Se trataba de un secreto a voces al que únicamente le faltaba estampar las correspondientes firmas en el nuevo contrato para convertirse en oficial y la rúbrica se ha producido a primera hora de la tarde de hoy. Como consecuencia, Florian Lejeune -que se encontraba en Vitoria desde comienzos de semana- vuelve a ser ya oficialmente nuevo jugador del Deportivo Alavés. Tras abonar un pequeño traspaso al Newcastle para anular el año de contrato que le restaba con la escuadra británica, El Glorioso se ha comprometido con el zaguero galo hasta junio de 2024.

La pasada temporada, cuando actuó en Mendizorroza en calidad de cedido, el central francés fue un fijo en el eje de la zaga para todos los entrenadores que pasaron por el banquillo local del Paseo de Cervantes. Tras llegar a Vitoria el 11 de septiembre, Pablo Machín no tuvo ninguna duda en alinearlo de inicio en la visita al Granada correspondiente a la segunda jornada del campeonato pese a haber completado únicamente unas pocas jornadas de entrenamiento con sus nuevos compañeros. A partir de entonces, en contadas ocasiones abandonó el once hasta terminar sumando 35 encuentros oficiales como albiazul (34 de Liga y uno de Copa del Rey).

Aunque la eficacia defensiva fue sin ninguna discusión uno de los grandes lastres del Glorioso a lo largo de todo el ejercicio, lo cierto es que Lejeune fue el zaguero más regular durante todos los meses de competición. Se estrenó a un nivel más que notable y, tras pasar un profundo bache -arrastrado también por la deriva negativa del grupo- mediado el curso, se rehízo al final para ser una de las piezas importantes en la consecución de la ansiada permanencia.

A lo largo de las jornadas fue cambiando de compañero en el eje de la zaga, en la búsqueda por parte de los entrenadores de la solidez perdida. El más habitual, claro está, fue Laguardia pero también se situaron a su lado Ely, Tachi, Ximo Navarro e incluso Rubén Duarte en alguna ocasión en la que el Alavés recurrió al sistema de tres centrales.

Su gran envergadura le convierte en una pieza muy útil en el juego aéreo (tanto en defensa como en ataque) y además exhibe la contundencia que se exige a un central de garantías cuando es necesario. Pero sin duda el valor añadido de Lejeune al que más recurrió el Alavés es su excelente desplazamiento de balón. Sus pelotas en largo suponen una gran alternativa para dar inicio al juego de construcción albiazul y son una ayuda inestimable para superar la presión alta que acostumbran a ejercer los rivales.

En su debe, por el contrario, aparece una falta de velocidad -lógica por otra parte en un futbolista de sus condiciones físicas- que compensa frecuentemente con su anticipación y la intuición para adivinar la opción que escogerá el contrario. Una virtud que, por ejemplo, le permitió el curso pasado salvar varios tantos prácticamente sobre la misma línea de gol.

Su contrato de larga duración con la escuadra de Mendizorroza supone evidentemente una clara apuesta por un jugador con experiencia, de contrastada solvencia y que todavía se encuentra en una edad óptima para ofrecer un buen rendimiento. Porque a sus 30 años tiene por delante aún unas cuantas temporadas al primer nivel siempre que los problemas físicos graves no se crucen en su camino. Un futuro en el que, además, el francés se perfila como el relevo natural de Laguardia, que en noviembre cumplirá 32 años y afronta su último año de contrato, como principal referencia de la retaguardia alavesista.