escasos días de lo que hubiera sido el inicio de las fiestas de Vitoria, y que a consecuencia de la pandemia se quedaron en un sucedáneo, la Ertzaintza precintó varios bares de la capital alavesa tras detectarse positivos por covid-19 entre sus trabajadores. DIARIO NOTICIAS DE ÁLAVA ha contactado con varios de los propietarios de los establecimientos cerrados para conocer su opinión sobre lo sucedido, más crítica en algunos casos con las formas y la gestión de las actuaciones que con el fondo de las medidas adoptadas.
Pepe Jalas que el sábado 1 de agosto, en torno a la medianoche, tuvo que echar la persiana tras haber dado positivo por el coronavirus una de sus camareras.
“Aquí vinieron dos personas de paisano, dijeron que teníamos que cerrar, tomaron los datos a algunas personas que estaban en el bar, nos preguntaron cuánto tardábamos en recoger, dijimos que media hora y ellos que entonces volverían”, rememora Jalas, que el lunes siguiente, un día después del cierre, desinfectó el bar y esperó al resultado de su PCR y de la de sus empleados, y al visto bueno administrativo, para reabrir.
“Dio positivo un sábado, no había trabajado aquí desde el martes anterior, porque se encontraba mal por otras cuestiones, y los demás hemos tenido todos resultado negativo. Esto lo sabían desde el lunes y hasta el viernes no me dieron permiso para abrir. Sí, eran fiestas, pero si me avisan antes podría abierto el jueves”, lamenta el hostelero, quien considera que en su caso “ha habido un poco de descoordinación”.
Jalas, al menos, cree que todo lo sucedido no ha perjudicado a su negocio, “no sé si algún cliente dejará de venir”, apunta. Eso sí, su impresión es que el cierre de su establecimiento estaba ligado al inminente inicio de las no fiestas, para desincentivar el movimiento de gente por la Kutxi y minimizar así el riego de contagios.
El dueño del Jalas Leku, en ese sentido, considera que “es demasiada alarma para lo que hay”, aunque reconoce que en los últimos días los ingresos hospitalarios por covid-19 están aumentando. “Oyes noticias de que en otros sitios no llevan mascarilla, que hay positivos pero no hay muertes”, señala el hostelero, quien asegura que en la Kutxi el gremio hace lo que puede para garantizar la seguridad, si bien “en verano todo el mundo esta fuera y en la calle tampoco puedes decirle a la gente lo que tiene que hacer”. Jalas agradece, por último, que en su caso el cierre se realizara de forma discreta. “En otros sitios fueron cuando más lleno estaba”, señala.
Sitios como el restaurante Xixilu o los McDonalds de Armentia y de Gorbeia. En el primer caso, al restaurante de la plaza Amárica acudieron varios agentes uniformados a precintar el establecimiento, que a finales de esta semana continuaba cerrado y con una pegatina en la puerta que indica que ha sido desinfectado. En el segundo, agentes protegidos con buzos blancos, gafas y mascarillas clausuraron el restaurante de Armentia, para un día más tarde autorizar la reapertura de este espacio y del de Etxabarri-Ibiña con los trabajadores, 25 en un restaurante y 10 en el otro, que no habían tenido contacto con los contagiados.
“A mí me ha hecho mucho daño. No es tanto el cierre, que nos deja sin dos días de recaudación, como el circo que se monta, la Ertzaintza con trajes de buzo, tres patrullas a todo correr...”, recuerda Sergio Moreno, gerente de los tres restaurantes de la cadena estadounidense ubicados en el entorno de la capital alavesa, en dos de los cuales se detectaron contagios entre la plantilla.
Eso en cuanto a las formas. Sobre el fondo, Sergio resalta que hubo “un caso en cada uno de los dos restaurantes y con ese único caso se cerró, algo que no pasa en ninguna parte de España, y de hecho en el País Vasco tampoco porque hay casos en el País Vasco, en McDonalds y no McDonalds, que no se cierran por tener un caso. Ninguna comunidad decreta el cierre de un restaurante por un caso, porque se cerraría el 90% de la restauración en España”, abunda el gerente de estos dos establecimientos. “A lo mejor -añade- somos nosotros los que tenemos dos dedos de frente, no sé, y lo hacemos así porque es lo mejor”.
El cierre de los McDonalds se produjo el mismo fin de semana en el que se precintó el Jalas Leku y la discoteca Kilimanjaro de la calle Coronación, y Sergio, como Jalas, intuye en este movimiento un aviso a navegantes previo a las fiestas. “McDonalds es un lugar que genera noticia”, advierte el responsable de la cadena en Vitoria, quien lamenta que desde el Ayuntamiento se hable de que les “duela el bolsillo” a quienes tienen comportamientos “irresponsables”, cuando “trabajamos a nivel de seguridad, de higiene y de gestión de la pandemia como nadie”.
Sergio, que tuvo que retrasar un día más la reapertura de los establecimientos para cumplir con los trámites burocráticos correspondientes con Osalan, Salud Pública, con el Ayuntamiento y con la Policía, recalca por encima de todo que quiere pasar página. “Yo prefiero que no se dé más bombo a esto, que se acabe y los restaurantes empiecen a funcionar como antes lo más pronto posible, porque no ayuda ni al sector de la restauración ni a nosotros”, resume.
También al Barrón, establecimiento de la calle Pintorería, acudió la Policía para precintar el local. Sus responsables prefieren no hacer declaraciones, pero sí señalaban con alivio, el pasado miércoles, que por fin volvían a abrir sus puertas al público.
más cierres Tras unos días sin novedades al respecto, el pasado jueves Osakidetza hizo un llamamientos a los clientes del restaurante Sagartoki de la calle Prado y del Oh Malbec de Pío XII para que pidieran cita y se hicieran pruebas PCR. El viernes, además, se conocía que La Tagliatella, en Sancho el Sabio, reabría tras haber sido clausurado por el positivo de un trabajador; y ayer La Regadera, de la calle Dato, volvió a levantar la persiana tras conocer los resultados negativos de las PCR de su plantilla.