Vitoria - Aunque nunca ha dejado de haber enfrentamientos contra rivales cercanos en los recientes y negros años, el alavesismo recupera esta temporada los derbis en su máximo esplendor, esos que llenan los estadios y visten las ciudades de los colores de cada equipo. En ese transitar de la última década por Segunda y Segunda División B no faltaron los duelos regionales, pero en Primera es otra cosa. Más aún con la coincidencia de cinco equipos vascos, lo que va a propiciar prácticamente un atracón que para El Glorioso empieza este sábado con la recuperación del enfrentamiento con la Real Sociedad. Un derbi en blanco y azul que se recupera para la máxima categoría después de haber vivido su última etapa en la división de plata.

“El ambiente era de Primera”

Pocos son los futbolistas que, en los tiempos modernos, hayan vivido este derbi desde los dos bandos. Uno de ellos es Gaizka Garitano, actual entrenador del Deportivo. El otro, Sergio Rodríguez. Caminos cruzados los del vizcaíno y el riojano: el primero cambió Donostia por Vitoria, lo contrario que hizo el segundo. Con los dos clubes en Segunda, se enfrentaron en la temporada 2007-08 y en la 2008-09 cambiando de camiseta. Asentado hoy en su Logroño natal, donde ejerce de profesor y ayuda en las categorías inferiores del Unión Deportiva Logroñés, recuerda esos derbis como si se hubieran jugado ayer. No en vano, vivió en primera persona uno de los partidos más memorables de la historia del Alavés: la remontada (3-2) con el gol de Toni Moral en el descuento en Mendizorroza en la penúltima jornada de la 2007-08 que evitó el descenso y abrió las puertas a la salvación que se consumaría en Vigo.

“Ha sido el partido más emocionante que he vivido en mi carrera. Estábamos en una situación dramática, todo el mundo nos daba por descendidos con lo que suponía aquello para un club que económicamente estaba muy mal, el año fue muy difícil... En el minuto 90 estábamos en Segunda B y cinco minutos le dimos la vuelta y eso nos abrió la puerta a la salvación. Fue la leche. Salió gente al campo y yo no sabía si había terminado el partido o no”, rememora el riojano.

Mucho antes, en la primera vuelta, se produjo la visita a Anoeta. Recuerda de aquel momento “el ambiente de Primera que había, con mucha gente en el estadio desde mucho tiempo antes del partido y mucho colorido en las gradas”. En un partido “feo”, la Real se llevó el triunfo al final con un gol de Elustondo, pero en la memoria queda el aroma de partido grande: “Me dio la sensación de estar jugando contra un equipo de Primera de verdad. Más de veinte mil personas, cuando llegamos a Anoeta ya había mucha gente con camisetas... El campo tiene pista de atletismo, pero ni se notaba. Yo tenía la misma sensación que cuando iba a Las Gaunas de pequeño a ver al Logroñés en Primera. Cuando pasaba algo, un uy o una falta, había una gran exclamación. Era un ambiente de Primera”.

Al final del curso, cambió de camiseta. Y fue protagonista marcando en el primer minuto del nuevo derbi en Anoeta, aunque luego llegó el empate alavesista por mediación de Emilio Sánchez. “Era muy especial porque venía de estar muy a gusto en Vitoria y la situación crítica que vivimos nos unió muchísimo. Yo le tengo mucho cariño al Alavés porque viví muchos momentos duros que acabaron siendo buenos. Fue muy especial porque conocía a todos y justo al salir voy y marco. Fue una sensación muy rara ese gol”, evoca.

La vuelta supuso también un momento muy especial para el riojano. Justo esa misma semana del derbi, Sergio Rodríguez inauguraba un restaurante en Vitoria. En La Tagliatella se juntaron muchos amigos que unos días después serían rivales: “Fue todo muy cercano porque entre unos y otros también se conocían. Estábamos ahí todos juntos cenando cuando el sábado teníamos partido. En ese sentido, fue raro y lo viví con especial emoción porque conseguimos reunirnos justo antes del partido”. De nuevo marcó la Real primero, pero la victoria se quedó en Mendizorroza (2-1).

“Las aficiones no van de la mano, pero casi”

Para recordar el derbi en blanco y azul en Primera hay que retrotraerse a los años gloriosos del Alavés. Y uno de los protagonistas en la mejor campaña liguera en la historia del club, la 1999-00, fue toda una leyenda realista: Meho Kodro. El bosnio se destapó como gran goleador durante cuatro temporadas en Donostia y tras pasar por Barcelona y Tenerife desembarcó en Vitoria, donde contribuyó con cinco goles a la clasificación para la Copa de la UEFA.

“Me lo pasé muy bien en todos los sentidos. Como club, en la ciudad, en el vestuario. Nos metimos en buena dinámica desde el principio, todo funcionaba y fue sobre ruedas. Los jugadores teníamos una confianza muy grande y fue muy bonito. En la última jornada en Bilbao luchando por Liga de Campeones...”, rememora.

La visita a Donostia, la que hoy sigue siendo su casa mientras ve fútbol a la espera de encontrar algún banquillo, estaba marcada en rojo, como siempre que le tocó volver: “Siempre cuando volvía a Anoeta tenía un sentimiento especial, pero muy extraño. Era mi campo y mi público, pero te debes a tu equipo y cuando saltas al campo son unos pocos minutos que se pasan y luego te centras en el partido”.

De sus derbis, el bosnio se detiene especialmente en la cordialidad entre las aficiones. Algo que le chocó después de sus experiencias en la antigua Yugoslavia. “Me sorprendió de los derbis que las aficiones están juntas. No van de la mano, pero casi. Independientemente de lo que pase en el partido, después se reúnen y siguen la fiesta, Me gusta mucho esa forma de ver el fútbol. Cada uno apoya al suyo durante el partido, pero antes y después hay unión entre las aficiones. Todo muy diferente a lo que yo estaba acostumbrado”, asegura.

Kodro vivió este derbi como jugador con la camiseta del Alavés, pero en la etapa de los vitorianos en Segunda B también se enfrentó a ellos como entrenador del filial realista. Desde el césped o desde el banquillo, tiene claro que son partidos “diferentes”. “Hay mucha más carga emocional. Es un partido que empieza siete, diez o quince días antes de empezar. Sales a la calle y te hablan, coges el periódico y lo ves, el vestuario... Te vas metiendo poco a poco y es una carga emocional que llevas al partido. Son diferentes”, explica un Kodro que anima a las aficiones a disfrutar de Donostia antes y después del partido: “Es un día muy bonito para vivirlo en la calle porque se respira fútbol”.

“Son semanas largas y partidos cerrados”

Durante esos cinco años de esplendor alavesista, una figura aparecía de manera permanente en el lado txuriurdin. Hasta 372 partidos acumuló Alberto López defendiendo la portería del club de su vida. Seis de ellos fueron derbis con el que después acabaría siendo el club que le diese las riendas de su banquillo, viviendo también momentos históricos: “Tradicionalmente, para la Real el derbi siempre fue contra el Athletic, pero con la aparición del Alavés tuvimos otro derbi en Primera con todas las de la ley. Ya se veía la manera de funcionar del club, esos que van creciendo con base firme poco a poco. Y aquello desembocó en la final de la UEFA”.

Uno de los duelos más recordados de aquella época lo vivió el irundarra desde el banquillo de Mendizorroza que luego tan bien conocería. El último partido de la campaña 1998-99, en el que El Glorioso se jugaba la permanencia un año después de subir. El del gol de Julio Salinas con la mano; el de De Pedro pidiendo perdón a la grada por marcar: “Me acuerdo el derbi de la salvación, cuando nos ganaron 2-1 para salvarse. Nos tocaron momentos de urgencia. Me acuerdo otro año con Mané que para nosotros era muy importante, empezamos 0-1 y luego le dieron la vuelta”.

A Alberto le tocó se protagonista de muchos derbis. Y los recuerda siempre como partidos muy especiales y semanas extremadamente largas en las que aislarse era prácticamente imposible. “Son partidos que suelen ser muy cerrados y yo recuerdo que se me hacían muy largos porque estabas dándole vueltas toda la semana. Siempre tienes cerca a alguien que te lo recuerda, que te dice que es especial, que hay que ganar al vecino, siempre viaja muchísima gente... Son fiestas del fútbol y yo recuerdo que había muchísimo respeto. Ves gente mezclada con las camisetas de los dos equipos y eso es agradable. Esta temporada hay una cantidad de derbis vascos que me encantaría que se pudiesen repetir durante muchas temporadas. Me encanta que en una región tan pequeña haya tantos equipos en Primera”, detalla.

Alberto no puede dejar de ser realista porque es el club que le dio todo. Pero un cachito de su corazón se quedó en Mendizorroza. Con su afición. Por ella se alegra especialmente del regreso a Primera y también le enorgullece ver a los Manu García, Víctor Laguardia o Raúl García con la camiseta albiazul después de haber estado a sus órdenes. “Es un premio y una fiesta para una afición que siempre está con el equipo por poco que le des. Es una maravilla ver ese fondo de Mendizorroza. Es un equipo de Primera. Son solo 100 kilómetros de viaje, así que va a ser una fiesta bonita de vivir. Cuando ruede el balón habrá disputa y será lo que sea, pero seguro que será una fiesta”, asegura.