Esta gasteiztarra fue diagnosticada de trastorno bipolar en las navidades de 2020, en plena pandemia, tras pasar por tres acontecimientos vitales “muy importantes”. Estable desde hace más de un año gracias a las terapias y otras “herramientas” basadas en el autocuidado, Helena García es también desde su fundación la vicepresidenta de Orekabide, la asociación territorial de Trastorno Bipolar y Depresión. El colectivo, que cuenta en la actualidad con 136 personas asociadas, se concentrará mañana a las 19.00 horas en la plaza de la Virgen Blanca reclamando más apoyos y buscando una mayor “visibilidad”. “Todavía hay tanta gente no diagnosticada, tanto estigma y tanto miedo que es difícil llegar a todo el mundo”, advierte.

Antes de nada, ¿cómo se encuentra?

Estoy estable, afortunadamente, y no he tenido ningún brote este último año, que ya es muchísimo. La aparición del diagnóstico fue bastante tardía en mi caso. Y es cierto que me cuido un montón, pero los factores ambientales no están siendo ahora mismo los mejores para mí por motivos familiares. También he ido a orientación laboral porque el tema del empleo es complicado cuando tienes un diagnóstico. Creo que esto es importante recordarlo. La situación que tengo y que tenemos muchos pacientes no es la mejor para rehacer la vida completamente. Hay circunstancias que nos pueden pasar a cualquiera, pero también es cierto que tenemos ese hándicap de la vulnerabilidad al estrés. No sé hasta cuándo, pero lo estoy sobrellevando porque tengo muchas herramientas.

¿Qué es lo que más le está ayudando a salir adelante?

La terapia psicológica y mantenerla en el tiempo es súper importante, pero no todo el mundo se la puede permitir. Y la Seguridad Social no tiene esa constancia que necesita una persona afectada. Por lo demás, intento llevar una vida sana, socializar, llevar unas rutinas, una alimentación saludable... Son cosas que a todo el mundo le vienen bien y que en nuestro caso nos ayudan a llevarlo de la mejor manera posible dentro de la situación.

Teniendo en cuenta que el trastorno bipolar es, según la OMS, la sexta causa de discapacidad a nivel global, ¿cree que las personas afectadas cuentan con los apoyos suficientes, a todos los niveles?

No. Por ejemplo en la asociación necesitamos una trabajadora social, sí o sí. Y nos está resultando súper complicado. También en el ámbito del empleo hay un hándicap muy grande. Yo hasta ahora no me había percatado de ello, porque estaba en fase de recuperación, centrada en otras cosas. Y esto es a nivel personal, pero dentro de nuestra problemática hay gente que tiene que ocultar su trastorno para evitar consecuencias negativas: hablamos de discriminación, de menosprecio... incluso de despidos. Lo hemos visto. Aparte, dentro del empleo protegido las condiciones no son las reales.

Ese estigma, esa incomprensión, siguen ahí.

Sí, sí. Es muy importante el estigma social que hay. Y si lo trasladamos al ámbito laboral, es el mismo, o incluso peor, por todo lo que puede repercutir en la estabilidad personal. Hay compañeros que han tenido muchos problemas en el trabajo.

¿Con qué ánimo encaran este nuevo Día Mundial?

Con muchísima ilusión, porque después de un año y pico de trabajo con Orekabide tenemos más ganas todavía de seguir con el proyecto, de que crezca y de que nos conozcan. Queremos eliminar los estigmas, que la salud mental sea algo de lo que se pueda hablar con total normalidad. Cuanto más se normalice, más fácil será eliminar el estigma que los propios afectados también mantienen. La vida será más fácil para todos. Cuando no se conoce algo, se tiene miedo, se rechaza. La ignorancia es lo peor que nos puede pasar.