Enclavado en la zona que mira hacia Trebiño, en el Paseo de Ronda que rodea el Casco Histórico de Peñacerrada, existe un llamativo museo etnográfico, constituido, principalmente, por maquinaria y aperos agrícolas y ganaderos, que se puede visitar gratis y en cualquier momento de las 24 horas de cada día del año. Es el Museo Etnográfico al Aire Libre de Peñacerrada, una instalación con varios espacios hormigonados, protegidos por tejavanas, cuyas paredes son de cristal hasta media altura y la entrada está abierta permanentemente. Unos simples cables, más de adorno que de otra cosa, aíslan la gran 'U' entre el centro de cada edificio y las paredes de cristal, en cuyo interior está el material etnográfico y el centro queda diáfano o solo con algunas piezas para que los visitantes puedan ver y pasear con comodidad.

La iniciativa de crear ese museo al aire libre fue de la Asociación para los Museos Etnográficos de Peñacerrada, una asociación local creada para poner en marcha el proyecto y que también impulsó otras iniciativas, como el museo de arte religioso que acoge la parroquia o el inconcluso Museo del Ámbar. En sus inicios, contó con la ayuda del Ayuntamiento y de la Junta Administrativa, que asumieron con ganas la idea y aportaron los fondos para construir los edificios (los tejadillos, como les llaman) que formarían parte del paseo de ronda que, por aquel entonces, se trataba de llevar a cabo.

Para darle contenido al Museo, los integrantes de la asociación se fueron moviendo, hablando con los vecinos y con gentes de otras localidades, a quienes les planteaban que cedieran para el museo la maquinaria y los aperos que tenían arrinconados y sin uso, ya que la mayoría de ellos se habían quedado anticuados o, sencillamente, sus propietarios habían abandonado la actividad agraria y los objetos o máquinas dormían en las lonjas o en casas deshabitadas, deteriorándose por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento.

De esa manera se fue creando una inmensa colección, que se fue reparando, limpiando, documentando hasta conformar una muestra de gran envergadura repartido por secciones en las diversas tareas agropecuarias: la preparación del terreno, la siembra, los trabajos del cultivo y la recolección de la cosecha. La colección fue creciendo hasta que hace unos años, según se comenta en la localidad, hubo alguna desavenencia entre la asociación y la Junta y el proyecto se quedó en el olvido.

La nueva corporación local, que preside Juan José Betolaza, fue la que tomó el relevo y contando con el apoyo de Félix López López de Ullibarri, hijo de Peñacerrada y jefe de Museos de la Diputación Foral de Álava, se retomó la situación y se reanudó el diálogo con la asociación para que sea ésta quien lo continúe impulsando con el entusiasmo con que lo hizo en sus inicios.

En estos momentos, los edificios se encuentran limpios, ordenados y con la señalética básica instalada. Además de los carteles que hay en la zona, sobre el museo, Peñacerrada y Montaña Alavesa, en cada edificio están los correspondientes con los objetos y maquinaria que se muestra en ellos. A través de esa información se puede contextualizar cómo era la vida rural antaño, cuando la actividad agrícola era más intensa. Además, a través de esas informaciones es muy sencillo localizar dónde están las piezas y para qué servía cada una. El museo, tal y como está concebido en la actualidad, es una impresionante muestra de la maquinaria que se ha utilizado hasta la mecanización de las labores agrarias.

Uno de los aspectos que más llaman la atención son las numerosas adaptaciones que se han realizado en los aperos para que estos fueran más eficaces en sus tareas, según el entender del agricultor de turno. Además, en cada uno de los edificios, están también las herramientas 'de mano' que se utilizaban en cada tarea, muchas de ellas realizadas de forma artesanal.

A través de esa información se puede contextualizar cómo era la vida rural antaño, cuando la actividad agrícola era más intensa