El Deportivo Alavés de la campaña 1998-99, con el mítico Mané a la cabeza, estaba compuesto en su mayoría por futbolistas rudos. Una gente dispuesta a dejarse la piel por el escudo con tal de seguir en Primera División, pero que no brillaba demasiado con el balón en los pies. De esto último, de aportar la técnica, se encargaban el gasteiztarra Pablo Gómez y una joven promesa llegada del Valencia, aunque nacida en la cantera del Barça: Gerard López.

El de Granollers, aun jugando un solo curso en Mendizorroza, dejó muy buenas sensaciones a la afición albiazul y buena muestra de ello es que, más de dos décadas después, todavía muchos babazorros le recuerdan cuando escuchan su voz en Movistar Plus, donde, desde hace tiempo, trabaja de analista. Algo que hemos aprovechado en el Diario de Noticias de Álava para levantar el teléfono y preguntarle sobre la presente temporada.

Hace ya más de diez años que colgó las botas, ¿cuál ha sido su camino desde entonces?

Siempre he seguido vinculado de una forma u otra al mundo del fútbol, del que no es fácil desconectarse del todo. Por suerte, después de retirarme bastante joven, pude empezar a trabajar como analista en distintos programas de televisión, comenzando en TVE, y eso ha ido a más. En la actualidad, compagino Movistar con TV3 y Onda Cero.

Tampoco hay que olvidar su faceta de entrenador.

Así es. Soy el seleccionador de Catalunya, lo cual, como sabréis muy bien por allí en Euskadi, es un proyecto muy bonito; y, entre una cosa y otra, me mantengo ocupado. También, claro está, disfruto mucho de la familia que es importante.

¿Le gustaría dar en el futuro un empujón a esa carrera como técnico? No es lo mismo dirigir a una selección, y más si no es oficial, que a un club.

Es una cuestión interesante, y me la he planteado varias veces. Tuve la oportunidad de, durante tres temporadas, entrenar al filial del Barça y la experiencia fue muy bonita, incluso conseguimos un ascenso a Segunda División. No cierro las puertas, si te soy sincero, pero sí es cierto que han pasado varios años y, como he estado contento con mi día a día, no me he movido demasiado en ese aspecto. Ser seleccionador también me mata ese gusanillo. 

La selección española, como es lógico, acapara todo el protagonismo, pero qué gran nivel tendrían Euskadi y Catalunya en su combinado idílico.

Totalmente. Somos de las pocas comunidades que siguen manteniendo viva esa llama, aunque por calendario y aspectos políticos nos cueste organizar más cosas, y siempre que he hablado con gente de Euskadi hemos coincidido en que seríamos dos potencias. Ambas podríamos jugar torneos grandes, como Mundiales y Eurocopas, porque el nivel de talento que conseguimos crear en nuestros clubes es de lo mejor que hay en España. 

Hablando ya de LaLiga, ¿qué le está pareciendo, en términos generales, la temporada hasta ahora?

Creo, por un lado, que la competición pasa por un buen momento, con buen ambiente en los estadios, muchos partidos abiertos, los equipos jugando un fútbol más ofensivo que en otras épocas, etcétera. Pero, por la parte negativa, considero que tenemos un problema grave con los arbitrajes, en especial con el uso del VAR y la evidente disparidad de opiniones a la hora de analizar las mismas acciones en distintos partidos. Esto último está generando un clima de crispación total, tanto por parte de los medios de comunicación como de los clubes, y me da pena que, cada jornada, dediquemos más tiempo a hablar de los árbitros que del fútbol en sí. 

Entonces, según lo que comenta, el problema del VAR está en el uso que se hace de él y no en la propia herramienta.

Por supuesto. A mí la tecnología me gusta, pues se planteó para dar justicia a casos muy claros, pero ha terminado entrando en acciones grises, en las que no tendría por qué hacerlo, y eso ya no me parece correcto. Muchas de las interpretaciones que se hacen son erróneas; se ciñen, para analizarlas, a un reglamento y eso no es fútbol. Se necesita sentido común. 

SU CARRERA SOBRE EL CÉSPED

Gerard López Segú (Granollers, 1979) se formó en las categorías inferiores del FC Barcelona y, con 18 años, firmó con el Valencia. Al no contar con demasiadas oportunidades en Mestalla, llegó cedido al Alavés para la temporada 1998-99, la del regreso albiazul a la élite, y fue uno de los destacados del conjunto babazorro. A su vuelta al club ché, sobresalió de tal manera que terminaron repescándolo los blaugranas, previo pago de 3.600 millones de pesetas. Muchos le señalaron como el sucesor de Pep Guardiola, pero las lesiones frustraron su carrera, la cual finalizó en el curso 2010-11, en las filas del Girona. Su hermano Julià también defendió la zamarra albiazul, aunque dos campañas antes.

Y, en ese escenario, ¿ve lógico que los que más se quejen sean los clubes grandes?

Yo soy de los que, viendo los partidos al completo, tiene la sensación de que el Barça y el Real Madrid salen casi siempre beneficiados. Tal vez no en las jugadas muy claras, como puede ser un penalti, pero sí en esas faltitas que, sin ser llamativas, van desequilibrando la balanza. Los árbitros van condicionados a sus encuentros, pues un error en su contra, con todo lo que se mueve alrededor, les puede poner más en entredicho que con cualquier otro equipo. Es por todo ello que no, no entiendo que sean los que más leña echan al fuego.

Volviendo a la competición, quería preguntarle por su club revelación de la temporada, aunque esta vez no tiene mucho misterio, sobre todo siendo un exequipo suyo.

(Ríe). Está claro. Que el Girona siga ahí, compitiendo por el título con el Madrid, a estas alturas del curso le hace ser el equipo revelación. Han hecho muy bien las cosas, tanto a nivel de dirección deportiva como de entrenador, y están ofreciendo un juego vistoso y atractivo. Las Palmas, al ser un recién ascendido, también está sorprendiendo y luego hay un par de clubes que, por plantilla, deberían estar más abajo y, sin embargo, permanecen en la zona tranquila, como son el Getafe y el Alavés.

 ¿Qué le está pareciendo, por tanto, el Glorioso?

Viene de algo muy bonito, como fue ese ascenso de locura en el campo del Levante, y ha mantenido la base, el estilo y la idea de juego que le permitió conseguir tal éxito. Me parece una escuadra intensa, muy ordenada a nivel defensivo y que aprovecha muy bien los espacios cuando le toca atacar. Además, veo que los jugadores saben perfectamente a qué juegan y me gusta mucho su centro del campo, con gente trabajadora pero que también está bien dotada para tener el balón. Veo un equipo que no renuncia a la pelota, que intenta transitar por el centro, a través de talentos como Ander Guevara, Antonio Blanco o Jon Guridi, para luego ya atacar por las bandas. Luego, claro está, Mendizorroza siempre da un plus. Su ambiente es único. 

Usted que sabe lo que es pelear por la permanencia, ¿qué importancia le da a que, a estas alturas, el Alavés tenga un buen colchón sobre el descenso y, por ende, la plantilla no tenga esa presión añadida? 

Es una gran noticia, claro. Acabas de subir, lo hiciste en el último minuto del último partido, y esto te lleva a Primera División siendo el principal candidato a sufrir. Partiendo de esa idea, que superado el ecuador de la Liga estés a nueve puntos de la zona roja, y con dos rivales casi descolgados, es buena muestra de que estás haciendo bien las cosas. Si te soy sincero, los que están abajo me transmiten una sensación futbolística mucho más frágil que la del conjunto vitoriano, a quien veo más que capaz de alcanzar esos 33, 34 o 35 puntos que se van a necesitar para la salvación. Soy optimista, y ojalá sea así.

Teniendo en cuenta el nivel que está dando Samu Omorodion, y el que ofrecieron en el pasado otras promesas como Theo Hernandez, Marcos Llorente e, incluso, usted mismo, qué buen lugar parece Mendizorroza para crecer, ¿no?

Es un buen sitio para ir cedido y crecer como futbolista, sí. Uno, o así me ocurrió a mí, se encuentra allí un vestuario unido, que siente mucho los colores y arropa a los recién llegados como si fueran de la casa. Respecto a Samu, creo que ha dado en el clavo yendo al Alavés, donde está pudiendo ser importante, y me parece un jugador especial. 

¿Ve a Luis García Plaza liderando el proyecto albiazul en los próximos años? La estabilidad en el banquillo siempre ha sido uno de los puntos a mejorar del Glorioso.

Bueno, son los resultados los que van a marcar su futuro. La inestabilidad no es solo cosa del Alavés, la vemos en la mayoría de clubes de España y el propio Luis seguro que lo sabe. Ahora es el artífice del ascenso y tiene al equipo en buena posición, pero, en cuanto no gane, empezará a ser cuestionado y, si todo se tuerce más, habrá un cambio en el banquillo. Lo importante para un entrenador es vivir y dar todo en el día a día, y creo que, por lo que veo desde fuera, él así lo hace. 

“AÚN NO HE OLVIDADO LAS PARTIDAS AL TUTE CON SALINAS, KIKE, BELSUÉ, KARMONA Y DEMÁS O LAS TORTILLAS DEL NAROKI”

¿Qué recuerdo guarda de su etapa en el Alavés?

A mí me fue genial. Siempre recuerdo mi paso por Vitoria con mucho cariño y no solo a nivel futbolístico, sino también personalmente. Como he dicho antes, formé parte de un vestuario súper unido, con un ambiente muy bonito, y encontrar un sitio así cuando eres un chico joven, como lo fui yo en aquella época, hace que le guardes mucho aprecio. 

En aquella temporada, la 1998-99, lograron la que, tras las primera vuelta, para muchos parecía una permanencia imposible.

Sí, sí. Éramos un equipo humilde, recién ascendido, y de la mano de Mané conseguimos algo complicado, como era mantenernos en la élite con un presupuesto muy bajo, bastantes cedidos y muchos veteranos que nunca habían jugado en Primera. Fue una experiencia inolvidable. 

Hace poco pude hablar con Julio Salinas, su llegada en enero os dio un plus importante, ¿verdad?

Así es. Aportó, futbolísticamente hablando, esa experiencia y capacidad de peligro ofensiva que nos había faltado en la primera vuelta. Luego, en lo personal, todavía guardo buena relación con él y, aun a día de hoy, solemos quedar para jugar al tute; él fue quien me enseñó en Vitoria. Esas partidas con Kike, Belsué, Berruet, Karmona y el propio Julio, junto a las tortillas manchadas de chorizo que nos traían los viernes del Naroki, marcaron mi paso por allí. Fue un vestuario que, viniendo del Barça y el Valencia, me enseñó humildad y trabajo.

Gerard López, con el Alavés.

Gerard López, con el Alavés. Cedida

Difícil ver esa esencia en el fútbol actual, sobre todo a nivel profesional, ¿no?

Es complicado, es complicado (ríe). El mundo del fútbol ha cambiado mucho, antes todo era mucho más sencillo y natural y ahora, entre los móviles, redes sociales y demás, me sorprendería mucho ver a un grupillo de jugadores del Alavés juntarse en cualquier bar de Vitoria y echarse la partida después de comer, sobre todo delante de la gente. Este deporte ha evolucionado, para bien o para mal, y hoy en día hay cosas que vivíamos que no se pueden dar. Yo creo que perder eso también ha hecho que, en la actualidad, los vestuarios no sean tan potentes como lo eran antes, cuando surgían amistades de verdad. No éramos meros compañeros de entreno, hacíamos cosas fuera y eso fomentaba el grupo. 

Ha mencionado ya a varios antiguos compañeros y distintas situaciones; ¿hay alguien o algún momento más que le marcara especialmente a su paso por el Alavés?

Tengo muchos flashes. Me marcó mucho, por ejemplo, la actitud de Berruet, Albistegui o Karmona, tres jugadores para los que estar en Primera era un auténtico sueño y querían agarrarse a él como fuera. Ellos, al ser los más veteranos, nos ayudaron muchísimo a los jóvenes, que éramos unos cuantos (Morales, Canabal, etc.), para que las cosas salieran bien. Tampoco puedo olvidarme de mis compañeros en el centro del campo: Desio y Pablo. El primero era un jugador espectacular, auténtico perro de presa, y el segundo, aun siendo un vinagre tanto dentro como fuera del campo, tenía una zurda brutal y era ultracompetitivo. No contábamos con grandes nombres, pero sí éramos un muy buen equipo. Crecí mucho como futbolista, en parte gracias también a Mané y Ondarru, y fue ese progreso el que me permitió romperla después en el Valencia. 

Solo estuvo una temporada en el Glorioso, ¿se esperaba lo que ocurrió justo después? Sexta plaza en Liga y final de UEFA, ni más ni menos. 

Claro. Yo viví el primer año en la élite, a donde se había vuelto tras 40 años, y lo que ocurrió después fue una auténtica locura. Esa generación de los Óscar Téllez, Jordi Cruyff, Javi Moreno y demás, junto a algunos de mis excompañeros, siempre será recordada y para mí, sinceramente, fue una alegría tremenda. Era impensable que un equipo recién ascendido estuviera, al cabo de dos temporadas, a punto de ganar al Liverpool en una final europea. ¡Mané forever!