El seguimiento hecho por URA para analizar el estado de las masas de agua situadas en Álava concluye que los embalses presentan un buen potencial ecológico, es decir, cumplen los objetivos medioambientales que marca la normativa, mientras que el resto de zonas húmedas, lagos, lagunas, balsas y charcas no lo hacen.
De hecho, únicamente aprueban tres: Salinas de Añana, la Charca de Monreal, en Zuia, y la Laguna de Carralogroño, en Laguardia.
Las seis restantes suspenden. Se trata del lago de Arreo, en Lantarón; las balsas de Arkaute y Betoño, en Vitoria; y parte del complejo lagunar de Laguardia: Carravalseca, Prao de la Paul y Musco.
Y de todas ellas, puede decirse que el peor resultado se lo lleva la balsa de Betoño, en el encharcamiento de Salburua.
A todas estas masas de agua les faltan elementos para cumplir los objetivos medioambientales o acercarse a ello. Pese a la ligera mejoría detectada, persisten los problemas. “Está claro que necesitan mejoras y que en la evolución se tiene que ver una línea ascendente”, corrobora el técnico de URA, Alberto Manzanos.
No obstante, independientemente de los resultados, la Agencia Vasca del Agua coge con pinzas los datos, ya que tiene dudas sobre lo adecuado del método utilizado al que, en opinión del técnico de URA, le falta muchas vueltas de tuerca.
“Aplicamos lo que marca la normativa, pero no estamos seguros de que sea lo más correcto, ya que creemos que habría que adaptarla más a cada humedal, puesto que por climatología, geología, altitud, etc, cada uno es de su padre y de su madre.
Sin embargo, los sistemas de evaluación son iguales para todo un grupo de zonas húmedas”, se cuestiona. Añadida la coletilla de que la forma de medir el potencial o estado ecológico de las masas de agua no está lo suficientemente contrastada a nivel europeo, sí tiene claro el por qué de los deficientes resultados de lagos y lagunas.
“La presión humana en el entorno dificulta el desarrollo de la vida vegetal de estas aguas”
Apunta a las alteraciones que sufren las márgenes de estos humedales alaveses debido a la presión humana en el entorno, que dificulta el desarrollo de la vida vegetal propia de estas aguas, además de otras problemáticas asociadas, como la presencia de especies invasoras, es decir, no propias del entorno, aunque este parámetro no es objeto de este estudio.
“Provocan cambios en el ecosistema que, finalmente, no permiten calificar como bueno el cumplimiento de los objetivos medioambientales”, señala.
La presión humana
Todo este impacto fruto de la actividad humana, ya sea por el uso agroganadero, por las depuradoras o por cualquier otra infraestructura que ocupa el entorno de las lagunas desencadena la presencia de un exceso de fósforo y falta de plantas acuáticas, detecta el informe de URA.
Detalla el técnico que un alto nivel de fósforo puede provocar que se dé un crecimiento excesivo de plantas inadecuadas, lo que implica una posible modificación del ecosistema. “Es una alteración. Por ejemplo, el viñedo que rodea las lagunas de Laguardia, así como otros usos agrícolas que no dejan que haya una franja natural alrededor de la zona húmeda. Si los humanos lleváramos años sin estar en la tierra y, entonces, fuéramos a realizar mediciones, no debería haber alteración alguna...”, apunta.
Ante esta situación, cabría adoptar medidas correctoras. Con todo, la recuperación no sería de hoy para mañana. “Aunque abandonásemos toda actividad agraria, la mejoría sería lenta”, constata.
Masas de agua
URA califica de bueno el potencia ecológico de los embalses alaveses de Albina, Ullibarri, Urrunaga y Maroño. En el apartado de lagos y lagunas, suspenden lago de Arreo, balsas de Arkaute y Betoño, Carravalseca, Prao de la Paul y Musco, y se salvan Salinas de Añana, charca de Monreal y laguna de Carralogroño. También analiza otras zonas húmedas deficientes: lagunas de Lacorzana (Valles), Olandina (Montaña) y Navaridas (Rioja Alavesa), y las balsas de Quintana (Montaña) y Sierra de Entzia.
“En algunas ya hemos intentado actuar, como en lago de Arreo, pero es muy complicado, difícilmente podemos hacer frente a determinadas presiones, no hay capacidad humana”, considera. Pese a ello, URA considera necesario mantener las labores de seguimiento que se realizan anualmente. Eso sí, “hay que analizar no solamente las evaluaciones sino también las evoluciones. La evolución nos habla de ligera mejoría; sin embargo, se mantienen las amenazas que existían”, puntualiza.
“Necesitan mejoras, ya que en la evolución se tiene que ver una línea ascendente”
La finalidad de esta red de vigilancia de lagos, humedales interiores y embalses es analizar cómo están estas masas de agua, dar un toque de atención. “Está claro que no parece que sea correcto el potencial ecológico, pero tampoco las herramientas de medición, de ahí la incertidumbre en la valoración; el panorama no parece bueno, pues veamos también si el termómetro es el adecuado”, invita el técnico de URA.
No obstante, a pesar de los resultados, los humedales no corren peligro de desaparecer. Además, la mayoría tiene figuras de protección. “La falta de naturalidad del entorno es la principal amenaza, sobre todo la presión agrícola; basta observar la charca de Monreal, cerca de Altube, dentro del Parque Natural del Gorbea, en un entorno muy natural, así que, aunque haya aportes de fósforo o nitrógeno en el entorno agrario, antes de llegar a la charca, la vegetación hace de filtro, con lo cual siempre va a estar en mejor estado que las lagunas de Laguardia, por ejemplo”, explica.
Otro problema común de los humedales es la presencia de especies invasoras, caso del mejillón cebra en el pantano y de otro tipo de peces, moluscos y plantas. Producen alteraciones que van más allá de su mera presencia, en el hábitat, pérdida de la diversidad y desplazan a las especies autóctonas. “Vienen de fuera, les quitan la casa y, entonces, no pueden crecer adecuadamente”, ejemplifica.
Humedales secos: Oscilaciones en el nivel de agua
- Lagunas de Laguardia. Las oscilaciones en el nivel de agua de estas zonas húmedas son habituales, per se tienen ciclos de temporalidad; por eso, cuando se secan parte del año, suele ser por causas naturales, explica el técnico de URA, Alberto Manzanos. Así, la laguna de Prao de la Paul, que es artificial, una balsa de riego, la Diputación la vació hace un tiempo, y como no ha llovido mucho, no se ha vuelto a rellenar. Otras, como Carralogroño y Carravalseca se secan porque tienen periodos con agua y sin ella.
- Balsa de Betoño. También tiene muchas bajadas de agua. En ocasiones, el Ayuntamiento de Vitoria realiza labores de limpieza para eliminar especies invasoras.
- Lago de Arreo. Es el único lago natural del País Vasco y, aunque también puede tener oscilaciones, mantiene bastante bien el nivel. Y la charca de Monreal está en Zuia, una zona más húmeda, con lo que no llega a secarse como otras ubicadas en zonas de baja pluviometría, como las de Laguardia.