Siempre que tengo la oportunidad de mostrar Vitoria-Gasteiz a alguien, no puedo evitar hacer un alto en la plaza del Machete y hablarle de cómo era el juramento de los procuradores, del mercado del Ala que allí se celebraba, o mencionar que éste era el lugar donde se encontraban los calabozos de la Santa Inquisición.

Son muchas las historias y curiosidades que se acumulan en este enclave pero, si hay algo que siempre causa sorpresa, es cuando comento que, en dicha plaza, el compositor Jesús Guridi pidió perdón por algo tan curioso como haber bebido un vaso de agua.

De todos es sabido que, pese a que la mayor parte de su vida la pasó fuera de la capital alavesa, el cariño que el insigne músico sentía por su tierra natal no se podía poner en duda. Él mismo lo expresaba con estas palabras: “Si pudiera ahora resumir los más armoniosos sonidos que hayan podido pasar de mi pluma al pentagrama, quisiera condensarlos todos en el acorde mayor más perfecto, más rotundo, más bellamente sonoro, que llenara de vibraciones divinas hasta el último rincón de esta Vitoria en la que tanto pienso y a la que tanto amo”.

Y por ello siempre que pudo intentó disfrutar, como cualquier otro vitoriano, de las fiestas populares, y, especialmente, de las que se celebraban en honor a San Prudencio, en las que su familia llevaba participando activamente desde hacía generaciones, pues hay constancia, a comienzo del siglo XIX, de varios Guridi entre los clarineros y atabaleros que recorrían las calles interpretando la música que amenizaban los festejos.

Cierto es que, aunque hasta el año 1975 no se oficializó la tamborrada, desde hacía mucho tiempo se celebraban actos similares en los que tamborreros, cantineras, cocineros y barriles estaban presentes, muchos de ellos promovidos por las sociedades gastronómicas de la capital.

Corría el año 1954, y apenas habían transcurrido dos años desde que Jesús Guridi, compositor vitoriano, y uno de los principales exponentes de la música vasca, había sido homenajeado por el Ayuntamiento de Vitoria y nombrado hijo predilecto de la ciudad, por lo que, entre el estrépito de los tambores y las salvas de cañón, muchos vitorianos intentaban acercarse a él para darle la mano y tener la oportunidad de saludarle en persona. En su rescate apareció el periodista y cronista alavés Venancio del Val quien, en vista del agobio al que sometía la multitud, optó por sacarle de la plaza de La Provincia, encaminándose hacia la de la Virgen Blanca.

Fue precisamente Venancio del Val quien puso letra a la Retreta de San Prudencio, sobre una melodía castrense de la época de la revolución francesa, que había sido modificada por el maestro Aramburu, y que continuaba resonando en la distancia mientras ambos, músico y periodista, caminaban por la calle Diputación. Cuando se encontraban cerca de la iglesia de San Miguel, el compositor quiso acercarse a la balconada, por ser allí donde había sido bautizado con el rimbombante nombre de Jesús Luis Formerio.

En ese momento uno de los miembros de la Sociedad Gastronómica Olárizu les reconoció e, inmediatamente, les invitó a conocer su sede, ubicada en las covachas de la plaza del Machete. En ella permanecieron largo rato para alborozo de los allí presentes, que disfrutaron de la presencia de tan insignes personajes. Acompañando a las viandas que se habían cocinado para la ocasión, por supuesto, se encontraba un guiso de caracoles y perretxikos. También se descorcharon algunas de las mejores botellas de vino que conformaban la bodega de la sociedad recreativa. Pero, desgraciadamente, el maestro Guridi se encontraba indispuesto, por lo que solicitó un vaso de agua y se limitó a conversar sin probar bocado.

Poco antes de salir, y para dejar constancia del paso de tan ilustres vitorianos por la sociedad, les pidieron que estamparan su firma en el libro de visitantes ilustres. La dedicatoria de Jesús Guridi, que aun se conserva en la sede de la plaza del Machete dice lo siguiente: Pidiendo perdón por haber venido a Olárizu a beber un vaso de agua, dedico mi más cariñoso saludo a esta simpática sociedad.