El Deportivo Alavés emprende el viaje de regreso a casa con mucho más peso en la bodega. Un incremento provocado por los muchos kilos de plomo que el Betis le encadenó a los tobillos en el Benito Villamarín. El cuadro albiazul acudía a la cita malherido tras sus últimas comparecencias, soñó con una recuperación que acarició con la yema de los dedos durante muchos minutos y terminó estrellándose con la dura realidad. La que le llevó a tirar por la borda un 0-2 para acabar encajando una nueva y sufrir una enorme hemorragia que no está nada claro que sea capaz de contener.

El encuentro arrancó con el argumento previsto. El renovado cuadro albiazul juntando al máximo sus líneas para intentar contener el empuje inicial verdiblanco y manteniendo a sus balas siempre dispuestas a lanzarse a toda velocidad hacia la portería de Joel.

El conjunto local, por su parte, también aceptó su papel y se hizo con el timón del encuentro desde el saque inicial. Con las rápidas combinaciones de su centro del campo y las conducciones en profundidad de Canales y Fekir acorraló a su oponente provocando los primeros sustos para El Glorioso.

Parecía la reposición de una película vista ya muchas veces esta temporada que, lamentablemente, conduce casi siempre al mismo triste final. Sin embargo, el filme ofreció ayer un inesperado giro de guion. Cuando la presión sevillana comenzaba a asfixiar a los pupilos de Abelardo, fueron capaces de sacar el máximo rendimiento a sus escasos argumentos para encontrar un banco de oxígeno de valor incalculable.

Una de las muchas patadas a seguir de la defensa albiazul acabó en los pies de Edgar Méndez en la frontera del área bética. El canario peleó con la defensa y trató de combinar con Manu García, al que Sidnei empujó innecesariamente en el salto de cabeza en la frontal.

Alberola Rojas señaló la falta y esa pequeña fisura la convirtió Joselu en un pozo petrolífero de incalculable valor. El gallego optó por la potencia máxima en su lanzamiento y, gracias a la puerta abierta por la bandera verdiblanca, la pelota acabó en el fondo de la red sin que Joel pudiera hacer nada por impedirlo.

Por primera vez en mucho tiempo el Alavés se encontró por delante en el marcador y cambió por completo el escenario de un encuentro en el que parecía destinado a sufrir.

Reaccionó sin embargo el Betis de inmediato y obligó a Pacheco a emplearse a fondo para evitar el empate. Pero los gasteiztarras no se amilanaron y en el ecuador de este primer período una buena jugada por la izquierda de Rioja acabó con un preciso centro de Duarte a Edgar que, aprovechando, el resbalón de Miranda, cabeceó cruzado al fondo de la portería.

Cualquier aficionado albiazul hubiese firmado este escenario pero, desgraciadamente, todavía quedaba mucho tiempo por delante. Hasta el descanso ambos conjuntos intercambiaron golpes pero ninguno de los dos tuvo el acierto preciso para volver a mover el marcador. La buena noticia para el Alavés era que hacía daño con su velocidad a la contra. La mala, que los malditos despistes defensivos aparecían cada vez con más frecuencia.

Pellegrini dio entrada en el intermedio a Joaquín y Borja Iglesias pero, nada más salir del vestuario, fue el joven Pellestri el que pudo finiquitar el duelo con un mano a mano ante Joel que ganó el arquero. Fue el último signo de vida de un Glorioso cada vez más asfixiado por la calidad del juego ofensivo bético. A la hora de juego El Panda hizo el primero para los locales transformado un penalti cometido por Duarte.

Un tanto que hizo creer aún más a los locales en la remontada. El Alavés trató de resistirse pero los cambios introducidos por Abelardo no refrescaron al equipo y, poco a poco, comenzó a hincar la rodilla.

Así, en el minuto 81, Joaquín le ganó la partida de nuevo a Duarte y rubricó el empate cabeceando un córner a la escuadra de Pacheco. El Glorioso seguía en pie, pero ya sin vida. Y en el 89 otra vez Borja Iglesias ejecutó la sentencia definitiva tras una pérdida albiazul en el centro del campo. Una puñalada directa al corazón de un equipo albiazul que se hunde cada vez de manera más irreversible.