Abastos ya da abasto. Rinde lo suficiente e incluso más de lo esperado. El remozado complejo de Santa Bárbara revela el hambre de los gasteiztarras por un complejo gastronómico que sirviese de punto de referencia para el ocio y el consumo gastronómico en pleno corazón de la capital alavesa. Hasta tal punto es así que un millón de visitas han respaldado su reforma, tal y como reflejan los aparatos de medición instalados en noviembre del pasado año. El aperitivo de la remodelación ya sorprendió en julio de 2014, cuando se procedió a la reapertura de la Plaza. Y eso que estaba incompleta, pero el buen sabor de boca que dejó la visita de los nuevos puestos de los minoristas fue tal que más de uno no ha dudado en repetir plato, tras la reciente inauguración de los ocho gastrobares y los nueve puestos de productores locales en la terraza multiusos. “Hasta ahora la media era de 25.000 clientes diarios que acudían al minorista, al supermercado BM y a la zona de deportes de El Corte Inglés. Y una vez abiertos los gastrobares y los puestos de la terraza, la cifra se ha incrementado a 45.000”, explica orgulloso Eloy López de Foronda, gerente de la Plaza de Abastos.

El complejo de Santa Bárbara se convierte así en un nuevo lugar de encuentro para vendedores locales junto a los clientes que quieren consumir sus productos. Un mercado de verdad donde la gente va a comprar lo mejor de la huerta alavesa, donde las materias primas están tan frescas que dan ganas de llevárselas a casa. Un centro de abastos auténtico, cuya visita, de seguir con esta tendencia imparable, empieza a ser tan recomendable para un viajero como cualquiera de las dos catedrales de Vitoria. Un buen recurso turístico, con un potente efecto dinamizador para la economía local, que justifica la renovación del obsoleto edificio de 1975. No en vano, todos los vendedores, camareros y clientes consultados por este diario se ponen de acuerdo al afirmar que la receta de este éxito empezó a gestarse tras la iniciativa de convertir a Abastos en un lugar apetitoso al que acudir. De poco servía la calidad de las materias primas de la huerta alavesa y la atención al cliente, si éstas se servían en el peor de los emplatados. Era preciso dejar atrás la imagen desfasada que ofrecía el cuarentón centro de Santa Bárbara para convertirlo en un mercado del siglo XXI y adaptarlo a los nuevos tiempos. Un cambio radical para que esta vez sí entrara bien por los ojos.

Para ello fueron necesarias más de tres años de reformas que han acabado con una Plaza que por fuera tiene un diseño actual, con una fachada de acero y cristal, y que por dentro ha vivido una auténtica revolución. Sorprende el mimo con el que está trabajada cada parada, como las relucientes vitrinas de los 35 puestos del mercado, que invitan ahora a detenerse en la planta baja en la que éstos están situados. No menos llamativo es el cuidado que pone cada vendedor en ofrecer sus productos como lo que son, los auténticos tesoros del mar y de la tierra de estos lares. Prueba de ello es el flamante local de Market, by Corre 34, metido ahora en Abastos como nuevo comerciante, pese a que ya tenían la tienda en el corazón del Casco Viejo gasteiztarra, Corre 34. Toda una apuesta por el comercio local. “Estamos satisfechos y eso que la economía no es la mejor del momento”, explica Arantza, al frente de esta delicatessen cuyo secreto pasa por la especialización en pequeñas producciones, como vinos, aceites o los mejores quesos.

Supresión de barreras Todo este lavado de cara ha hecho posible reforzar a los clientes antiguos de la Plaza y atraer a otros nuevos, algunos de ellos impensables hasta la reforma. Un ejemplo de ello es la materia prima que solicitan los gastrobares a los puestos del mercado para surtir sus locales. “El otro día me salió muy bueno el entrecot que me vendiste”, felicita una de las responsables de los ocho gastrobares de Abastos a Joaquín, titular de la carnicería Izaguirre. “Aquí estamos para servir a todo el mundo”, reconoce este profesional que ha visto el gran cambio que ha supuesto el renovado complejo. “Con la apertura estamos más que contentos porque tenemos otras condiciones que no teníamos antes”, recuerda Izaguirre. La más importante, además de la estética, ha sido la de la supresión de barreras. “Al estar a nivel del suelo es una ventaja. La gente se anima a entrar más porque hasta nos pueden ver desde la calle y nos tienen más a mano”, agrega.

Una visión que también la comparte Maribel, del puesto Laurentino, especializado en aceitunas. “Ahora es súper fácil y cómodo, cuando antes no se podía por las antiguas escaleras o el lento ascensor”, argumenta. Una vez eliminados los problemas para subir peldaños se ha posibilitado el incremento de personas con movilidad reducida. Hay más jubilados, pero también los menos entraditos en años, pero con menores a su cargo. “Hemos notado que viene más juventud. Hay muchos clientes con niños pequeños”, matiza Maribel. Un cambio generacional en la clientela que conlleva a su vez variaciones en el patrón de consumo. “Las tardes en la antigua Plaza eran nulas y ahora son interesantes”, reconocen desde este popular puesto.

Un ejemplo de esta clientela que aún no peina canas es el de Beatriz y Diana, quienes han encontrado en Abastos un nuevo lugar de encuentro para sus quedadas. En concreto, en los sillones más cercanos al gastrobar Txiki, donde optaron por tomar un pintxo de tortilla y unos cafés para ponerse al día de sus asuntos. “Es la primera vez que venimos, pero la impresión es buena. Es modernito, amplio y, además, puedo estar aquí con el cochecito del bebé”, señala la joven madre Beatriz. “La reforma ha hecho que haya más ambiente por el centro de Vitoria”, añade su amiga Diana.

Es en este espacio de los gastrobares donde Abastos aporta ese ingrediente extra que hasta la fecha no se ofrecía en la capital gasteiztarra: la posibilidad de tomar algo tras hacer la compra, de picotear hasta en ocho locales diferentes, y optar por su variada oferta, que va desde la clásica tapa de jamón serrano hasta unos noodles japoneses. Todo ello sin tener que moverse del asiento, al compartir el mobiliario en común, y, además, bajo techo. Una opción que se echaba en falta en la gélida Siberia-Gasteiz, cuna del pintxo-pote. “Viene mucha gente a Abastos porque es cómodo. Y eso que todavía no ha empezado el mal tiempo porque cuando lo haga, aquí ni te mojas ni pasas frío”, matiza Iker, camarero de El tercer tiempo, gastrobar especializado en una veintena de diferentes tipos de cervezas. “De jueves a sábado viene más gente por los días del mercado de afuera”, matiza Iker.

Ahora a la remozada Plaza de Abastos sólo le queda que la gente siga apostando más por lo que se sirve dentro, por el comercio local. Una excelencia de productos de la tierra maridados con el mejor de los servicios para que sigan siendo su santo y seña. Sólo así se podrá fidelizar a los nuevos clientes, como sucede con Amparo. “Me he animado a venir porque he visto que tienen mejor carne y vale igual que la que compraba hasta ahora en mi barrio de Arana”, dice mientras espera con su carro de la compra en la carnicería Montero.