VITORIA- Los gasteiztarras han respetado la primera prueba de fuego de las no fiestas. Vacía estaba la Virgen Blanca esta tarde cuando las agujas del reloj del campanario de la torre de San Miguel han marcado las seis de la tarde, la hora en la que cada 4 de agosto se suele lanzar el cohete anunciador de las fiestas patronales de La Blanca, tras cuyo estallido suele dar comienzo la bajada de Celedón, en versión muñeco primero y humana después, iniciándose así las celebraciones de Vitoria-Gasteiz para alegría de las 50.000 almas que se suelen llegar a concentrar en este punto de la capital alavesa.
En cambio en éste verano marcado por la pandemia, a las seis de la tarde lo que ha habido solo ha sido un gran silencio, únicamente interrumpido por toques de campana, que han retumbado en una plaza casi desértica porque solamente podían entrar en ella medios acreditados, como DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, gracias al cordón policial en 13 puntos de la ciudad, que han logrado restringir con éxito el paso de todo aquel al que se le olvidaba que "Este año no toca-Aurten ez".
A la seis de la tarde solo han sonado las campanas, pero no se han visto acompañadas por el chupinazo y la bajada de Celedón. Pero eso no quiere decir que la fiesta, aunque contenida por las circunstancias, no se haya desatado en el Casco Viejo vitoriano. El peso de la tradición es muy importante y a la simbólica hora, en unas terrazas en las que encontrar espacio era complicado, se ha desatado la particular banda sonora de cada 4 de agosto. "¡Celedón, se ha hecho una casa nueva; Celedón, con ventana y balcón!".
Más detalles mañana en la información de la edición impresa de Diario de Noticias de Álava.