Luis García, obligado por las adversidades en forma de lesión y compromisos internacionales, tuvo que reajustar su sala de máquinas en el primer asalto ante el Levante. Tras las ausencias de Blanco y Salva, dos pilares indiscutibles para el técnico madrileño, los encargados de ocupar el eje del terreno de juego fueron Benavídez y Moya. 

Esta dupla acabó saldando con nota una prueba de máxima exigencia ante un rival de primerísimo nivel. El Alavés, cuya única derrota en Mendizorroza se había dado, precisamente, ante el conjunto granota meses atrás, fue capaz de minimizar la circulación de balón de los de Calleja durante buena parte de la contienda.

Benavídez fue todo músculo y carácter para afrontar una batalla repleta de disputas y brega en cada metro. Tanto Alavés como Levante dieron todo por obtener parte del terreno y, en ese escenario de dureza física, pero también en el que se demandaba precisión con el balón, el centrocampista uruguayo fue un pilar fundamental para no caer ante los granotas. 

Kilómetros de desgaste

El despliegue físico de Benavídez traspasó todo tipo de fronteras. Se fundió ante dos futbolistas diferenciales como Pepelu e Iborra, y en fase ofensiva nutrió a sus compañeros de pases para poder recorrer metros hacia el área de Femenías.  

No hay duda de que el centrocampista uruguayo ha llegado al tramo más decisivo de la temporada en su mejor estado de forma. De los últimos cuatro partidos, Benavídez ha salido de inicio en tres de ellos. Lo hizo en la finalísima de Gran Canaria, en la ida del play off ante el Eibar y, anoche, en el primer asalto del desenlace liguero ante el Levante. 

Su continuidad en el once es una noticia de enorme importancia para los intereses vitorianos. Más si cabe teniendo en cuenta la ausencia de Blanco y las nulas posibilidades de que Salva Sevilla regrese para el último partido.