as costumbres crean hábitos y ante la persistencia de la pandemia, que se ha llevado por delante cualquier atisbo de celebración festiva, los gasteiztarras volvieron a elegir la calle Cuchillería como punto en el que esperar que las manecillas del reloj llegaran a las seis de la tarde.

No invitó la mañana a salir de casa con una pertinaz lluvia pasadas las 13.00 horas. Sin embargo, el sol apretó lo suficiente para desterrar a las nubes y convertir las calles del Casco Viejo en un enjambre humano deseoso de celebrar de forma contenida y alternativa lo que hasta hace dos años era la tarde más emotiva y esperada por los gasteiztarras.

Los veladores se convirtieron en el pedazo de suelo más codiciado a mediodía de ayer y quienes lograron hacerse con una mesa y unas silla antes de la hora de comer, defendieron con arrojo esa posición. Solo de esa manera se entiende que un cuarto de hora antes de las seis de la tarde, hubo quien empezó a hincar el diente a su segundo plato del menú en un concurrido local como El 7.

Para esa hora los combinados de alta graduación estaban ya presentes en un buen número de las sillas y mesas que abarrotaban la Kutxi y también las calles paralelas como Pintorería y la renovada Cuesta de San Francisco.

Se palpaba esa emoción por ver cómo avanzaban las manecillas del reloj y se alcanzaba esa hora en la que, hasta 2019, el aldeano de Zalduondo iniciaba su vuelo desde la torre de San Miguel hasta su casa nueva con ventana y balcón de la calle Postas.

Pañuelos al aire

Como si se hubiera producido una quedada a través de las redes sociales, segundos antes de la crítica hora, los pañuelos de cuadros azules y rojos empezaron a ondear de manera unánime a lo largo de toda la Kutxi. A las 18.00 horas una salva de aplausos y los cánticos del célebre pasacalles Celedón, de Mariano San Miguel retumbó por todas las mesas.

Las copas de alzaron al aire, chocaron unas con otras y la alegría se desató entre la multitud de jóvenes que atestaba la calle a esas horas. Los hosteleros velaron, apostados a las puertas de sus locales, para que se cumplieran las estrictas normas sanitarias y al propietario del Bat, al comienzo de la calle, se le pudo ver observando cada detalle de su clientela.

En esos primeros minutos después de las seis de la tarde, a falta de la tradición de contemplar desde la Virgen Blanca el descenso de Celedón, sí que fueron muchos los que optaron por prender descomunales puros y disfrutar de una tarde que se fue oscureciendo con el paso de las horas y de nuevo apareció la amenaza de la lluvia.

Por segundo año hubo que buscar un emplazamiento alternativo desde el que rememorar lo que era la bajada del aldeano más ilustres de Gasteiz, pero en la mente de todos los que atestaron el Casco Vieja, está ya el ansia de volver a la Virgen Blanca el próximo 4 de agosto.

Al llegar a la hora deseada los pañuelos ondearon al viento, se alzaron las copas y retumbaron los acordes del pasacalles Celedón

Después de dos años como lugar alternativo para el 4 de agosto, en la mente de todos estaba poder volver a la Virgen Blanca en 2022