El Deportivo Alavés sigue sumando, y eso es lo más importante cuando los rivales directos no lo hacen. En una expedición siempre complicada, como lo es la del Benito Villamarín, los babazorros volvieron a mostrar su gen competitivo y, gracias a él, cosecharon un punto que les aleja un poco más de los puestos de descenso. Saber sufrir es una virtud, sobre todo si luego se aprovecha para golpear, aunque no hubiera fortuna en este aspecto. 

Considerando cómo finalizó el choque ante el Villarreal, lo lógico era pensar que habría varios cambios en el once de cara a la visita al feudo bético, pero no fue así. Tal y como adelantó Luis García Plaza en la previa, la enfermería fue vaciándose a lo largo de la semana y, finalmente, los albiazules saltaron al césped con una única novedad respecto a la anterior jornada: Rubén Duarte arrancó en el lateral izquierdo en lugar de Javi López. 

El Alavés, como acostumbra, salió bien plantado a la contienda. Pese a la intención del Betis de dominar y aguantar el balón, buscando huecos por medio del talento individual de sus futbolistas, fue el estilo directo de los babazorros el que se impuso durante los primeros compases. Hubo, incluso, un gol de Samu Omorodion poco después del pitido inicial, pero este fue anulado por fuera de juego de Luis Rioja, asistente en la acción. 

Ese escenario, sin embargo, fue transformándose con el paso de los minutos. Fruto de la falta de precisión de los albiazules en sus transiciones, los béticos fueron sintiéndose cada vez más cómodos sobre el verde y, recuperando bastante fácil la posesión, terminaron llevando el partido a su terreno. El Glorioso tuvo que echarse atrás y, al estar tan lejos de la portería de Rui Silva, se le complicó sobremanera montar sus habituales contragolpes. 

Donde, en concreto, más sufrió el Alavés fue en la medular. Tanto Marc Roca como Johnny Cardoso fueron capaces de, además de ofrecer una salida limpia, desconectar a Antonio Blanco, Ander Guevara y Jon Guridi y, sin dicho enlace, el juego no fluyó tan bien como otros días. Rioja y Álex Sola no recibieron tantos balones y, cuando les llegó alguno, fue en posiciones no muy favorables. Tampoco pudieron incorporarse los laterales al ataque. 

La nota positiva de la primera mitad fue que, aun defendiéndose durante casi media hora, el conjunto babazorro no llegó a temer por su portería. Si bien merodearon a Antonio Sivera, lo cierto es que no hubo ninguna acción por parte de los verdiblancos que mereciera romper la igualdad del encuentro. Es por ello que, sin ocasiones claras más allá de la Samu, se llegó al intermedio con el 0-0 en el electrónico del Benito Villamarín.

Muy diferente fue, eso sí, el comienzo de la segunda parte. Tras pasar por los vestuarios, el Betis dio un importante paso al frente y, durante varios minutos, avasalló sin descanso la muralla del Alavés. Uno de esos ataques supuso la mejor oportunidad de gol de la noche, pero la mano salvadora de Sivera apareció para evitar el tanto de Juan Miranda, quien, con un remate desde el suelo, vio portería en un centro lateral mal defendido. 

  El gran protagonista en ese tramo del choque, cabe mencionar, fue Nabil Fekir. El talentoso mediapunta francés apareció varias veces entre líneas y, pese a que no hubo que lamentar sus acciones, estas sí que exigieron al máximo a la zaga del Glorioso. Abdel Abqar fue el jugador albiazul que más veces tuvo que vérselas con él, y salió airoso en la mayoría de ellas. Nueva muestra de que el marroquí ha vuelto a buen nivel de la Copa África.

Para tratar de dar un plus a su equipo, y también contrarrestar los infinitos cambios ofensivos de Pellegrini, Luis García dio entrada inicialmente a los dos Carlos, Vicente y Benavídez, en lugar de Rioja y Guridi e hizo lo propio más tarde con Javi López (Sola) y Kike García (Samu). Visto lo visto, el Alavés fue consciente en todo momento que el punto era muy valioso, pero nunca renunció a llevarse la victoria del exigente feudo verdiblanco. 

En la recta final de la contienda, después de achicar aguas durante muchos minutos, los gasteiztarras vieron que había oportunidad de dar la sorpresa y, aunque no tuvieron éxito, sí que cerraron la noche con muy buenas sensaciones, atacando la portería rival y desatando el nerviosismo en las gradas. Ese desenlace, además, impidió un último arreón del Betis.