¿Sobre que versará este año la jornada?

Se trata de la quinta edición de estas jornadas, en las que planteamos una serie de reflexiones sobre cómo manejar los viñedos buscando una longevidad. Este año, en concreto, tocamos los temas del manejo del suelo y control de plagas en un contexto de cambio climático y desde un enfoque agroecológico, de respeto por el suelo, de conservación, de mejora, de respeto por la planta y de tratar de hacer las cosas lo mejor posible, huyendo de recetas químicas que luego ya hemos visto qué consecuencias nos traen.

A Julián Palacios le gusta autodefinirse como cuidador de viñas, ¿Qué quiere decir con ello?

–Soy ingeniero agrónomo, soy viticultor, soy de San Martín de Unx, en Navarra, soy de familia de viticultores, y me parecía que una definición que me venía como anillo al dedo era ‘cuidador de viñas’. Me parece algo que transmite bastante bien cómo me comporto y cómo trato de cuidar y gestionar mi viñedo y el de las bodegas con las que trabajamos desde la asesoría que tengo.

La vitivinicultura no está siendo ajena al cambio tecnológico general, incluso al lenguaje. ¿Qué diferencia hay entre la viticultura de medición, por la que aboga usted, y la de precisión?

–La segunda edición de cómo cuidar el viñedo se llamó, precisamente, viticultura de medición. Era una reivindicación y un poco levantar la voz porque cuando se habla de la de precisión se pone el foco especialmente en la tecnología, como si esta fuera realmente el fin. Y la tecnología debe ser el medio que nos permita conocer mejor los viñedos.

Imagen de un acto organizado en el Centro Temático del Vino Villa Lucía Redacción DNA

¿Cuál es el punto medio?

–Creemos que toda la digitalización y toda la tecnología están ahí para servir de herramienta, pero no pueden ser un fin en sí mismo. Por eso la viticultura de medición reivindica un poco el uso de la tecnología, con sentido común, con cabeza, pero salgamos al viñedo, observemos y vivámoslo cerca porque es cuando más aprendemos.

El lema de las jornadas plantea el reto de la longevidad del viñedo. Cien años, cuando los tiempos son cambiantes e imprevisibles. ¿Se puede llegar a ello?

–Sí es posible conseguir un viñedo de cien años, ya nos lo han demostrado nuestros antepasados porque los tenemos aquí. Y Rioja Alavesa es una de estas zonas que conserva un patrimonio de viñedo impresionante que hay que ponerlo en valor, cuidarlo y protegerlo. ¿Cuál es nuestro reto? Pues que para que tenga cien años en 2123 hay que plantarlo en el 2023.

“Se ha abusado, en la Rioja Alavesa particularmente, del rotavator”

Pues el campo vive cambios con enorme rapidez…

–Es verdad que parece que la evolución de la viticultura en las últimas décadas no iba a posibilitar eso, porque hacemos todo muy deprisa, hemos hecho cosas con poca reflexión y hay viñedos con 25 años ahora que están más envejecidos que otros viñedos con 80. Por eso estas jornadas surgieron como esa inquietud por compartir conocimiento, de mirar hacia atrás y de decir que necesitamos tener en el año 2123 viñedos de cien años. Y los tenemos que plantar ahora.

¿Cómo se puede lograr?

–Unas lecciones nos las dieron nuestros antepasados y otras tenemos que aprenderlas nosotros porque el contexto también es cambiante. El cambio climático está aquí y hay aspectos sobre los que tenemos que reflexionar: estilos de vino, consumidores, mercados… Todo hay que tenerlo en cuenta, pero sin duda los viñedos longevos, los viñedos antiguos, dan identidad, valor y patrimonio a una zona y eso es algo único e irrepetible.

La realidad indica que se están dando dos modos de trabajo: el uso de maquinaria intensiva o la labor artesanal casi de azada. ¿Dónde está el equilibrio?

–Ese es el objetivo, buscar el equilibrio en todo. A veces, en nuestra sociedad, y el mundo del vino no es ajeno a esto, es muy de blancos o negros. Y en los grises tiene que estar la reflexión, No hace falta una máquina como un edificio de grande, y no siempre tenemos que tener el suelo con una cubierta vegetal todo el año. Debemos ver en cada momento cómo actuar. Lo que si es cierto es que estas reflexiones que estamos poniendo encima de la mesa sobre manejo de suelos también nacen de ver como en las últimas décadas lo hemos maltratado.

¿En qué sentido?

–No nos hemos acordado de los aportes de materia orgánica, porque los hemos sustituido por abonos minerales, hemos aplicado herbicidas de forma continua, se ha laboreado con maquinaria bastante más pesada y hemos abusado, en Rioja Alavesa particularmente, del rotavator. Y con todo eso hemos visto que, en determinados episodios como tormentas, ocurre lo que dice un enólogo de Rioja: “mira, baja el terroir por el Ebro”, cuando baja todo marrón. Y ese suelo lo hemos perdido nosotros, porque estaba en nuestro viñedo.

Un viñedo de la Rioja Alavesa. | FOTO: P.J.P. 2 Pablo José Pérez

¿Cuál es la solución?

–Cuidar el suelo. Hay un componente esencial que es la materia orgánica, que sirve para mejorar su estructura, que esté en mejores condiciones para soportar la erosión, retenga mejor los nutrientes y el agua, haga que las plantas aguanten mejor la sequía y las olas de calor. Y después valorar el poner o no cubiertas vegetales, sembradas o espontáneas y con distintos manejos. Hay que darle al suelo el valor que se merece porque de ello depende que vivan nuestras plantas.

La actividad de Julián Palacios llega a muchas Denominaciones, entre ellas Rioja. ¿Qué grado de salud tiene el de Rioja, el de Rioja Alavesa?

–Los suelos de Rioja Alavesa han seguido en los últimos años la evolución que ha habido en otras partes del país de peor cuidado, pero sí que es cierto que nuestra comarca, por la propia singularidad del viñedo, por el tipo de parcelas, que son pequeñas, con difícil acceso y orografía, rodeadas siempre de monte bajo, de bosquetes y así, el acceso de determinadas maquinarias ha sido menor y diría que estamos en una situación de salud aceptable, o menos degradada que en otros sitios.

¿Se ve esa diferencia en los campos?

–Hay muchos ejemplos en la zona de gente que se ha preocupado por este tema desde hace años y hay proyectos muy singulares que están enseñándonos y mostrándonos cómo se cuidan bien los suelos y cómo repercute eso en la planta y en la calidad de las uvas y de los vinos, que es de lo que se trata al final.