con una plaza de la Virgen Blanca otra vez abarrotada y pañuelos al aire, Gasteiz despidió esta pasada madrugada una nueva edición de sus fiestas patronales, tras 127 horas ininterrumpidas de jarana, tradición y actividades para todos los públicos. Rostros de cansancio y de cierta nostalgia, aunque también de alegría por el recuerdo imborrable que para muchos han dejado estas jornadas, se entremezclaron durante la subida de Celedón de vuelta a los cielos, a una torre de San Miguel desde la que el aldeano de Zalduondo volverá a descender el 4 de agosto de 2020. Ésa es la gran motivación que desaloja a la tristeza de quienes aman estas fiestas, que ya han comenzado la cuenta atrás para su próxima entrega. Porque todo lo bueno se acaba pero, afortunadamente, en muchos casos regresa.
Tiempo habrá de realizar balances más exhaustivos -el Ayuntamiento hará público el suyo este mismo mediodía-, pero concluye un ciclo festivo que por lo general ha logrado mantener el pulso en las calles, especialmente durante el día, pese a arrancar en domingo y vivir sus jornadas centrales entre semana. Nunca llueve al gusto de todos, pero los dos fines de semana que han precedido y sucedido al calendario oficial de La Blanca han logrado prolongar una fiesta que arrancó desde el mismo viernes 2 en puntos como el recinto de txosnas, donde Sutagar protagonizó un concierto memorable, y que esta pasada madrugada se ha extendido también hasta altas horas, tanto en el propio txosnagune como en diferentes puntos del Casco Viejo. No sólo alargaron la jarana quienes estos días han tenido que trabajar para que otros disfrutaran, como es habitual todos los años en La Blanca, sino muchos vecinos más que o bien están pasando sus vacaciones aquí o no tendrán que volver a trabajar hasta el lunes.
Han sido también unas fiestas donde el uso de los vasos reutilizables de plástico, una práctica en la que el movimiento popular ha sido vanguardia durante muchos años, ha dado también un salto cualitativo gracias a la puesta en circulación de 100.000 recipientes de este tipo en una treintena de establecimientos hosteleros o en el frontón Beti Jai, gracias a la alianza entre el Consistorio y Fundación Vital. El avance hacia unas fiestas más sostenibles, y en este caso también más seguras, ha superado además otro hito tras la celebración de la tercera bajada de Celedón consecutiva libre de vidrios y la segunda sin latas. Lo que hace unos años parecía impensable comienza a ser ya una parte más de la rutina de La Blanca.
las agresiones, el punto negro Por desgracia, las fiestas que acaban de finalizar no han transcurrido libres de la violencia machista, lo que un año más vuelve a convertirse en su principal punto negro. Ya en la madrugada del día 4, horas antes de la bajada de Celedón, se registró la primera denuncia por el intento de agresión sexual a una mujer en las inmediaciones de una gasolinera, un suceso que concluyó días después con el agresor detenido y enviado a prisión provisional. Durante las fiestas se han producido al menos tres ataques sexuales más contra mujeres, una de ellas menor de edad, acompañados de sendas denuncias. El bochorno protagonizado en el paseíllo del miércoles por la cuadrilla Mozkorraldi, expulsada posteriormente de la federación de blusas y neskas por exhibir dos pancartas que ponían al mismo nivel las agresiones y las denuncias falsas y cuestionaban el carácter estructural de la violencia machista, ha sido otra de las noticias negativas de esta edición de La Blanca. Varios ya exintegrantes de este colectivo, que para más inri se estrenaba este año en fiestas, han cargado posteriormente contra la junta de la cuadrilla y su presidente, que fue quien decidió unilateralmente y sin informar al colectivo sacar esas pancartas.
las últimas horas La última jornada de fiestas sirvió ayer para, progresivamente, ir despidiendo los distintos escenarios donde se ha desplegado el programa festivo a lo largo de estos intensos días. La última suelta de vaquillas en el Iradier Arena o la apertura del espacio de aventura infantil y juvenil del parque del Prado comenzaron a devolver el ambiente a las calles, que a eso del mediodía volvieron a bailar al ritmo del pasacalles de la banda municipal de música, la de txistularis, la fanfarre Gesaltza y los trikitilaris, que partió desde la Plaza Nueva. Muy cerca, en la calle San Prudencio, la comparsa de gigantes, cabezudos, caballos y sotas iniciaban su penúltimo recorrido de esta edición de la Blanca, mientras en los Fueros se llevaban a cabo las últimas exhibiciones de herri kirolak. Las últimas actividades propias de las cuadrillas de neskas y blusas, como una degustación solidaria de patatas con chorizo a cargo de la cuadrilla Basatiak y otra de chorizo -a secas- impulsada por Alegríos, también se sucedían.
La mañana concluyó con el último bertso-saioa en la plaza del Machete y, ya por la tarde, el doble -y último- paseíllo de las fiestas devolvía la jarana a las calles en su recorrido de ida y vuelta desde el centro y hasta el Iradier Arena. Un buen número de neskas y blusas volvieron a demostrar que están hechos de otra pasta y que si por ellos fuera podrían seguir aguantando unas cuantas kalejiras más, aunque ya toca limpiar y doblar los uniformes de guerra hasta el año que viene. Las horas avanzaron entre degustaciones, bailables, teatro y los primeros conciertos de la tarde-noche hasta que llegó el momento cumbre del día, cuando el reloj ya marcaba la 1.00 de la madrugada y, tras la explosión del tradicional cohete, Celedón completaba su subida poniendo punto final a las fiestas de este año. Una despedida oficial, eso sí, porque la música y la fiesta se sucedieron durante buena parte de la noche en el centro, el Casco Viejo y al otro lado de las vías del tren. Desde hoy ya toca recoger y, quien quiera, recogerse.