Conoce al dedillo la capital alavesa. No en vano, Salvador Rueda es una figura esencial en la transformación que emprendió la ciudad en su movilidad. Una experiencia y un conocimiento que, junto a su labor como director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, aportará al Foro Álava Objetivo 2022, que organiza DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA el próximo 16 de noviembre en el Palacio Europa con el tema Impulsando un modelo económico y social sostenible. La inscripción para acudir al foro ya están abiertas en la web de DNA.

La mesa redonda en la que tomará parte está dedicada a 'Talento, entorno sostenible y bienestar: un círculo virtuoso'. ¿Qué es un entorno sostenible o, más concretamente, una ciudad sostenible?

-Yo entiendo que una ciudad sostenible es la mejor para vivir. Eso quiere decir que tiene una calidad urbana muy elevada que nos lleva a tener una calidad de vida muy elevada. Es un ecosistema urbano, que tiene controladas prácticamente todas las variables, como los sistemas naturales tienen las suyas.

¿Qué es un ecosistema urbano?

-Un ecosistema urbano es la ciudad entendida como un lugar en el que se establecen relaciones entre los elementos que la componen. Pero se ve de una forma integral, desde un punto de vista holístico, es decir, se integran todas las piezas procurando que ninguna de ellas entre en disfunción. Esos elementos que se relacionan tienen tanta variedad de componentes de información y de contenidos como la propia ciudad. Ahí viene el conflicto: buscar las resultantes para que todo encaje, no solo para la vida interior de la ciudad, sino también para las repercusiones que pueda tener la ciudad en el entorno.

¿Es posible compatibilizar un desarrollo sostenible a nivel ambiental con el económico y social?

-Obviamente. Si no, no tiene sentido. La idea es poder compaginar el desarrollo económico con todas las variables relacionadas con lo ambiental y, naturalmente, con lo social. Si hacemos una ciudad maravillosa en la que la gente no puede vivir y no puede convivir porque se generan desigualdades inaceptables, no tiene sentido. Cuando se habla de una propuesta de ciudad sostenible, todo tiene que estar alineado. Y ahí entra la ecología urbana, que hace un esfuerzo tremendo para poder alinear todas las piezas e integrarlas.

A primera vista parece difícil conciliar intereses medioambientales, sociales y económicos.

-En buena medida la sociedad industrial incorporó unos procesos de transformación como no se había conocido en la historia, pero primó la ganancia de aquellos que detentaban la posibilidad de ganar sobre otras cuestiones. Todo eso ha ido avanzando en un proceso en el que, a nivel social, el mundo del trabajo ha reclamado vivir dignamente, y se han generado grandes conquistas para el bienestar laboral y social; pero ahora también hay que reivindicar que la actividad económica, y en particular la industrial, no tiene por qué ser incompatible con un respeto a las leyes de la naturaleza y con el cuidado al entorno. Hay una solución a esto, desde mi punto de vista: cambiar la estrategia para competir. Hasta ahora, está basada en un consumo de recursos desaforado. Esa estrategia nos ha llevado al desastre. Es incompatible poder asegurar el futuro si basamos nuestro crecimiento económico en consumir más suelo, más materiales y más energía. El límite ya lo tenemos encima de la mesa. Y la estrategia que creo que puede dar salida a buena parte de estos problemas es la basada en la información y el conocimiento, en una economía que se basa más en los servicios desmaterializados que en la economía basada en los objetos, la materialidad y el consumo de recursos. Ahora bien, también es verdad que seguramente van a tener que cambiar algunas reglas del juego porque, si no, no tenemos futuro.

"No es de recibo que un 23% de viajes en coche estén ocupando casi el 65% del espacio público. Esto no quiere decir ir en contra del coche, sino contra el mal uso del coche"

¿Y cuál es el papel de la movilidad en esa ciudad sostenible?

-La movilidad tiene que acompasarse con los objetivos que estamos buscando. Tenemos que repensarla, hacerla eficiente, con un consumo de energía mínimo. Por eso es tan importante el transporte público, la bicicleta, los desplazamientos a pie... Tenemos que tener las alternativas preparadas y desarrolladas para poder movernos de una manera sostenible.

¿Existe la conciencia suficiente para abordar este cambio de reglas de juego en el ámbito institucional, económico y en la ciudadanía?

-No, si no no estaríamos donde estamos. No hay conciencia. Se habla mucho, pero no hacemos nada. También es verdad, para ser más justo, que todos los procesos de cambio se producen con un paso previo que es la verbalización institucional, y estamos en esta fase. Hemos de empezar a poner el cascabel al gato: ya hay muchos países y ciudades, por ejemplo las del centro y norte de Europa, que han empezado a trabajar. Vitoria es de las ciudades más avanzadas, en España sin duda. Siempre ha seguido una línea: empezó con la peatonalización de Dato, se continuó por el centro, se hizo el Anillo Verde, se planteó un plan de movilidad basado en supermanzanas, se está trabajando en ello... Se sigue una línea que es coherente; queda mucho por hacer, pero va en la buena dirección. Otros ni siquiera han empezado.

Conoce muy bien Vitoria, ¿cuáles debieran ser los siguientes pasos a dar?

-Hay una primera pieza: el espacio público. El espacio público es la clave en una ciudad, porque es la casa de todos; hay que organizarlo en beneficio de todos. Y la supermanzana resuelve todo eso, un espacio público que dedica parte de los usos a la movilidad. Tenemos que decir dónde tienen que integrarse los transportes para poder conectar una parte con otra de la ciudad. Para hacerlo con la mayor eficiencia, el transporte público tiene que mandar sobre el privado, porque el espacio es limitado. La bicicleta tiene que tener una importancia capital y el vehículo eléctrico que tiene que ser preponderante tiene que ser la bicicleta eléctrica. El transporte público es el que hace la ciudad accesible a todo el mundo. No es de recibo que un 23% de viajes hechos en coche estén ocupando casi el 65% del espacio público. Esto no quiere decir ir en contra del coche, en todo caso contra el mal uso del coche. Tenemos el agua al cuello, tenemos una emergencia climática. Esta situación que estamos viviendo requiere reordenar las cosas y cambiar las reglas del juego.