El municipio de Amurrio y la Tierra de Ayala, sobre todo las cumbres de Sierra Salvada, están desde el pasado domingo un poco más huérfanas. Y es que esa fue la aciaga jornada en la que el montañero Alberto Luengas Otaola partió de este mundo, tras 91 años de andanzas. Este martes, a las cinco de la tarde y en la iglesia parroquial de Santa María, se celebró su funeral de despedida, pese a que él jamás escondió, es más defendió, su alma de librepensador, anteponiendo la ciencia a cualquier dogma religioso.

Así era Alberto, “subversivo, agitador, perturbador y rebelde, por lo menos para las personas de mi generación”, según él mismo se calificaba en la última entrevista concedida a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA con motivo de la presentación de su décimo libro, el pasado julio. Y es que Alberto entrañó como pocos ese concepto tan en boga hoy día del envejecimiento activo, y cuando la enfermedad que combatía desde hace muchos años, sumada a su edad, le comenzó a imposibilitar sus infinitas subidas a la sierra de sus amores –pese a que le quitó de forma muy prematura e injusta, a sus dos hijos Angel Alberto y Alfredo– se negó a quedarse quieto y comenzó a plasmar sus experiencias vitales en una serie de libritos que él mismo editaba, sin olvidar su faceta de compositor autodidacta.

“Con 90 años tengo mucho que contar. Mi pasión es, ha sido y siempre será la montaña, pero con estas piernas ya no puedo… así que invierto mi mucho tiempo libre en escribir. Ya sé que para mucha gente que yo escriba roza la temeridad, pero es mi forma de entretenerme”, explicaba siempre que se le preguntaba el motivo de sus publicaciones.

Todo comenzó en 2012 cuando, con 80 años, se lanzó a escribir una biografía con sus andanzas cuidando el rebaño de ovejas en las cumbres de Sierra Salvada. A ella le siguió en 2015 el libro Generalidades I y, en 2016, Breve reseña de la Tierra de Ayala y su Fuero, en la que disertaba sobre la realización de los testamentos en los ayuntamientos de esta comarca en los que, aún hoy día, rige el Fuero de Ayala, pese a tratarse de un estatuto jurídico del siglo XIV. De igual forma, en 2017 llegó Olvídate de la edad cronológica, sólo es un número. Era una especie de segunda parte de su Generalidades en la que habla tanto de técnicas industriales y astronomía, como de curiosidades en torno a la religión.

Un dualismo, el de la ciencia frente a la religión, que le acompañó toda su vida, como bien saben sus amigos sacerdotes “a los que pongo la cabeza tarumba cuando jugamos a las cartas”, y que le llevó en 2018 a escribir Mis rebeldías. Un libro en el que hace un recorrido por su vida desde que nació el 15 de abril de 1932, “en plena segunda República Española y una hora antes que mi hermana melliza, María Dolores, en un destartalado caserío del barrio de Zerrabe en la localidad ayalesa de Zuaza. Era el sexto de otros cuatro hermanos y dos hermanas y el más torpe, o eso me hacían creer”, resumía, en lo que bien puede ser un reflejo de las vivencias de toda su generación.

Hijo de la República

La que sufrió en carnes propias aquello de “la letra con sangre entra”, el estallido de una Guerra Civil, la dictadura posterior y la llegada de una monarquía parlamentaria. Aquella que descubrió su sexualidad de forma espontánea, con demasiadas preguntas y ninguna respuesta; pero a la que, en cambio, le inculcaban un fuerte apego por las tradiciones. Una vida, como la de tantas otras personas, dedicada a la familia, al campo, a la fauna y flora, especialmente, de Sierra Salvada. Ese macizo imponente a quien en 2019 dedicó su sexto libro Datos históricos y curiosidades en la Sierra Salvada y que, desde muy joven, le inspiró fundar el grupo de montaña Mendiko Lagunak de Amurrio y realizar a crédito el refugio de Goizale. Quizás la hazaña deportiva más destacada de su vida, y que también plasmó en su séptimo libro, en 2020.

En 2021 presentó dos biografías: El ayalés polifacético, dedicada al artesano Juan Antonio Alaña; y la del quien Alberto consideraba pionero del montañismo en Euskal Herria, Andrés Espinosa (1903-1985), y con quien tuvo trato personal, allá por la década de los 60 del siglo pasado. El pasado julio llegó ¿Cuál es el origen del universo?, su décima y última publicación, en la que filosofa en torno al origen de la vida en la Tierra.

Afición al ala delta

Solo la muerte ha podido frenar al inagotable Alberto quien, en la década de los 90, aprovechando su afición al vuelo en ala delta y ultra ligero, también realizó las tomas que configuraron los siete vídeos de otro de sus legados: Recorriendo la Tierra de Ayala. También es autor de un documental que recoge la elaboración tradicional del carbón vegetal en Sierra Salvada, amén de otros de flora y fauna. Méritos de un hombre consciente de su supuesta escasa preparación académica, pero que supo llevar a la práctica una de sus máximas de vida: “el mayor logro del ser humano consiste en vencer sus propias debilidades”. La que ésto suscribe solo puede decir: “Agur eta Ohore, Alberto. Mil gracias por considerarme tu amiga”. A sus seres queridos, su esposa Agustina Isasi, y su hermano Germán, fuerza y ánimo. Descanse en paz.