l batacazo económico al que la pandemia del coronavirus ha abocado al turismo ya no tiene vuelta atrás. Anuladas las reservas primaverales y con pérdidas del 70%, los alojamientos dan por perdido el año, incluso si consiguen facturar en verano. No obstante, en Álava, hay un subsector, el del turismo rural, que no se resiste a ver la luz al final del túnel y que espera comenzar a hacer caja a principios de julio, siempre que el retroceso del virus permita la movilidad de las personas. Y es que, a pesar de que los agroturismos y las casas rurales ya pueden abrir sus puertas a los clientes en esta fase 1 del confinamiento, el 90% de los establecimientos sigue cerrado por falta de reservas. “Seguimos haciendo cancelaciones”, señala Idoia Ezkurdia, gerente de Nekatur, la asociación que engloba a muchos de los alojamientos en Euskadi.

La “confusión” en esta primera fase de la desescalada lleva a la “injusticia”, detalla Joseba de forma nítida desde su casa rural de Pobes. “Legalmente estoy abierto, pero las autoridades me limitan a no tener clientes si no se puede salir del municipio; restringir la movilidad, de facto, es clientela cero”. Su intención es abrir este fin de semana con mascarillas, guantes, geles y todas las medidas higiénico sanitarias de las que ha hecho acopio, pero sin reservas porque “una persona puede salir de su municipio para visitar a un familiar, pero no para dormir en una casa rural”. No le ve mucho sentido. Más en su negocio que, además de dos apartamentos de dos llaves de categoría, oferta turismo activo de observación y fotografía de fauna salvaje, en concreto de águilas. “El observatorio está en mitad del monte y sólo entra una persona cada vez, persona a la que yo subo en un todoterreno que me permite mantener una distancia de metros. Sin embargo, en Logroño o en Pamplona, este tipo de turismo activo está abierto y pueden hacer hasta grupos de diez personas… Estoy un poco mosca”, confiesa.

Así que Joseba espera con anhelo el final de las restricciones a la movilidad y la llegada de la temporada de verano. “Desde Nekatur nos han dicho que, probablemente, vamos a ser los primeros en salir de la crisis dentro del sector del turismo”. La fortaleza del turismo rural está precisamente en ofrecer alojamientos de pequeño tamaño sin aglomeraciones en un entorno rural nada masificado. “Ni mucho menos vamos a llegar a los datos de ocupación de otros años”, apunta Idoia. Aun así, reconoce que el turismo rural, por su especificidad, puede resultar más atractivo para los visitantes que las vacaciones en playas y ciudades de gran tamaño en esta era de covid-19. Además, “el turismo extranjero va a ser cero, ya que, aunque abran las fronteras, que lo dudo, la marca España está, ya no dañada, sino arrastrada; al menos es lo que se piensa en el sector”, opina Joseba para quien el turismo rural está mejor posicionado de partida. “En toda Añana habrá habido 25 o 30 casos de covid-19 y hablamos de casi la mitad de Álava en extensión… sin fuera yo, no me iría a Benidorm”.

En su alojamiento rural de Murua, Nuria, Pilar, Jabi y Txema venden “naturaleza y cercanía a Vitoria” en pleno parque natural Gorbeia. Guikuri sí que abrió el lunes sus puertas coincidiendo con el inicio de la fase 1 de la desescalada, pero sin clientes. Explica Nuria que para esta semana sólo tienen una reserva y, pese a que da mayo y junio prácticamente por perdidos, espera que su alojamiento rural empiece a funcionar con normalidad a principios de julio. Las 13 plazas que oferta distribuidas en cuatro casas individuales e independientes levantadas en el jardín y sin espacios comunes son su “fortaleza” en estos tiempos de crisis sanitaria. “Creo que este verano la gente sí que se decantará más por un entorno rural tranquilo y no masificado”, asiente Nuria. Aun así, ve complicado salvar el año. “Date cuenta de que en Álava la época fuerte es la primavera y ya ha pasado. En cuanto empieza a hacer buen tiempo, la gente se va a la playa”, señala. Por eso, con la vista puesta en el verano ya ha introducido en Guikuri las medidas de seguridad e higiene contra el virus que dicta el protocolo. “Básicamente hemos retirado las alfombras y demás elementos ornamentales dejando las viviendas lo más asépticas posible”, indica, además de la desinfección extra de toallas, sábanas…

Informándose sobre las medidas de desinfección que tienen que adoptar pillamos precisamente a Txefe. Así que, mientras mantiene una videoconferencia con los responsables de Nekatur, nos atiende su mujer Juani. Ambos regentan el agroturismo Atxarmin de Elosu, un paraje envidiable, ubicado frente al pantano, que tanto atrae a madrileños y catalanes, pero también a andaluces, valencianos e incluso canarios, clientes todos ellos que los anfitriones esperan con ganas para julio, agosto y septiembre.

“Ilusión por trabajar tenemos y también alguna reserva hecha, pero no nos vamos a engañar, mientras la pandemia no remita y la gente no se pueda desplazar…”, reconoce Juani con las puertas de su establecimiento cerradas todavía. “Podemos abrir pero, claro, si no se puede salir del municipio, ¿quién va a venir a dormir aquí, vecinos de Leguatiano o de Urbina?”, se pregunta. “No tiene ningún sentido”, apostilla. “Ya hemos tenido algo de ocupación con trabajadores del polígono de Gojain, pero cinco días sólo”.

Juani comparte la idea de que en el actual clima de incertidumbre, el turismo rural posee una fortaleza que no tiene el turismo de playa, pero “la gente tiene mucho miedo todavía a salir de casa”, puntualiza, así que prefiere “vivir al día” y no hacerse demasiadas ilusiones. “Hemos tenido vacas gordas y ahora nos tocan las vacas flacas. Pues, bueno, no pasa nada”, se consuela, dispuesta a dedicar su tiempo a descansar, pintar y ornamentar el agroturismo si el libro de reservas continúa en blanco. El agroturismo dispone de cinco habitaciones y dos apartamentos anexos, pero con entrada individual que, sin coronavirus a la vista, ya estarían posiblemente ocupados. El turismo rural es el modo de vida de este matrimonio y, aunque su fortaleza está en ofertar espacios pequeños en un entorno rural en el que es fácil mantener las distancias, confiesa Juani que el año va a ser “desastroso” porque ya han perdido el puente de San José, “que estaba lleno”, Semana Santa, el 1 de mayo… y eventos como el Azkena Rock, la feria de herramienta, el triatlón, el Festival de Jazz y el campeonato de piraguas, entre otros eventos que habitualmente ocupaban su casa rural. “Los apartamentos se reservarán fácilmente porque tienen entrada propia, pero las habitaciones…”, duda Juani, que ya da por perdido el servicio de alquiler de piraguas para navegar por el pantano. “No creo que podamos abrirlo este verano”, desconfía.

Caso bien distinto es el de Rosario y su marido. A ellos la pandemia les ha destrozado en lo personal. El fallecimiento de un ser allegado ha hecho que el miedo al virus mantenga cerrado su establecimiento de Tuyo. Su preocupación principal no pasa ahora por centrar sus esfuerzos en un negocio del que, a punto de jubilarse, tampoco dependen económicamente y que mantienen más porque, agricultores de siempre, les gusta. Tampoco es que hayan recibido muchas reservas. “No ha llamado nadie, salvo trabajadores a los que hemos dado alojamiento dos días”. Reconoce Rosario que no es lo mismo su caso que el de una persona que se “haya metido hasta las orejas” en el negocio. “Llevo 19 años y, por comodidad mía, lo que quiero es alquilar las cinco habitaciones de la casa a un solo grupo o familia”. Precisamente, esa posibilidad de reservar la vivienda completa es ahora más que nunca un hándicap para los turistas, ya que no les obliga a mezclase con otros clientes.

Una idea que comparte Rosario, aunque puntualiza que esto también depende de cómo sean los visitantes: “si no son mucho de monte, luego se van a Bilbao, Vitoria o Donostia a pasar el día”. En cualquier caso, prefiere no vaticinar sobre el futuro: “esto es algo nuevo, una guerra sin bombas y se me escapa cómo va a afectar al turismo rural”, indica antes de añadir que el sector ha crecido y cambiado mucho los últimos años. “Cuando yo abrí hace 19 años estábamos la mitad de casas rurales que ahora”, cifra.

La positiva evolución del turismo rural alavés de los últimos años se ha visto frenada por la pandemia de covid-19 y desde Nekatur ya dan por perdidos los meses de mayo y junio. “Los dueños de los establecimientos quieren empezar a trabajar, pero no lo van a hacer a corto plazo sino de cara al verano”. La mayor parte abrirá sólo servicios de alojamiento y restauración y, en función de cómo evolucione la normativa, irá sumando otras ofertas de ocio y turismo activo. “Esperamos salvar la campaña de verano, pero a día de hoy es imposible hacer previsiones sobre el porcentaje de ocupación que vamos a tener, ya que va a depender de cómo vayamos recuperando la movilidad”.

Su fortaleza reside en ofrecer alojamientos de pequeño tamaño en entornos nada masificados. Aun así, “para atraer clientes necesitamos que se restablezca la movilidad de las personas, primero dentro de Euskadi y después a nivel nacional”, puntualiza. Y a pesar de ello, la gerente de Nekatur opina que se va a resentir la demanda. Por un lado, por el miedo al virus y, por otro, porque la crisis económica va a obligar a muchas familias a apretarse el cinturón y reducir sus gastos en ocio. “El año pasado para estas fechas ya tenía cubierto el 50% del verano. O llegan las reservas de golpe o la situación pinta mal”, sostiene Joseba.

Así que, de momento, la incertidumbre acecha también al turismo rural en Álava, asustado también por el gasto que los propietarios de los negocios van a tener para poder cumplir el estricto protocolo de medidas a adoptar para garantizar la seguridad de trabajadores y clientes y la higiene, ahora más exhaustiva que nunca, de sus establecimientos.

“Este verano la gente se decantará por un entorno rural tranquilo”

Murua

“Restringir la movilidad, de facto, es clientela cero”

Pobes

“Ilusión por trabajar y reservas tenemos, pero no nos vamos a engañar”

Elosu

Con el protocolo en la mano

El sector cree que “las medidas de higiene y desinfección han llegado para quedarse”

- Mientras se abastece de mascarillas, guantes y gel, Joseba avanza que se instaurarán igual que los controles en los aeropuertos tras los atentados de las torres gemelas

Protocolo en mano, agroturismos y casas rurales de Álava hacen acopio de mascarillas, guantes y gel hidroalcohólico; retiran alfombras, felpudos, mantas adicionales y objetos decorativos de las habitaciones; desinfectan las instalaciones y lavan a 60 grados sábanas y toallas e incluso utilizan ozono. Además, colocan en los baños de uso común cubos con tapa y pedal e incluso grifos automáticos sin pulsador. Y eliminan de los comedores las cartas del menú que pasan de mano en mano. Son parte de las medidas para evitar contagios por coronavirus entre los clientes publicadas por el instituto para la calidad turística española (ICTE).

El manual regula hasta el más mínimo detalle haciendo hincapié en la limpieza y desinfección, sobre todo, entre una reserva y otra. Y en la necesidad de fijar unos aforos máximos y controles de acceso en caso de que el establecimiento disponga de zonas comunes, de recreo infantil, piscinas o gimnasio y spa. Medidas que para Joseba, regente de una casa rural en Pobes, han venido para quedarse. Desde su alojamiento Elai Etxea, piensa que, al igual que se intensificaron los controles en los aeropuertos tras los atentados de las torres gemelas de Nueva York, estas medidas de higiene y desinfección se van a instaurar como obligatorias después de la pandemia del coronavirus.

70%

Anuladas las reservas primaverales y con este volumen de pérdidas, los alojamientos rurales dan ya por perdido este año 2020.