En muy pocos años, el antiguo convento de los Agustinos de Trespuentes se ha logrado configurar como un importante jardín botánico, un espacio para el estudio de centenares de especies de árboles y plantas, pero también para conocer la cultura arquitectónica monacal, para el ocio y para el paseo, muchas veces acompañado por la música o las actuaciones.

Hoy, el jardín botánico de Santa Catalina es uno de los lugares más emblemáticos de Álava. Algo que ya atisbaron el matrimonio Andrés Martínez de Iruña y Mari Sánchez cuando a finales del siglo XIII o principios del XIV encargaron la construcción de una ermita dedicada a Santa Catalina junto a la casa torre que allí existía.

Según recuerda la historia, en 1407 la familia de los Martínez de Iruña abandonó el lugar para trasladarse a Vitoria y fue entonces cuando donaron la propiedad a los Jerónimos, para que levantaran allí un convento, donde la orden permaneció hasta el año 1472.

A partir de ese momento fue habitado por los monjes Agustinos, quienes construyeron la iglesia, el claustro (antiguo patio de armas de la torre) y la sala capitular. Sin embargo, en 1835, los monjes se vieron obligados a abandonar el recinto a causa de las desamortizaciones, y en 1836 fue incendiado en la primera Guerra Carlista por el general Zurbano, permaneciendo en un estado de abandono hasta que fue adquirido en 1999 por el Ayuntamiento de Iruña de Oca y se puso en marcha su destino como jardín botánico y la consolidación de las ruinas para que pudieran ser visitadas.

Tras las primeras actuaciones del Consistorio pronto surgió un colectivo dispuesto a colaborar en la promoción y las actividades de Santa Catalina. Así, en 2009, se creó la Asociación de Amigos del jardín botánico de Santa Catalina, entre cuyos objetivos está el colaborar en las funciones culturales, educativas y promocionales del jardín.

Gracias a su implicación, en la actualidad la asociación desarrolla un programa anual de actividades tanto para niños como para adultos, que incluye talleres, cursos, representaciones o visitas, así como diversas acciones destinadas a la difusión y divulgación del botánico.

Además, este colectivo trata de sensibilizar al público acerca de la conservación de la riqueza del patrimonio cultural y natural del municipio de Iruña de Oca y busca fomentar actitudes de aprecio y respeto por la naturaleza.

Los tesoros del Botánico

Fruto de una cuidada selección y un mantenimiento cuidadoso y riguroso, Santa Catalina da cobijo a multitud de especies botánicas procedentes de muy diferentes zonas climáticas, que se han adaptado al lugar a la perfección.

De esta manera, el paseo por sus cuidados caminos, muchos de ellos seguidos por regatos de agua fresca de manantial, sirve para disfrutar de árboles milenarios, plantas fascinantes o curiosas flores que cambian de apariencia dependiendo de la estación e incluso del día, y que convierten cada visita en una experiencia diferente, viva e inolvidable.

Y es que no es lo mismo ir en invierno que en verano, primavera u otoño. Cada estación tiene su magia, sus colores y formas que conforman este espectacular rincón natural. Plantas suculentas, orquídeas silvestres, gramíneas, vegetación autóctona, arce japonés, hemerocalis, ginkgo biloba, cedro del Himalaya, hiedras, olivos, plantas aromáticas, nenúfares y papiros, iris y un sinfín de especies sirven para encontrar sorpresas en cada mirada.

Una de esas sorpresas está ubicada en las ruinas del convento. Se trata de una importante colección de bonsáis, una muestra permanente, que se suele actualizar, que acoge decenas de especies de árboles en maceta propiedad de los miembros de la Asociación Bonsái Araba y que permite conocer en vivo algunos espléndidos ejemplares de este milenario arte de origen oriental.

Y hasta una vez secos, algunos ejemplares siguen desempeñando su papel. Es el caso de un algarrobo que, durante décadas, adornó la entrada al jardín. Hoy, tras secarse reposa ahora en el interior del botánico convertido en un original y hablador árbol que narra a los visitantes leyendas de este espacio natural y permite depositar en su interior los deseos, anhelos e ilusiones de quienes se acercan a este mágico rincón de Santa Catalina.

El inmenso espacio natural no podía albergar solo árboles o plantas. Y es que gracias a su situación y a su calidad medioambiental, Santa Catalina tiene una presencia permanente de decenas de especies de aves como el pinzón, el petirrojo, el cárabo o el carbonero. Asimismo, aunque más difíciles de ver, en su entorno habita un amplio número de mamíferos como el jabalí, el corzo, la marta o la garduña, animales que evitan la presencia con el ser humano, pero que por las noches recorren los caminos buscando alimentos.

Además, sus laderas acogen multitud de insectos y libélulas, destacando su población de mariposas, potenciada por la plantación de especies hospederas, que permiten avistar en muy poco espacio centenares de individuos de distintas especies. De hecho, el botánico tiene un importante mariposario y muchas actividades tanto infantiles como para adultos.

Y cuando se apaga la luz del día aparecen las estrellas, en noches que son espectaculares. Y es que la Fundación Starlight, una entidad sin ánimo de lucro dedicada a la protección del cielo nocturno, la difusión cultural de la astronomía y el desarrollo económico sostenible local a través del astroturismo, ha creado un sistema de certificación mediante el cual se acreditan aquellos espacios que poseen una excelente calidad de cielo y que representan un ejemplo de protección y conservación. Es decir, que sirven para realizar un turismo de estrellas.

Desde el año 2015, el jardín botánico de Santa Catalina luce la distinción de Parque Estelar por parte de la Fundación Starlight. Por ello el jardín tiene habilitada una zona especialmente destinada a la observación del cielo nocturno y en su programación anual se incluyen tanto observaciones astronómicas como jornadas didácticas con la instalación de un planetario full domme.

El jardín abre de lunes a viernes de 11.00 a 15.00 horas y los sábados y domingos de 10.00 a 20.00 horas.

Además, tras la modificación de la normativa para la lucha contra la pandemia realizada por el Gobierno Vasco, el jardín botánico de Santa Catalina ha reactivado el servicio de visitas guiadas. Esta oferta permite a los grupos que la contraten conocer el espacio natural en una visita de aproximadamente hora y media en la que un guía explica los detalles tanto de la botánica como de la historia del enclave.

Guía inclusivo

Todas las visitas se realizarán en grupos de como máximo 20 personas cumpliendo todas las disposiciones establecidas para evitar el posible contagio de los participantes. Como novedad este año, el Ayuntamiento de Iruña de Oca ha incorporado un guía inclusivo, Yosu Vázquez, que facilita el recorrido por la mayoría de los espacios a personas con dificultades de movilidad con una singular silla.

Otras personas preferirán acudir a las actividades que se suelen organizar. Hace unos días era el tango y una pareja quienes mostraban la riqueza y sensualidad de este baile. Y este mes de julio se experimenta con una nueva iniciativa, la música clásica que será la protagonista de los sonidos en el botánico los días 11 y 18. Se trata de la primera ocasión en la que el jardín ofrece un espectáculo de este tipo y para ello ha contado con músicos de reconocido prestigio, que desempeñan su actividad profesional en diferentes agrupaciones del País Vasco así como en sus conservatorios de música.

En cada jornada, un músico se ubicará en una zona del jardín e interpretará distintas piezas, además de explicar a los visitantes las características y peculiaridades de su instrumento. Para acabar la jornada de música, se unirán en la iglesia del botánico para ofrecer un miniconcierto.

Para el domingo 11 se ha previsto Triosonatas para flauta, violín y bajo continuo con la participación de Alfredo Ardanaz al violín, Alberto Itoiz con la flauta travesera, Nuria Nieto con el violonchelo y Pedro Rodríguez con el clavecín. Interpretarán piezas de Haendel, W. F. Bach y Telemann. Y para el día 18 habrá Música francesa para flauta, viola y arpa con la participación de Alberto Itoiz en la flauta travesera, Marion Desjacques con el arpa y Carlos Seco con la viola. Interpretarán a Claude Debussy y Ladislas Rohozinski. l