Vitoria - Girona como punto de partida y Girona como punto de inflexión. Para el Glorioso, claro, que hace un año sentó las bases del milagro con aquel triunfo histótico (2-3), pero también para uno de sus jugadores franquicia, Manu García, que en su día llegó a formar parte del conjunto gerundense. Sucedió en el verano de 2008, con el equipo recién ascencido a Segunda. Un capítulo con más oscuros que claros que apenas duró unas semanas. Lo recordaría bien el propio García años después en su web personal (www.manugarcia19.com): “Descubrí la realidad del mundo del fútbol, que no todo son sonrisas, dinero, reconocimiento, entrevistas, premios, goles, campos llenos... En este mundo o rindes o no vales, o sirves o te apartan a un lado”. En aquella tarde de julio, junto a una de las porterías de Montilivi, el sueño de aquel joven vitoriano saltaba por los aires. Había apostado por dar el salto al fútbol profesional después de ocho temporadas en la cantera de Zubieta y a las primeras de cambio, el bofetón fue de aúpa. Raúl Agne, técnico entonces del Girona, se lo dejó claro una semana antes del comienzo del campeonato. “Queremos que salgas cedido al Lorca, no estás respondiendo a nuestras expectativas. Vamos a apartarte del equipo”, le soltó a bocajarro. Un día después se entrenaba en solitario en un campo anexo junto a un preparador físico. Apartado del equipo. Una situación durísima para un chaval de 22 años con un primer contrato profesional de tres temporadas bajo el brazo. “Fue una semana muy difícil en lo psicológico, desilusión, incertidumbre, frustración... Sin embargo, sin saberlo, adquirí experiencia, conocí un vestuario profesional, los intereses de la élite, la necesidad de un rendimiento inmediato, la competitividad interna, la exigencia física y la falta de tiempo...”, reconocería después el jugador, que a partir de ahí, rompió peras, deshizo el camino andado y firmó por el Real Unión de Irún (2ª B) para empezar de cero. “Llegué motivado, dispuesto a demostrar que se habían equivocado y aunque no lo sabía siendo mucho mejor futbolista, no en lo técnico, no en lo táctico, pero si en lo mental. Se estaba forjando el Manu que, años más tarde, con la madurez, sí podría disfrutar del fútbol profesional. En Girona aún no estaba preparado”, reconocería el futbolista alavés.
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