Para entender la historia de Carles Aleñá, no basta con fijarse en su presente como futbolista del Deportivo Alavés. Hay que mirar también a su pasado, marcado por su formación en La Masía y por una convivencia diaria con estrellas de talla mundial que marcaron su camino.
Echando la vista al pasado, ¿cómo entra el fútbol en su vida? Su padre, exjugador, imagino que algo tuvo que ver.
Me crié con un balón en los pies. Dormía con él a los dos o tres años. Luego, conforme fui creciendo, le di continuidad a esa pasión. Me pasaba todo el día jugando con la pelota. Y. como dices, mi padre también incentivó eso. Era algo que llevaba en la sangre.
Él se retiró antes de que usted naciera, ¿le hubiera gustado verle jugar?
Claro, hablamos mucho sobre ello. He visto muchos vídeos suyos una y otra vez, que los tiene guardados en casa, y me hubiera encantado vivirlo. Pero bueno, él lo está haciendo ahora conmigo.
Era delantero, ¿le suele pinchar en ese sentido, pidiendo que vea más portería?
(Ríe). Sí, nos picamos mucho. Todo muy sano, pero siempre me dice que él marcaba muchos goles y que yo… Pues eso. Nos compara y me exige mucho, lo cual me ha ayudado durante mi carrera. Sabe de mi potencial, sabe de lo que soy capaz e intenta ayudarme a mostrar mi mejor versión. Me va bien tener a mi lado una persona como mi padre, que sabe lo que es este mundillo y me dice tanto las cosas buenas como las malas.
Usted, siendo del 98, ¿es futbolista forjado en la calle o ya entra en esa generación de jugadores de academia?
Soy un mix, te diría. Empecé muy joven en el Barça, por lo que casi siempre he estado inmerso en esa vida de academia, pero también he jugado mucho con mis amigos en las calles de Mataró. De lunes a viernes iba a entrenar y los fines de semana o los días libres los pasaba con ellos.
Imagino que sus amigos se picarían con usted, por eso de intentar ganar al del Barça.
Sí, sí. Mucho. Siempre hemos sido muy ganadores, muy competitivos. Nunca queríamos perder y, entonces, se daba ese pique sano con el que tan bien nos lo pasábamos. Tuve una infancia muy bonita.
Siendo su familia culé, ¿cómo fue recibir la llamada del Barça?
Imagínate. Yo nací siendo del Barça, he llevado sus camisetas por casa, en el colegio… Cuando mi padre me dijo que nos habían llamado para ir a La Masía no me lo creí. Le dije que, si era una broma, no me hacía ninguna gracia. Pero era verdad. Lo pensamos, vimos que era una gran oportunidad y fuimos a por todas. A mí me hacía mucha ilusión jugar en la cantera de mi club. Fue una pasada mi etapa allí, desde lo más bajo hasta el primer equipo.
¿Tuvo, en algún momento, el síndrome del impostor?
Claro. Al principio, cuando llegué a La Masía habiendo jugado con mis amigos y poco más, y el día que di el soñado salto al primer equipo. Yo me veía capacitado, pero impacta verse rodeado de jugadores de talla mundial. Es otro ritmo, otro nivel. Me decía, ¿qué hago yo aquí, con Iniesta, Messi y demás?
Ya que lo menciona, con tanto donde fijarse, ¿a quién le prestaba más atención.
Me fijé en muchos, la verdad; pero siempre comento que el más me gustaba era Iniesta. Luis Enrique me preguntó lo mismo y, cuando le respondí, me dijo que me olvidara. Que como él solo había uno y que debía centrarme en el de al lado, que era Rakitic. A partir de esa conversación, me di cuenta de que su perfil podía encajar con el mío y sí que empecé a coger muchas cosas de él. Fue una inspiración para mí. Además, es una persona encantadora y que me ayudó mucho.
Al verle sobre el césped, es imposible no reconocer La Masía; pero, a mi modo de ver, José Bordalás también ha influido mucho en su juego.
No te equivocas. Y solo tengo palabras de agradecimiento para él, pues me hizo ver que había fútbol más allá del Barça. Gracias a Bordalás me di cuenta de que, para competir al máximo nivel, necesitaba estar fuerte físicamente, trabajar mucho más en defensa, cuidar cada detalle del día a día… He aprendido muchísimo a sus órdenes.
Volviendo al presente, ¿qué tal en Vitoria-Gasteiz?
Me gusta mucho. Es una ciudad muy tranquila, que siempre viene bien, y todo lo que he visto de ella hasta ahora me ha encantado. El Casco Viejo, por ejemplo, me parece muy atractivo. He caído de pie y estoy encantado de estar aquí.
Era, obviamente, una pregunta trampa. Si el Alavés se salva y le vuelve a llamar, ¿valoraría ampliar su estancia aquí?
Obviamente. Cuando uno es feliz y se siente importante en un sitio, siempre valora la posibilidad de seguir más tiempo en él. Ahora bien, no es algo en lo que piense en estos momentos. Estoy centrado en ayudar a conseguir la permanencia y luego ya se verá. Tampoco hay que olvidar que tengo un año más de contrato con el Getafe.