El lunes se van a retomar en la zona de Zaldibartxo de Zuia, dentro del Parque natural del Gorbeia, los trabajos de excavación arqueológica que, hace ahora un año, se llevaron a cabo en un abrigo bajo roca (una cueva de pequeñas dimensiones) sito en la citada área, después de que el miembro de la asociación etnográfica Aztarna de Amurrio, Luiso López, encontrara en su superficie, y de forma fortuita, una veintena de fragmentos de cerámica que hacían pensar que había estado habitada, como después ha quedado demostrado.

De hecho, fue Aztarna quien –en su afán de promover y conocer el patrimonio histórico y cultural de su entorno, así como los modos de vida, usos y costumbres tradicionales, en el alto Nervión y Gorbea– logró financiación para aquella primera intervención de vocación valorativa, “que permitió documentar una intensa secuencia de ocupación del abrigo durante la época plenomedieval, extendiéndose desde el siglo X hasta el XIII, y que parece estar relacionada con la explotación económica de los recursos del entorno, habiéndose hallado evidencias de producción de hierro, y un conjunto cerámico significativo”, ha explicado el arqueólogo de Laudio Sergio Escribano que, como en la primera campaña, dirigirá la excavación.

El proyecto cuenta con un presupuesto de 900 euros del Ayuntamiento de Zuia y la propia Aztarna, que ayudará en las labores de excavación junto a otros colaboradores externos, siempre bajo la supervisión de Escribano, a cuyo cargo –como miembro del Grupo de Investigación en Patrimonio Construido (GPAC) de la UPV, que aportará la infraestructura necesaria– también estuvo el estudio arqueológico del entorno de Ermualde en Laudio. Los trabajos de topografía, por su parte, estarán en manos de la cooperativa gasteiztarra Enklabe KST, que desarrolla su actividad en diferentes vertientes dentro del campo de la puesta en valor del Patrimonio histórico, artístico y arqueológico.

282 fragmentos de cerámica

El trabajo de campo, propiamente dicho, se efectuará entre los días 17 y 21 de julio, y después le tomará el relevo otra semana de trabajo de laboratorio. El sondeo será protegido con geotextil, mientras que el resto de la estructura quedará tal y como se encuentra en la actualidad. “Cualquier modificación de la propuesta o descubrimientos serán notificados al Servicio de Museos y Arqueología de la Diputación de Álava, de cara a su autorización y toma de decisiones”, ha subrayado Escribano.

No en vano, en la campaña de 2022 se puso de manifiesto que la ocupación de este espacio fue mucho más intensiva de lo previsto, sobre todo durante el segundo momento de ocupación, y muestra de ello son los 282 fragmentos de cerámica recuperados, 147 de los cuales corresponden a la segunda fase de ocupación. En este sentido, la de 2023 pretende ahondar, especialmente, sobre la extensión y naturaleza de la primera ocupación documentada y que ubican en torno al siglo X. “Es una ocupación que se realizó directamente sobre la roca y de la que tan solo tenemos constancia de un fuego, arrasado para construir un suelo de arcilla”, ha indicado, quien intuye que se trate “de una ocupación asociada a las obras de acondicionamiento del abrigo para su inmediata ocupación”.

Un hábitat formado por el suelo y por las paredes de la roca natural, que otorgarían un metro aproximado de profundidad respecto a la cota del abrigo. “Muy posiblemente lo que hemos documentado sea la zona testera de una habitación y mediante el nuevo sondeo podremos caracterizar mejor esta ocupación, tanto a nivel cronológico como funcional”, han adelantado. Asimismo, esperan poder recabar más información sobre las etapas posteriores, que se extendían en sentido oeste, en dirección al área de excavación de esta campaña, y contrastar la interpretación propuesta para su ocupación sucesiva en los siglos XI, XII y XIII.

De ferrones a canteros

Otro de los objetivos es identificar las actividades sociales y económicas que se desarrollaron en el entorno del abrigo, y socializar los resultados de la excavación en una visita pública. Y es que el de Zaldibartxo en la cuenca alavesa del Gorbea es de las pocas ocupaciones en cueva que se han documentado en Euskadi posteriores al año mil, ya que la mayoría se remontan a la Prehistoria, y a lo sumo, a época altomedieval (siglos V al IX-X). Sin embargo, aquí se está ante un espacio doméstico asociado a la explotación de los recursos forestales del entorno, que estuvo habitado del siglo X al XIII, en base a los tres niveles de ocupación identificados, asociados a sendos suelos.

En los dos más antiguos han encontrado escorias y tortas de hierro, que retrotrae a la intensa actividad ferrona a la que fueron sometidos los montes del territorio hasta el siglo XIV, que llegó a prohibirse porque estaba desforestando Álava. En el más reciente, en cambio, los restos de hierro desaparecen, pero persisten los cerámicos, que indican que pasaban largos periodos de tiempo y que había vida en este lugar. ¿A qué se dedicaban entonces, si no podían aprovechar ya la madera y el agua de los árboles y río del entorno para fabricar hierro?. La nueva campaña de excavación arrojará más luz sobre ello, aunque la cercanía del abrigo de Zaldibartxo a varias canteras moleras, para la producción de piedras de molino, puede dar una pista.

De ello dio buena cuenta, precisamente, Luiso López junto a Javi Castro, Iñaki Garcia Uribe y Esteban Etxebarria, todos ellos investigadores altruistas de nuestros tesoros etnográficos, pero profesionales ligados, desde hace muchas décadas, a las Sociedad de Ciencias Aranzadi- en el libro Canteras moleras en el Parque Natural del Gorbeia, que editó la Diputación alavesa el pasado septiembre. Una publicación que tiene detrás una concienzuda labor de investigación de diez años, que ha sacado a la luz y puesto en valor otro de los muchos secretos que, aún hoy día, esconde Gorbeia: la existencia de un total de 147 canteras moleras, en las que desde al menos el siglo XVI, se extrajeron miles de piedras de molino o muelas, que supusieron un negocio bastante lucrativo para los maestros canteros que a ello se dedicaban, hasta hace poco más de un siglo que, con la llegada de la electricidad, dejó a los molinos harineros sin razón de ser.