No eran las once de la mañana cuando el ya tradicional tañido de cuernos –surgido de las creaciones del maestro artesano Juan Antonio Alaña de Menagarai– convocaba en la puerta de la villa medieval de Artziniega, fundada en 1272 por Alfonso X el Sabio, a personajes de todas las raleas para dar comienzo a una nueva edición del mercado de antaño. Se trataba de la vigésimo tercera, aunque la cita comenzó a celebrarse hace 25 años, por lo que hablamos de la feria medieval más longeva de Álava. Un dato que también pregonaron, desde las alturas de la balconada de la Torre de acceso al casco histórico (declarado Conjunto Monumental por Gobierno Vasco en 1998), la juventud que ha tomado las riendas de la organización, que inauguró el mercado “como nuestros ancestros, brindando en cuencos de barro llenos de agua de La Teja”, subrayaron, en referencia al manantial “de toda la vida del pueblo, el que esta subiendo la presa de San Antonio”, informó a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA un lugareño.

Iba con prisas, como toda la población de Artziniega este sábado, pues pocos han sido los que no se han involucrado con el objetivo de la cita, en el año que la Villa cumple su 750 aniversario: el de devolverla su carácter popular. De hecho, por las calles y plazas no había la cantidad de puestos de venta de otros años, “¡ni falta que hace!, se ha ganado en calidad y autenticidad”, coincidían en señalar Paki Ofizialdegi, presidenta de la Asociación Etnográfica Artea, y el escultor Xabier Santxotena. Ambos se encontraban en Barrenkale, junto a la fragua de Pablo Respaldiza, en el que denominaron “Rincón de las doncellas”. Un espacio tomado por mujeres, concentradas en sus labores de encaje de bolillos. “Avanzar cinco centímetros te puede llevar 16 horas, contando que no se te rompa el hilo o surja otro problema”, apuntó Mari Sol San Román, la creadora del diseño de la puntilla “Entredós Virgen de La Encina”, inspirada en el fresco de la puerta norte del Santuario de la patrona. “Vendemos el patrón a 5 euros, y todo lo que se recauda va para fondos del templo”, apuntaron.

Cinturones de castidad

En el espacio tampoco faltaba una muestra de cinturones de castidad. “Nos han dejado con ellos puestos y se han ido a hacer la guerra, estos maridos nuestros”, subrayaba socarrona Ofizialdegi. El artífice, Santxotena. “No te lo vas a creer pero la primera en probarse uno fue Toti” –sí la escritora, Martínez de Lezea–. “Somos amigos”, aclaró, quien también andaba junto a la fragua preparando el condumio para sus compañeros de la asociación etnográfica, que sacaron a la calle la ya famosa rueda de reja y una recalcadora. Es decir, la máquina con la que se reparaban las llantas de las ruedas de los carros, cuando no existían los coches.

El menú: tomatada encebollada, chorizo, morcilla, olla podrida, asado de pernil al kerrel, frutas del tiempo y rosquillas del convento; así como tisanas, infusiones, café, licores de endrinas, anisados y aguardientes, y zumo de uvas fermentadas reposadas en barriles de roble.

En las inmediaciones de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción se encontraba el maestro Alaña, que ha vuelto a sorprender con su magna experiencia en la talla y decoración de cuernos. A sus espaldas el público admiraba una enorme campana. Y es que, al romperse la mayor y central del Santuario, se ha fundido una nueva compuesta de un 22% de estaño y un 78% de cobre, que da lugar al bronce, y que tiene nombre propio, Arteko Gure Ama, y una leyenda en euskera que reza 750 años dando gracias a Dios-2022. La pieza ha estado expuesta en el pórtico de entrada a la parroquia, cuyas bóvedas siguen siendo un auténtico reclamo para visitantes. “Son obra de los pintores del pueblo. Hay que fijarse muy bien para buscar los anacronismos que recogen”, explicó Alaña, en referencia al móvil, bolígrafo, preservativo, botella de cerveza, tirita, planta de cannabis, y hasta un ordenador, unas páginas amarillas y un tatuaje con el símbolo de la hoz y el martillo que lucen los santos. Sus autores hace ya doce años que los culminaron y ahora llevan, desde 2010, pintando el mural de Goikoplaza, con rostros de las personas e incluso mascotas que, a cambio de un donativo, desean ser inmortalizadas.

Al cepo por trasto

Otro escenario que ha atraído miradas ha sido el campamento de guerra que, a lo largo de toda la jornada, ha invitado tanto a nobles como a plebeyos a jugar y bailar al más puro estilo medieval, aunque si te portabas mal te metían al cepo, como le ocurrió a la joven Batirtze. Justo en frente, se encontraba el rincón de infantes. Una guardería muy medieval que dio la oportunidad a los aitas y amas de visitar el mercado con la tranquilidad que da tener a los peques a buen recaudo, y que se vio reforzada por una muestra de esculturas de Toni Gómez y un corral de ovejas, cuyo pastor andaba esquilando; así como por una muestra y exhibición de aves rapaces, entre las que destacó “Agua”, un águila Harris que, guiada por su cuidador, ofreció un espectáculo participativo y entrañable.

Por allí también andaban animando las calles el grupo local de percusión Builaka, los tambores bastardos de la Companyia Almugavar Ixera de Aragón, y la compañía de teatro La Cremallera, que aportó ambientación con sus personajes fantásticos (Los Duendes, David el Ogro o Los Rastreadores), así como el broche de oro a la jornada con un espectáculo nocturno de fuego en Goikoplaza.

Tampoco han faltado las rosquillas de las madres Agustinas, los cantos de Bleibet; la tahona de la asociación de mujeres Hiriska, que han estado acompañadas de una haima bereber en la que se degustaban tés y pastas; o los pases de tocados medievales que –elaborados por Estíbaliz Santisteban y su amatxu Maribi Cañibe– han vuelto a lucir, de forma insinuante, las chamorras de la villa. En definitiva, todo un despliegue de un pueblo volcado en la celebración de los 750 años de su villa, al que ha acompañado hasta el buen tiempo y que ha demostrado que menos es más.