El Príncipe de las Bateas
La polémica y la genialidad definen a Iago Aspas, un goleador que ya es historia viva del Celta, donde ejerce de líder futbolístico y espiritual.
A sus 29 años, Iago Aspas ha alcanzado la madurez futbolística y ejerce de pleno derecho el liderazgo deportivo y espiritual del Celta, el club donde comenzó a labrar su carrera a los nueve años, dos menos que la cifra de goles que lleva anotados en lo que va de liga, lo cual le sitúa como el máximo artillero estatal. Seis de esos once goles los ha marcado en tres dobletes, ante Las Palmas, Betis y especialmente frente al Deportivo, acontecimiento que celebró besando con fruición el escudo del Celta y dirigiéndose a la hinchada deportivista con evidente ánimo de tocarles la moral. Con este gesto, Iago Aspas recobró por un instante su peor perfil, el de forofo recalcitrante. Era la primera vez en sus ocho años en el equipo olívico que ganaba al Deportivo (4-1) y eso, para un antideportivista confeso como él, fue demasiado. La víspera (22 de octubre) le preguntaron: Si tienes un hijo y se hace del Dépor, ¿qué harías?: “Le mandaría a trabajar en las bateas”, contestó, eso sí, en tono jocoso, no en vano el mismo se hace llamar el Príncipe de las Bateas, esas plataformas situadas en las rías donde se cría el sabroso mejillón gallego.
Tras el partido le llovieron las críticas por su zafio comportamiento, aunque luego pidió disculpas a quienes “se hubieran sentido ofendidos”, es decir, toda la afición coruñesa. Aquel día el delantero probablemente alcanzó el momento álgido de su carrera. Ganó al Dépor y fue elegido como el jugador más destacado en el mes de octubre. Pero lo mejor estaba aún por llegar.
Los problemas físicos de Diego Costa empujaron al seleccionador español Julen Lopetegui a elegir a un sustituto, y convocó al delantero de Moaña. Su debut se produjo nada menos que en Wembley, frente a Inglaterra. Anotó un gol antológico (2-2). En la celebración también se besó el escudo y probablemente también quiso desafiar con su festejo a un puñado de hinchas ingleses, para más señas seguidores del Liverpool, que horas antes se mofaron de él por la desafortunada experiencia que vivió con los reds, que en junio de 2013 pagaron al Celta nueve millones de euros por su traspaso. El gallego únicamente anotó un gol en los 378 minutos que jugó, repartidos en 14 encuentros. El entrenador era Brendan Rodgers y apenas pudo encontrarle hueco en una delantera donde formaban parte ilustres como Luis Suárez, Sterling o Sturridge.
El Celta no tuvo reparo alguno en abrirle la puerta para que pudiera labrarse a sus 25 años una brillante carrera en uno de los clubes más prestigiosos de Europa. El dinero que el Liverpool pagó por él le vino de perlas al club celeste, que captó a Nolito, Fontás y Rafinha, contrató a Luis Enrique como entrenador y se consolidó en Primera División.
Al año siguiente, el Liverpool traspasó a Aspas al Sevilla, donde tampoco pudo exprimir su indiscutible clase. Entre frustración y contrariedad por su escasa participación en el juego, sacó a relucir su rebeldía y no tuvo reparos en enfrentarse abiertamente con Unai Emery, tanto en las redes sociales como cara a cara. Y un encontronazo con el técnico a mitad de un partido le costó caro. O tal vez no.
La confirmación de su fracaso también en el Sevilla y la consolidación de su fama de díscolo lo supo aprovechar el Celta para repatriar al hijo pródigo, abonando cuatro millones de euros a la entidad hispalense. Su presentación fue un acontecimiento social. Volvía quien para muchos es el mayor talento del club en toda su historia. La afición, sobre todo, tiene memoria. Difícilmente puede olvidar aquel chico con ficha del filial que anotó dos goles al Alavés (2-1) y así evitó en la antepenúltima jornada de la temporada 2008-09 el descenso a Segunda B y su virtual desaparición, ahogado por las deudas. O los 23 goles que sumó en la campaña 2011-12, fundamentales para que el Celta lograra el ascenso; como también lo fueron los 12 que marcó al año siguiente, que contribuyeron poderosamente a evitar el descenso.
De regreso a casa, Aspas ha recobrado su mejor versión futbolística, pero también lo peor de su carácter. Su entrenador, Eduardo Toto Berizzo, le calificaba recientemente así: “Desde su llegada se ha transformado en un líder. En otra época de su vida, en su juventud, ha sido díscolo, reacio a asumir responsabilidades, pero en su regreso se ha convertido en el ejemplo para toda la cantera. Creció aquí y que quiere a los colores, que no juega solo al fútbol por profesionalidad, sino que le mete a su juego pasión y eso se nota en su manera de jugar”.