Vitoria - Si en la carrera por la permanencia una victoria supone una zancada del calibre de la que daría un gigante, encadenar dos triunfos consecutivos a estas alturas de la competición supone un salto de coloso y prácticamente definitivo en la aspiración de alcanzar la teórica línea de meta que al inicio de cada temporada se sitúa en los cuarenta puntos. Por segundo desplazamiento consecutivo, el Deportivo Alavés tiene la oportunidad de dejar prácticamente sentenciado el objetivo con el que arranca cada campaña con un tercio del curso aún por disputarse. Tras ganar el pasado domingo el derbi contra el Athletic con el estímulo anímico que supuso, El Glorioso tiene esta tarde una nueva ocasión de oro para atar su continuidad en Primera División por quinto año consecutivo, con lo que igualaría de esta manera su tope histórico en este sentido. Eso sí, los precedentes más inmediatos ya advierten de que no va a ser cuestión baladí, pues reciente en la memoria está todavía el grave fallo que los albiazules cometieron en Mallorca.

Y es que, cuanto todo lo que sea sumar es positivo, ante los rivales que se encuentran dentro de la zona de descenso lo que no se puede consentir nunca es la derrota. Y, si la misma llega, que no sea destilando la triste imagen que el Alavés trasladó sobre el césped de Son Moix, donde solo en unos minutos en el arranque de cada parte transmitió la sensación de estar a lo que se celebraba, que no era poco. Esa experiencia que sigue tan fresca tiene que servir para dejar claro que para este equipo ganar es imposible si no se respeta a sí mismo y mantiene un tono competitivo elevado a lo largo de los noventa minutos. La tranquilidad que supone la situación clasificatoria actual no tiene que convertirse en relajación, precisamente, un mal que pareció atacar al cuadro vitoriano en tierras baleares.

De ese nefasto partido tiene que sacar su aprendizaje un Alavés que hoy se juega la tranquilidad casi absoluta hasta el final del curso. Un tropiezo no sería un drama dantesco por el margen de ocho puntos con la zona roja que se maneja, pero mantendría aún al equipo en ese sí pero no en el que lleva instalado toda la temporada por su incapacidad a la hora de encadenar resultados ganadores. No en vano, solo presenta una serie de dos victorias consecutivas, a la que pretende añadir una nueva muesca en el duelo de esta tarde contra un Leganés que sí que se encuentra al límite.

Porque el cuadro pepinero se la juega ya de verdad. Hundido en el fondo de la clasificación, la reacción que siguió a la llegada de Javier Aguirre al banquillo. Una sola victoria en los últimos siete partidos -y en el último minuto contra la Real Sociedad- y la sensación de orfandad que en Butarque han dejado las salidas recientes de Youssef En-Nesyri y Martin Braithwaite. Los pepineros se han quedado sin gol con la pérdida de sus dos delanteros y desprenden un tufo pestilente a ser los más ricos del cementerio, pues de escaso consuelo resultan los 38 millones de euros ingresados por estos dos jugadores si el club acaba perdiendo la categoría.

No obstante, bien hará El Glorioso en no fiarse de un rival que lleva el carácter competitivo forjado a fuego en su identidad desde que Asier Garitano se lo inculcase en su periplo de cinco años en el club. Un equipo que, como antes, sigue siendo duro y rocoso, aunque de pegada se haya quedado escaso. Y que, para más inri, es un hueso que el Alavés no ha podido roer en Primera, donde los duelos directos se han saldado con cinco empates y dos derrotas. Tendencia a romper para asegurar la categoría.