normativas de lo que se puede llevar al recreo o no. Se puede trabajar mucho más con la comunidad educativa. Estamos dejando a un lado productos muy interesantes como las frutas o los lácteos sin azúcar y los estamos hinchando a bollería industrial, carne procesada y un montón de cosas que no les vienen bien y que además generan malos hábitos. Por ejemplo, en el caso concreto del País Vasco, el tema de las máquinas vending ya está regulado.

Ya que lo menciona, ¿cómo ve desde la distancia la situación de Euskadi en el ámbito de la prevención?

-El País Vasco afortunadamente suele ir a la cabeza en normativas de promoción de la salud, pero todavía hay mucho que hacer. Como ejemplos muy concretos, está la ampliación de los espacios libres de humo, porque en los estadios de fútbol por ejemplo está prohibido fumar en los eventos deportivos, pero sí que está permitido en los culturales, como en el caso de los conciertos. Esto no tiene mucho sentido. Y en las playas tampoco está prohibido fumar. Aparte, hay una oferta muy amplia de ejercicio físico, pero quizá lo que haría falta es llenar ese vacío que hay entre la gente que no se levanta del sofá, que no se mueve nada, y tiene que empezar a andar.

Cuando pase la pandemia, ¿cree que vendrá una epidemia de nuevos casos de cáncer?

-La pandemia nos ha traído cosas buenas y malas, y en la medida en que reflexionemos sobre ello, seremos capaces de aprovechar la experiencia para algo. Una de las cosas buenas que nos ha traído es la visibilización de problemáticas como la salud mental o la soledad no deseada, y esto nos tiene que servir de toque de atención. ¿Y qué cosas malas nos ha traído? Sobre todo, que lo urgente siempre desplaza a lo importante. Y ahora es clave que los programas de cribado se lleven a cabo de una manera muy rigurosa, fomentando la cobertura y la participación de la población. El covid ha paralizado estos programas de detección y en algunos casos hay retrasos de un año.

"Cuando una persona se sienta en un bar, si quiere tomar algo que no sea dañino casi tiene que enfrentarse a una tesis doctoral"

"Una de las cosas malas que nos ha traído la pandemia es que lo urgente siempre desplaza a lo importante"