Gasteiz y Álava, como el Estado en su conjunto, se adentraron hace hoy justo un año en un escenario inédito, aunque no por ello menos previsible debido a la crítica situación sanitaria que atravesaban. La propagación de aquel enemigo invisible y todavía desconocido, el nuevo coronavirus, había adquirido velocidad de crucero cuando apenas se tomaban medidas para contenerlo y el tsunami, ya imparable, se llevaba por delante decenas de vidas humanas a diario y amenazaba con colapsar el sistema sanitario. Habían pasado apenas dos semanas desde la confirmación del primer caso positivo en Álava.

La respuesta, la más drástica, llegó a última hora de la tarde del sábado 14 de marzo desde el Gobierno central, erigido en la autoridad única frente a la crisis. Tras una reunión de más de siete horas, el Consejo de Ministros decretaba el estado de alarma en todo el territorio nacional e imponía el confinamiento domiciliario de la población durante un plazo inicial de dos semanas que arrancaría justo un día después. En definitiva, la movilidad quedaba restringida en su totalidad salvo por necesidades básicas y causas de fuerza mayor y toda la actividad no esencial echaba el cierre de manera forzosa.

En ese momento, el número de casos confirmados de covid-19 se elevaba a casi 6.000 en el conjunto del Estado y el de fallecidos, a 200. El paso del tiempo demostraría que en ambos casos eran ya muchos más. Álava, epicentro de la pandemia, sumaba ya 13 decesos y en Txagorritxu y Santiago, donde los ingresos de pacientes con covid-19 aumentaban día a día de forma exponencial, eran atendidas más de 150 personas infectadas. Prácticamente el 90% de los test diagnósticos que se realizaban por aquel entonces eran positivos y la mayoría de los casos confirmados presentaban síntomas de importancia.

Álava, donde la ya declarada pandemia estaba golpeando con mucha fuerza, había comenzado a bajar la persiana paulatinamente en los días previos a aquel histórico 15 de marzo de 2020 y, en muchos casos, por iniciativa propia. Primero fueron clausurados los centros educativos, empezando por los de Labastida y Gasteiz, al tiempo que buena parte de la comunidad china de la capital optaba por un cerrojazo masivo en sus establecimientos. También en Vitoria, los bares y restaurantes de la calle Cuchillería echaban el cierre "por responsabilidad" desde la tarde del viernes 13, empujando a numerosos locales más del Casco Viejo y del resto de la ciudad a tomar la misma medida. Varios establecimientos y cadenas comerciales siguieron también ese camino y la cultura inició su prolongado apagón.

Fue la antesala de la declaración del estado de emergencia sanitaria por parte del Gobierno Vasco, que el sábado 14 decretaba el cierre de los centros de día, los espacios culturales, la hostelería y todo tipo de actividad considerada no esencial. Una orden que apenas unas horas después quedaría eclipsada por el decreto de estado alarma aprobado de forma extraordinaria por el ejecutivo de Pedro Sánchez y que hizo extensibles éstas y otras restricciones a todo el territorio estatal. Gasteiz ya era, sin embargo, una ciudad casi desierta en la tarde del sábado 14 por la cuarentena autoimpuesta por miles de sus vecinos.

La limitación de la movilidad salvo para el desarrollo de actividades esenciales como la compra de alimentos o fármacos, la asistencia a centros sanitarios o de trabajo o la atención a personas dependientes, y siempre en solitario, entró en vigor en la medianoche del domingo 15. España seguía así la estela de Italia, el primer país europeo en imponer una cuarentena tan estricta. Sin embargo, hubo cierta confusión inicial porque el Gobierno central pretendía en un principio activar el confinamiento desde el lunes 16 y finalmente modificó el borrador del decreto.

Quizá por esta razón, pero también por ese simple hecho de que era un día festivo y además lucía un sol radiante en toda Álava, las primeras horas del encierro estuvieron marcadas por las dudas, la picaresca de algunos vecinos y escenas inéditas que pronto pasarían a convertirse en habituales. Nada menos que durante un mes y medio, hasta el 1 de mayo, el día en que finalmente terminó la versión más dura del confinamiento.

En Gasteiz, por ejemplo, decenas de personas salieron a pasear durante la mañana en pareja o incluso con los niños, a hacer deporte o a visitar a amigos y familiares a sus domicilios, desconocedores o no de la nueva normativa vigente.

Sin embargo, agentes de la Ertzaintza y de la Policía Local comenzaron a desplegarse progresivamente por las calles de todos los barrios de la ciudad para advertir, en algunos casos a través de la megafonía de sus coches, sobre la prohibición de realizar cualquier actividad que se saliera de la larga batería de restricciones ya en vigor. En un principio sólo advertir, porque esas advertencias se convertirían ya en importantes propuestas de sanción a partir del día siguiente.

Los escasos establecimientos que el estado de alarma permitía abrir, como las tiendas de alimentación, las panaderías, las farmacias o los quioscos de prensa, sí presentaron largas colas, mientras la diócesis de Gasteiz apenas tardó en aprovechar el potencial de las nuevas tecnologías para ofrecer la tradicional misa del domingo por streaming.

El empeoramiento de la meteorología terminó de convencer a quienes no se habían quedado en casa por su propia iniciativa y, ya por la tarde, las calles de la ciudad comenzaron a quedarse prácticamente vacías.

Con la noche ya cerrada y bajo un intenso aguacero, miles de gasteiztarras salieron por segundo día consecutivo a las ventanas y los balcones de sus casas para dedicar un cálido y prolongado aplauso a los profesionales sanitarios, un gesto que se repetiría durante todo el confinamiento a las 20.00 horas. Un día después, fue el primero de trabajo -y teletrabajo- para miles de personas bajo el nuevo estado de alarma.

Escenario inédito. Gasteiz y Álava, como el Estado en su conjunto, se adentraron hace hoy justo un año en un escenario inédito, aunque no por ello menos previsible debido a la crítica situación sanitaria que atravesaban. El Gobierno central, que un día antes había decretado el estado de alarma en todo el territorio nacional, imponía el confinamiento domiciliario de la población durante un plazo inicial de dos semanas. En definitiva, la movilidad quedaba restringida en su totalidad salvo por necesidades básicas y causas de fuerza mayor y toda la actividad no esencial echaba el cierre de manera forzosa. El encierro se extendería finalmente durante más de seis semanas.

Contexto. En ese momento, el número de casos confirmados de covid-19 se elevaba a casi 6.000 en el conjunto del Estado y el de fallecidos, a 200. El paso del tiempo demostraría que en ambos casos eran ya muchos más. Txagorritxu y Santiago, donde los ingresos de pacientes con covid-19 aumentaban día a día de forma exponencial, eran atendidas más de 150 personas infectadas.

Un cierre ya iniciado. Álava, donde la ya declarada pandemia estaba golpeando con mucha fuerza, había comenzado a bajar la persiana paulatinamente en los días previos a aquel histórico 15 de marzo de 2020 y, en muchos casos, por iniciativa propia. Primero fueron clausurados los centros educativos, empezando por los de Labastida y Gasteiz, al tiempo que buena parte de la comunidad china de la capital optaba por un cerrojazo masivo en sus establecimientos. También en Vitoria, los bares y restaurantes de la calle Cuchillería echaban el cierre "por responsabilidad" desde la tarde del viernes 13, empujando a numerosos locales más del Casco Viejo y del resto de la ciudad a tomar la misma medida. Varios establecimientos y cadenas comerciales siguieron también ese camino, mientras que la cultura inició su prolongado apagón.

13

Muertes confirmadas por covid-19 acumulaba Álava al inicio del confinamiento, momento en el que más de 150 personas con el virus eran atendidas en el Hospital Universitario Araba (HUA).

1

De mayo. Es la fecha en la que acabó la versión más dura del confinamiento, después de tres prórrogas del estado de alarma. La desescalada real no comenzaría hasta el 11 de ese mismo mes.