uien canta, los males espanta, dice el refrán, y el músico Kepa Agirre, nacido en Porcuna (Jaén), pero residente en Vitoria desde los 18 meses, se lo ha tomado al pie de la letra ya que todos los días, cada vez que el reloj marca las doce del mediodía enchufa su amplificador y se asoma a su balcón, guitarra y micrófono en mano, para matar el tedio que ha supuesto el confinamiento por la pandemia por el coronavirus con un repertorio de una hora, que va desde coplas como María de la O o el Mi niña Lola, de Concha Buika, "que ya no tiene el color de la amapola", añade Agirre canturreando, además de rancheras, el Oi Ama Euskal Herri, de Benito Lertxundi, y temas míticos "del siglo pasado", que dicho así suena fatal, pero bien que el Anduriña o el pegadizo Con un sorbito de champán, de Los Brincos, o el Cuéntame de Fórmula Quinta, en los que se basa, amenizaron los guateques de toda una generación, y que siempre cuentan con la aprobación del respetable: sus vecinos de la calle José Domingo de Olarte, en Lakua 5.
Una comunidad a la que, como tiene forma u, el sonido llega muy bien con un amplificador pequeño, como dice. "Están muy contentos, sí, y hasta hay algún vídeo que me han hecho que rueda por ahí, pero tengo que decir que una hora se va en nada, son 20 temas como mucho", puntualiza este hombre que aprendió a tocar la guitarra de manera autodidacta y que en los 70 salió de gira con su grupo musical interpretando Los Beatles, "que siempre me han tirado", explica. Unos de sus grandes referentes en el escenario, que le llevaron incluso a componer dos temas cuando dos de los cinco de Liverpool murieron (John Lennon, para el que creó I remember Lennon, disponible en YouTube, y A song to George, para George Harrison).
Pero como nunca llueve a gusto de todos, y menos en una escalera de vecinos, Agirre ha tenido que cambiar el horario de sus actuaciones. "El martes me pasó que justo cuando me estaba despidiendo, desde uno de los balcones de enfrente me dijeron que alguien estaba intentando dormir a esas horas porque trabaja de noche y eso que salía al mediodía porque pensaba que era la hora en la que menos podía molestar", cuenta con cierto pesar. Y como entre sus ánimos nunca ha estado el de molestar, sino el de amenizar el enclaustramiento, ha cambiar de planes: "Desde el miércoles empezará a salir a las seis de la tarde", añade. En cualquier caso, seguirá al pie del balcón todos los días. "Animo así a la gente y a mí mismo porque si no me placiera a mí mismo, mal iba a cumplir". Con ellos, con su público, más fieles que nunca.