Aunque Vitoria carece de una marca comercial propia, hace ya tiempo que en la geografía sentimental de la ciudad se encuentra señalada en rojo la ruta por sus comercios más antiguos, aquellos que han conquistado el corazón de los gasteiztarras generación tras generación, convertidos hoy tras el paso de los años en el mejor escaparate de la vida comercial de estas tierras. En la mayoría de los casos se trata de locales centenarios, que invitan a viajar al pasado, con oficios a punto de desaparecer y con una decoración claramente identificativa que los aleja de la uniformidad de la zona de compras de otras urbes, cada vez más llenas de franquicias. Y, pese a ello, cada vez quedan menos. Según el registro de la mayor asociación de comerciantes de Vitoria Gasteiz On tan sólo sobreviven en la capital alavesa menos de una veintena de empresas donde hoy en día es posible hacer las compras donde las hacían nuestros abuelos.

La mayoría de sus propietarios ha sabido mantener la esencia de sus orígenes, con productos de calidad y todos ellos comparten una tradición familiar, que ha ido traspasando el negocio generación tras generación, pero que en la actualidad lamentan no poder hacer lo mismo con sus hijos. “La principal dificultad del comercio familiar es la continuidad. Antiguamente parecía que los hijos estaban predestinados a heredar el negocio y hoy no es así”, explica Kepa Mendia, propietario de la emblemática Mendia Óptica, un negocio que forma parte ya del paisaje de la Virgen Blanca, lugar en el que permanece desde 1856 y de los pocos centenarios que quedan en la plaza. La otra amenaza, a juicio de Mendia, es la actual normativa fiscal que “mete en el saco” a las grandes empresas con las pequeñas. “Si a la sociedad le interesa mantener los comercios, no basta con dar subvenciones, sino con una fiscalidad acorde al tamaño del negocio porque no nos podemos comparar con las grandes, por ejemplo, en temas de impuestos”, reivindica el dueño de este negocio fundado por su tatarabuelo Román. “Antes teníamos un bazar en La Puebla de Arganzón y ya mi bisabuelo Quintín fue el que vino a Vitoria para instalarse aquí. A él le siguió mi abuelo Pedro, que en 1930 iba vendiendo de pueblo en pueblo y luego mi padre José María”, relata Mendia, propietario de esta mítica óptica, a la que en los 60 su padre sometió a una profunda reforma. “Yo también hice obra para habilitar la parte de arriba para las lentillas”, añade este profesional. Lo único que no ha cambiado en todos estos años es la atención personalizada para poder lucir en su rótulo granate que llevan abiertos desde 1856.

Buena parte del resto de tiendas centenarias que quedan en Vitoria se concentra en las arterias comerciales que en su día fueron pioneras en hacer del vender su oficio en la ciudad, como el Casco Viejo. Un ejemplo claro se ve en la calle San Francisco, donde a la altura del número 1 está la relojería más antigua de la capital alavesa. Relojes y Joyas Javier Mendoza, reza el rótulo de este local fundado en 1880, que aún tiene marcos de madera en sus ventanales. Por allí, han pasado cuatro generaciones y tiene asegurada la quinta, con Nagore, la hija de Javier González de Mendoza, propietario de este histórico local. “El fundador fue un tío de mi bisabuelo, Juan González de Mendoza, que era librero y no sé por qué motivo decidió cambiar los libros por los relojes”, explica con gracia este profesional. Luego estuvo al frente su bisabuelo Francisco. Después, el abuelo Ángel, y el padre de Javier, que también se llamaba Ángel. “Cuando estaban mi padre y mi abuelo (ambos se llamaban Ángel) había una mercería enfrente que se llamaba Ángel Valle y por eso entonces se decía que dos ángeles custodiaban la entrada de la calle, vigilados de cerca además por San Pedro, por la escultura del santo que hay en el templo dedicado en su honor en pleno Casco Viejo”, recuerda con una sonrisa González de Mendoza. “Mi abuelo, que pese a que era un tipo serio, escribía artículos de humor en el periódico local y hacía tertulias con el alcalde Lejarreta, venía a la tienda a merendar y hablaban de política”, agrega este hombre al que se nota que le gusta su oficio, habla de la “debilidad” que sienten por los relojes automáticos y de bolsillo o del “entrañable sonido” de los relojes de pared. Sorprende esas descripciones para un objeto que ellos cuidan con mimo, casi como fueran personas. “No tengo ni idea cuál es la clave para mantenerse tantos años. Yo creo que una de las cosas es hacerlo bien para atraer y fidelizar clientes. Aquí arreglamos todo lo que haga falta”, explica con humildad González de Mendoza, de 69 años. Lo cuenta de forma cercana, tal y como lo hace su servicio de atención al cliente, una de las claves para sobrevivir estos 136 años, junto con su taller, especializado en el arreglo de casi todas las marcas de relojes que hay en el mercado, determinante para diferenciarse en la ciudad y para no temer a las franquicias. “Ahora mismo tengo overbooking porque quedamos tres o cuatro relojeros en Vitoria. Y pronto los que hay, se jubilarán. Este oficio está desapareciendo, aunque la joyería también se está acabando. No hay demanda”.

A escasos metros de la relojería más antigua de Vitoria se encuentra la botica más veterana, Farmacia Puente, todo un ejemplo de cómo un negocio centenario ha sobrepasado el umbral del siglo de vida comercial adaptándose a los nuevos tiempos, ya que además de despachar medicamentos, también hace modernos análisis genéticos, entre otros muchos servicios. Se fundó en 1826 en la calle San Francisco número 2 y de la cuesta no se ha mudado desde entonces. Eso sí, pese a que las reformas también han sido inevitables, sus clientes todavía pueden deleitarse con la antigüedad de esta tienda, ya que en su interior se conservan tanto los distinguidos arcos tras su mostrador, en los que se exponen tarros antiguos, como el fresco de su techo. Una verdadera obra de arte que hoy en día es una excepción. En estos más de 190 años de historia siete generaciones de farmacéuticos han pasado por la misma, si bien con dos familias distintas. La primera fueron los Fernández de Arellano, con tres generaciones hasta 1911. Su actual titular es Íñigo Puente, quien aún no puede asegurar si el negocio tendrá relevo generacional, ya que, aunque tiene cuatro hijos, todavía es pronto para asegurarlo porque el mayor de sus vástagos tan sólo tiene 11 años, “así que todavía no sé si el día de mañana estudiarán Farmacia”, añade este amable farmacéutico. El gasto a través de copagos o los cada vez más numerosos productos de venta libre, como las cremas, como señala, son sus amenazas actuales que las afronta, gracias al santo y seña de su negocio. “Estamos muy actualizados y damos un servicio de atención al cliente de cercanía”, precisa Puente.

También en la calle San Francisco, sólo que en el número 5, se encuentra desde sus inicios en 1907 otra tienda centenaria de Vitoria, Katxarritos Jáuregui, donde se puede encontrar ferretería, iluminación y todos los productos relacionados con el hogar. “Mi abuelo, Juan Fernández de Jáuregui, era de Betoño y tenía unos familiares que hacían utensilios de barro, como tinajas y cazuelas, que entonces empleaba mucho la gente cuando se mataba el cerdo, para guardar la manteca, por ejemplo, así que montó el negocio en Vitoria para vender ese tipo de menaje”, explica Marta Estíbaliz Fernández de Jáuregui, la tercera generación que lleva este negocio, regentado con anterioridad por su padre, Félix.

Lejos de la imagen gris y desfasada que podría denotarse de un comercio centenario, el colorido es la seña de distinción de este negocio, gracias a su logo, formado por una tetera, sobre un fondo multicolor, que se observa, en grande, colgado en la pared, a la izquierda de su puerta principal de entrada. “La tienda está modernita y eso que la última obra la hicimos hace 40 años, pero si ahora me plantearía otra reforma, me tendría que cambiar de sitio por otro más grande”, afirma Fernández de Jáuregui. No en vano, en la tienda tienen más de un millón de referencias. Entre ellos, los más exitosos, las sartenes y todo lo que tenga que ver con el menaje en general, como vajillas, cubiertos, ollas a presión... O los productos de barro, que originaron la tienda. “Se siguen vendiendo cazuelas de barro, pero como en inducción no puedes ponerlas, van destinadas a cocinas de butano, hostelería o sociedades gastronómicas”, matiza Fernández de Jáuregui, quien piensa que no sólo las franquicias o las tiendas de productos orientales son sus principales rivales. “Hoy todo es competencia, incluso los periódicos, que tienen tienda de productos, y los bancos, que regalan ollas”. De ahí que estar al día de todo lo que se cuece en su sector sea crucial para enfrentarse al paso de los años. “Renovamos mucho el producto y voy a ferias, como a Milán y Francfort para estar al día de todo”, además de estar presentes en un blog y redes sociales, como Facebook.

Fernández de Jáuregui, que lleva ya la friolera de dos décadas al frente de este negocio, no piensa en el relevo generacional, porque, aunque no tiene hijos que se pudieran hacer cargo del negocio en el futuro, como dice, a sus 43 años “aún me quedan como unos 20 años para jubilarme”.

Otro negocio familiar de toda la vida de la almendra, ubicado en la calle Cuchillería, 14 es Victofer conservas artesanas, fundado en 1922. Víctor Fernández Amatriain, nacido en la localidad navarra de Carcar, heredó este negocio de sus padres, del que se hizo cargo junto a su mujer, Soledad Rey. Actualmente, Sergio Fernández Rey es el propietario -junto a sus hermanas, Beatriz y Estitxu- de esta tienda de exquisiteces de la calle Cuchillería. Son la tercera generación que lleva las riendas de este negocio. “Mi abuela, Beatriz Amatriain, fue la fundadora de este negocio que instaló en Vitoria al poco de venir de Carcar (Navarra) para ganarse la vida en un negocio dentro del sector que más conocía”, precisa Fernández.

permanente actualización Aunque desde sus inicios la tienda ha estado en la Cuchillería, ya no están en las antiguas instalaciones. “Nos cambiamos a cinco metros de la anterior por temas sanitarios y porque necesitábamos un local más grande”, relata este joven en alusión a este local al que es mejor acudir sin hambre. Espárragos navarros, corazones de alcachofa, los mejores aceites, txakolis, vinos... “El secreto para sobrevivir es la especialización del negocio y mantener la calidad, el servicio y la atención al cliente”, precisa Fernández. De ahí que estén en continua evolución siempre, “viendo por dónde van tirando porque los gustos de la gente cambian y hay que amoldarse a la gente porque vivimos de ellos”. Pero, eso sí, como recalca este joven profesional, siempre intentando mantener la “tradición y el negocio, por eso no realizamos grandes cambios”. Ello ha hecho que personajes famosos no quieran perderse la visita de este negocio histórico, como dan cuenta las fotos con actrices como Beatriz Carvajal y su hija, humoristas, como Josema Yuste y deportistas como Fernando Romay o Jordi Villacampa, sentado éste “en su rincón favorito, el txoko”, en la parte trasera del local.

También están en redes sociales, como Facebook y disponen de una página web, que tiene hasta tienda on line. Para el relevo generacional, “aún les queda bastante”, dada la juventud de los Fernández Rey. “Yo no tengo hijos, pero sí sobrinos, que estudien y que luego decidan ellos”.

Precisamente, la sobrina de uno de los dos actuales propietarios de Confecciones Pinedo es la última de la familia en incorporarse a trabajar en esta tienda, que lleva más de cien años vistiendo a los alaveses, todo un símbolo de la capital a la hora de vender el traje regional. Pese a que desde hace seis años también atienden en la calle Heraclio Fournier, el local más antiguo de la firma está en la calle San Antonio, 11. Este histórico negocio, en concreto, según destaca Jesús María Ruiz de Pinedo (Josu para los amigos), actual propietario junto a su hermano Julio (Julen) lo fundó en 1911 su abuela paterna, llamada Petra. A ella la siguió su hijo Jesús con su mujer Edelmira, “el pilar del negocio”. Este local es otro claro modelo de que la facturación se consigue gracias a un buen servicio que fidelice a la clientela. “Es un negocio familiar, de toda la vida. Llevamos más de 100 años a disposición de los clientes. Ésa es nuestra labor profesional: tratamos a las personas como lo que son. De tú a tú”, explica Josu.

El hecho de estar especializados en prendas y complementos de Euskadi, que forman una colección de gran valor etnográfico, no les impide estar al día de las últimas tecnologías para dar a conocer sus productos a través de Internet, en especial a través de redes sociales, como Facebook, donde muestran su catálogo de kaikus, txapelas y fajas de colores, entre otras prendas del folklore vasco.

Farmacia Puente. C/San Francisco, 2. Data de 1826.

Mendia Óptica. Plaza de la Virgen Blanca, s/n. Data de 1856.

Círculo Vitoriano. En Dato, 6. Se creó en 1864.

Relojes Javier Mendoza. C/San Francisco, 1. Se fundó en 1880.

Carrión Música. En Manuel Iradier, 20. Data de 1880.

Confituras Goya. C/Dato, 6. Se fundó en 1886.

Iriarte. C/Diputación, 19. Abrió las puertas en 1890.

Confitería Nalda. C/Francia, 22. Empezó en 1905.

Katxarritos Jáuregui. Está en San Francisco, 5. Se creó en 1907.

Confecciones Pinedo. C/San Antonio, 11. Surgió en 1912.

Bar Restaurante Albéniz. C/Portal del Rey, 9. Abrió sus puertas en 1921.

Victofer. C/Cuchillería, 14. Funciona desde 1922.

Calzados Marijuan. C/Diputación, 14. Se creó en 1927.

Cines Florida. C/San Prudencio, 22. 1931.

Cafés La Brasileña. Portal del Rey, 25. Empezó a vender en 1928.

La Peña Dulce. C/Correría, 124. Empezó a trabajar en 1939.

Joyería Safa Martínez. C/Colegio de San Prudencio, 4. Se creó en 1952.

Pastelería Sosoaga. 1868.

Farmacia Zuloaga. 1900.

El Áncora de Abetxuko. 1850.

Cuchillería Ferreiro. 1890.

Cuchillería Coello.

Carnicería La Carlota. 1895.

Farmacia Zuloaga. 1900.

Lencería Vascongada. Anunció que tiene previsto cerrar para siempre su persiana esta primavera.