El Deportivo Alavés se las prometía muy felices después de los excelentes resultados cosechados desde la llegada de Javier Calleja, pero el duro varapalo sufrido el pasado sábado contra el Eibar ha devuelto al conjunto babazorro a la realidad. Los ocho puntos de doce logrados en los cuatro encuentros disputados con Calleja en el banquillo sirvieron para sacar a los gasteiztarras de la zona de peligro en una resurrección sorprendente por lo inesperada. Sin embargo, la imagen mostrada en Ipurua contra el colista distó mucho de la de ese Alavés alegre y valiente de los encuentros anteriores y la derrota vuelve a encender las alarmas en Ibaia.

Si algo había conseguido Calleja desde su llegada era cambiar el estado anímico de sus futbolistas, que recuperaron la confianza en sí mismos y en las posibilidades de mantener la categoría. Esto vino acompañado de buenos resultados dentro del terreno de juego, que ayudaron a sembrar optimismo entre los miembros de la plantilla y los aficionados. En las distintas entrevistas concedidas por los futbolistas la pasada semana, todos mostraron su satisfacción con la llegada del nuevo entrenador y la convicción de poder salvar la categoría.

También insistieron en que todavía nada estaba decidido y en la necesidad de seguir manteniendo la misma intensidad y energía hasta el final del campeonato, algo que no ocurrió contra el Eibar. Quizá fue ese exceso de optimismo el que hizo a la plantilla confiarse ante el peor equipo de la competición, que hasta el sábado tenía pocas opciones de mantener la categoría. El equipo se relajó y los armeros pasaron encima de sus ilusiones y su optimismo como una apisonadora, dejando claro que en Primera División no se regala nada y aflojar el acelerador se paga muy caro. Recibir un gol tan tempranero y verse sometidos de tal manera por el Eibar no entraba en los planes del Glorioso después del rendimiento de los últimos compromisos y terminó por descolocar a todos los jugadores, incapaces de dar crédito a lo que estaba sucediendo.

La mejor noticia para el Alavés es que el batacazo llegó cuando todavía tiene cuatro jornadas por delante para corregir los errores y evitar que se repita un partido tan desastroso como el de Ipurua. Los gasteiztarras se habían acostumbrado a jugar con el marcador a favor -con Calleja nunca se habían visto por debajo en el electrónico- y no fueron capaces de reaccionar tras el primer gol de Kike García. No cabe duda de que es positivo que la plantilla sea optimista y disfrute de los minutos que pasa sobre el césped, pero es evidente que en una situación tan delicada en la clasificación a falta de cuatro jornadas para el final del campeonato, los futbolistas van a tener que vivir momentos difíciles y ser capaces de reponerse y sacarlos hacia delante.

El mazazo recibido en Eibar debe servir como un toque de atención, un aviso que recuerde al equipo lo mucho que hay que sudar para sacar puntos en la máxima categoría. El equipo sigue dependiendo de sí mismo y ha demostrado que sabe hacer bien las cosas, por lo que no hay tiempo ni razones para excusarse. El naufragio de la pasada jornada debe servir para que el Alavés saque el orgullo y la garra de las que tantas veces ha hecho gala a lo largo de su historia y que han dado pie a algunos versos de su himno como el resurge potente otra vez.

La mejor fórmula para superar este tropiezo es conseguir una victoria contra el Levante en la próxima jornada y recuperar las buenas sensaciones. Con la dinámica que el equipo arrastraba con Abelardo, una derrota por 3-0 en casa del colista, que solo había ganado una vez como local en toda la temporada, habría supuesto un duro golpe a la moral del equipo y posiblemente varios futbolistas habrían quedado señalados y relegados al banquillo en el siguiente encuentro. Así sucedió con Jota y Lucas Pérez cuando el asturiano consideró que su actitud sobre el césped no era la adecuada. Sin embargo, con solo cuatro partidos por disputar, no tendría sentido realizar ahora experimentos o sufrir un ataque de pánico por una mala tarde.

El Glorioso debe mantener la calma y no bajar los brazos, siendo consciente de que para conseguir el objetivo va a ser necesario sufrir y dejarse la piel en el campo, algo que en el último encuentro solo hicieron los hombres vestidos de azulgrana. El Alavés que ganó al Villarreal y estuvo a punto de hacerlo en Mestalla es el mismo que el que cayó el sábado en Ipurua, con una única diferencia: la actitud. La lección está impartida, el tiempo dirá si también está aprendida.

El Alavés jugó con el marcador en contra por primera vez desde la llegada de Calleja y no fue capaz de reaccionar ni competir

El mazazo recibido en Eibar debe servir para que el equipo saque su orgullo y su garra, no para que se venga abajo anímicamente