¿Cómo se ha sentido al recibir el premio?

–No me lo esperaba. Es la primera vez que me presento a algo así y conocía a varios de los representantes de los otros restaurantes de Euskadi, así que no me imaginaba ganar. He sido yo misma y he hecho lo que hago todos los días en mi restaurante. Hay ciertas partes del protocolo que las tengo arraigadas y otras no, pero he intentado hacerlo de la mejor manera posible.

¿Cuál ha sido la prueba más difícil?

–La primera, la del montaje de la mesa. He estudiado turismo y no hostelería, por lo que hay muchas partes del protocolo que no sé. En mi restaurante lo hago completamente diferente y cada paso es otro. Aquí he empezado tan mal que incluso pensaba que ya era imposible que ganase. Luego me he ido relajando con las pruebas y he salido más contenta.

Imagino que no estar en su entorno habrá afectado.

–Sí, aunque soy una persona que en los momentos de mayor tensión me sé templar. Trabajar en un restaurante en el que el cliente medio es de entre 40 y 60 años ayuda a calmar esos nervios y ser natural.

¿Cuál cree que debe de ser la principal habilidad que debe tener un jefe de mesa?

–Sobre todo sonreír, ser amable y empático. Hay que tener la capacidad psicológica de saber quién tienes delante muy rápido. Tienes que captar enseguida qué servicio quiere y cómo le puedes ayudar. Y luego es muy importante que te guste tu trabajo. Tienes que hacer sentir a todo el mundo en casa.

Es importante que haya un campeonato como este para poner en valor la labor de estos profesionales ¿no?

–Sí. En mi caso, mi pareja es el jefe de cocina y yo ejerzo como jefe de sala y maitre. Estamos al 50% y hay una armonía muy bonita, pero llevamos muchos años en los que la cocina ha cobrado muchísimo protagonismo y la sala ha quedado en un segundo lugar, pero, en realidad, es igual de importante. Si la cocina no sale tan bien, pero el servicio es muy bueno, la gente puede repetir y dar una segunda oportunidad. En cambio, si es al revés, si tú no eres amable con la gente y no haces sentir a la gente como en casa, esa gente, por muy bien que coma, no va a volver.