rado universitario, acompañado de uno o dos másters. Saber utilizar de manera correcta y competente las nuevas tecnologías. Habilidades sociales y comunicativas en castellano, inglés, francés y chino. Infinidad de cursos de inserción laboral y de formación de empleo. A veces acompañado de alguna clase de control del estrés y ansiedad tras incontables horas de estudio. Las líneas de los currículum aumentan cada año, pero los resultados no varían. Y es que la preparación que muchos jóvenes realizan está directamente relacionada con los requisitos exigidos por las empresas actualmente, pero, en muchas ocasiones, estos no ofrecen las condiciones o posibilidades esperadas por la juventud.

"Aunque en un primer momento haya miedo de entrar al mercado por falta de preparación, las dificultades vienen a raíz de la falta de oportunidades" por parte de múltiples entidades, explica Leire Abecia, estudiante universitaria de Trabajo Social en Gasteiz. "Las empresas piden una gran preparación y años de experiencia", añade, pero se vuelve algo inviable si no se dan las pertinentes posibilidades a los jóvenes. Algo similar piensa Martina García, que tras terminar el grado en Economía en la Universidad de Sarriko de la UPV/EHU, se aventuró a proseguir sus estudios con un máster de Ciudad y Urbanismo en Barcelona. "Considero que los jóvenes somos conscientes de las pocas ofertas que hay para nuestros perfiles por parte de las empresas, y las que hay tampoco son muy atractivas", explica, y procede a enumerar conceptos que muchos recién graduados, desafortunadamente, conocen de primera mano. "Muchas horas, poco dinero, algunas veces te tratan mal y otras muchas veces para servir cafés o hacer cosas muy básicas". Pero, del mismo modo, también piensa que hay jóvenes que tienen "miedo y respeto a la inserción laboral", sobre todo porque cada vez la exigencia es mayor: "más títulos, más experiencia, más idiomas y más y más", que termina en convertirse en una presión incluso para presentar el currículum por ese miedo al rechazo.

Por otro lado, la dicotomía entre dirigir los estudios y la experiencia hacia un ámbito concreto, en contraste a que "una persona sepa hacer de todo" está presente en la decisión de dar el salto de estudiar a trabajar entre los jóvenes. "Creo que depende del sector", explica Abecia, pero, si se puede "adjudicar el mayor número de posibles tareas" a las mismos trabajadores, se valora más entre las entidades contratantes. García no lo ve del todo claro. "Es una pregunta que me estoy haciendo mucho este último año", afirma. La decisión entre reducir gastos en personal con varios individuos polivalentes selectos o contar con sujetos especializados para mejorar la calidad del producto o servicio de las empresas también deriva en dudas entre los estudiantes sobre cómo enfocar los trascendentales años entre graduarse y comenzar a trabajar. Eso sí, "puedes tener una carrera y tres másters y no tener nada de experiencia, que no conseguirás nada", asegura García. Por ello, junto a "saber venderse", la unión de un "mínimo de especialización" junto a prácticas previas se torna de vital importancia.

Un fenómeno presente en la sociedad, pero tampoco conocido en profundidad entre los estudiantes se denomina "efecto cicatriz". A grandes rasgos, consiste en que, si se comienza en el mercado laboral en un trabajo precario, el riesgo de continuar en las mismas condiciones cinco o diez años después aumenta de forma considerable.

Las gasteiztarras tienen clara cuál es su postura respecto a esta posibilidad. "No quiero acabar trabajando de algo que no me gusta, sea precario y/o no esté relacionado con lo mío, por miedo a atacarme y verme inmersa en un empleo monótono que no me produzca ningún tipo de satisfacción", subraya García, que no cierra las puertas a desplazarse de forma nacional o internacional para encontrar el puesto de trabajo ideal para ella. Asimismo, Abecia califica esta situación como una "fuerte preocupación". "Consideran que los jóvenes nos vamos a acostumbrar a esa precariedad laboral y que nos vamos a acabar conformando con cualquier cosa", indica, por lo que, cuanto más tiempo se trabaje en condiciones similares, "más complicado es cambiarlo".

"Constantes y perseverantes". Dos cualidades que, a juicio de García, son indispensables para encaminar de forma óptima su futuro laboral. "No dejar de insistir en lo que queremos y que realmente nos hagamos valer", añade. Abecia busca un objetivo similar. "Veo necesario que los jóvenes empecemos a reivindicar nuestros derechos y la falta de oportunidades que tenemos", recalca. "Acabamos aceptando puestos de trabajo precarios porque no tenemos más opciones, pero de esa manera es imposible mejorar las condiciones que nos merecemos", concluye. Condiciones que, "junto a una actitud positiva", permitan que los futuros profesionales encuentren su verdadero lugar en el mercado.

Generación con mayores estudios.

En 1992, el 79% de las personas mayores de 35 años carecían de estudios obligatorios. En 2014, solo el 15% de los jóvenes de entre 16 y 34 años no tiene ese mismo nivel formativo, y casi el 30% ha completado estudios superiores.

"Cada vez más se nos está criminalizando en vez de vernos como una inversión a largo plazo"

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