Vitoria - El vitoriano David Martínez de Aguirre, obispo de Puerto Maldonado, en la zona amazónica peruana de Madre de Dios, siempre ha procurado mimar a su parroquia de referencia en Vitoria: los Ángeles. Por eso, y a pocos días del inicio del sínodo de la Amazonía, ha ofrecido una charla titulada Retos del sínodo para la Amazonía.
Este dominico, nombrado por el Papa como uno de los secretarios especiales para el sínodo, expuso, de manera muy didáctica, la génesis de este sínodo, y cómo Francisco, formado en el seno de una iglesia encarnada en Latinoamérica, va dando pasos reales hacia una iglesia comprometida con una ecología integral. “Nos conduce a escuchar el grito de los pobres y el de la tierra como un mismo grito”, sostiene. Según Martínez de Aguirre, este planteamiento se entiende mejor recordando que el Papa es Mario Bergoglio, un argentino que ha pateado como sacerdote las calles de su tierra a diferencia de papas anteriores, europeos, de formación aristotélica y muy racional.
Para entrar en materia, monseñor David utilizó unas imágenes grabadas con su móvil desde el avión en las que se podía apreciar lo que denominó “la selva volteada”, es decir, en la imagen se apreciaba un río, una zona verde de selva y unas grandes zonas de marrón claro que correspondían a las zonas devastadas, volteadas, para la explotación minera, preferentemente la búsqueda de oro. Comentó la repercusiones que para las comunidades indígenas tienen estas actuaciones humanas, cómo afecta a la vegetación, a la fauna, a los recursos naturales de los que viven y se alimentan esos pueblos.
Otras imágenes mostraban otra zona de su vicariato en la que se lleva a cabo la quema de la chacla, el rastrojo. Un hábito que entre nosotros ya ha quedado demostrada su escasa eficacia y que allí siguen practicando. Recordando los recientes incendios en la Amazonía, expuso brevemente el discurso de Bolsonaro, el presidente brasileño, que sostiene que el pueblo brasileño no tiene que cargar con la responsabilidad de que el cambio climático no afecte a los países que hace tiempo acabaron con sus bosques. Pero el discurso de Francisco es otro: “no se puede montar un discurso ecológico y olvidarse de la justicia, olvidarse de los pobres. Por lo tanto, no se trata de imponer a unos países unas normas que les sigan poniendo en desventaja, sino que todo el planeta nos tomemos en serio el cuidado de esta casa común”.
Desde su experiencia personal como misionero y como pastor, explicó el por qué de algunas cuestiones que desde la voz del pueblo amazónico centrarán los debates del sínodo. “Qué hace un obispo que tiene 150.000 kilómetros cuadrados, algo similar a toda la toda la cornisa cantábrica, y sólo cuenta con 40 sacerdotes.” Dijo que algún obispo ya había propuesto la eliminación del precepto dominical, por imposibilidad material de su cumplimiento. O que otro misionero reconocía que a él confesarse le salía carísimo, tanto como un depósito lleno de gasolina para el vehículo. O de otros que se confesaban a gritos desde una orilla a otra del río.
Y añade que “mucha gente tiene miedo de que este sínodo abra nuevos caminos”. Y ahora “nos toca escuchar la voz de la Amazonía. Así nos lo ha pedido expresamente Francisco”, ya que “es evidente que el ritmo al que va el planeta es insostenible, y hay países en los que se nota más. Mi vida afecta a la vida de los pobres, a la vida de la Amazonía, y si les afecta a ellos, acabará repercutiendo en mí también.
Al acto asistieron algo más de un centenar de personas. Al comienzo, monseñor David solicitó el testimonio de dos jóvenes que este verano han estado como voluntarios en un proyecto de formación de monitores de tiempo libre en una de las zonas del vicariato. Nuria, de Durango, y Ander, de Vitoria, que han convivido un mes con miembros de las comunidades de Quillabamba. Han experimentado las sensaciones a 4.600 metros de altura, la incomunicación tecnológica y la comunicación personal superando hasta las barreras idiomáticas cuando compartieron con personas que hablaban solo en quechua. - Vicente L. García