vitoria - 33 años después de la explosión del reactor número 4 de la planta nuclear de Chernóbil su material radiactivo allí liberado, que se calcula que fue 500 veces mayor que el de la bomba atómica arrojada en Hiroshima, sigue teniendo grave consecuencias para la población residente en el área afectada. En especial, entre sus habitantes más débiles, los más pequeños, quienes suelen tener la “boca destrozada” y déficits nutricionales. De ahí la importancia de que estos menores cambien de aires en verano. Un pequeño respiro lejos de la zona contaminada, durante una corta estancia en Álava, en la que les hacen revisiones en el dentista gratuitas y otros tratamientos médicos, si los necesitan, ya que con la asociación Sagrada Familia de Vitoria, encargada de traer a Álava a estos txikis, colaboran el Colegio alavés de Dentistas, la clínica Baviera y General Óptica, además de las instituciones. “Deseamos conseguir más familias interesadas en acoger en Álava durante este verano, para ver si vienen más niños de Bielorrusia, con edades comprendidas entre los 7 y 17 años. Lo que queremos es sanearles, porque aunque han pasado 33 años desde el accidente, realmente deben de pasar décadas hasta que sus nocivos efectos desaparezcan”, explica Pilar Gamboa, una de la decena de personas voluntarias que forman parte de la Asociación Sagrada Familia de Vitoria, que nació diez años después de este devastador accidente.
En concreto, este colectivo lleva desde el verano de 1996 realizando estos viajes, por lo que ya son más de dos décadas de experiencia, las cuales les han demostrado que, normalmente, las familias de acogida, repiten. “Antes, traíamos más de todos los sitios, pero ahora nos hemos centrado más en la frontera con Ucrania (en la zona de abajo, muy cerca de Chernóbil), por ser donde más afectó la nube radiactiva y, por tanto, la que necesita más ayuda”, precisa Gamboa.
Por si fuera poco, el ambiente en el que viven estos menores de puertas adentro tampoco es mucho mejor porque muchos pertenecen a familias desestructuradas, que arrastran secuelas psicológicas fruto de vivir en la amenaza permanente de la radiación, lo que ha provocado que muchas de las personas que viven en zonas contaminadas hayan adoptado una actitud “apática y fatalista”. Situaciones que han degenerado en problemas, como, por ejemplo, alcoholismo, depresiones, ansiedad o incluso suicidios, por lo que no es raro que estos pequeños vivan con sus abuelos. “La idea es que pasen aquí un verano muy bueno, distinto”, subrayan.
La cifra exacta de cuántos menores desean venir a pasar las vacaciones en Álava, no se sabe aún. “Hasta ahora tenemos cuarenta y algo. El año pasado vinieron 52. Ha bajado el número porque algunos al haber superado la edad máxima permitida, fallan y otros que tienen 16 años no pueden venir al coincidirles con exámenes”, añade esta voluntaria.
La idea es que vengan a últimos de junio (entre el 23 y 27) y se marchen después de la festividad de Santiago (25 de julio), entre los días 27 y 29. Y como insiste Gamboa, para que puedan coger ese vuelo hasta Álava no se necesita más que “buena voluntad, cariño y alimentación”. Hasta la fecha, hay cuatro familias nuevas interesadas en acoger a estos niños. Pero se necesitan muchas más. “En abril siempre hacemos un viaje para visitar a las familias de allí Bielorrusia y ver la necesidad real. Y desde hace unos años también nos reunimos con los que tienen parálisis cerebral para asesorarles en temas de higiene y alimentación”, detalla.
El plazo para apuntarse es “cuanto antes mejor” porque lo ideal es que esa inscripción se pueda cerrar a mediados de enero, “sobre todo por el tema de los permisos, que en todos los sitios van lentos y en esa zona es todavía peor”. Los interesados en así hacerlo pueden ponerse en contacto con la propia Pilar Gamboa (teléfono: 626.70.86.74), o con la asociación Sagrada Familia, y con la misma parroquia.
Tras esa primera llamada, Gamboa y el resto de voluntarios se comunicarán con los interesados para realizarles una entrevista, “para tener unos datos de los padres y saber cuántos miembros son en la familia”, que, por cierto, no tiene por qué ser la tradicional, ya que también se pueden sumar personas solteras, “todo el que quiera prestarles cariño y alimento”.
Los primerizos en acoger no tienen por qué agobiarse. Para los niños de 7 a 12 años, el colegio Corazonistas cede a la asociación Sagrada Familia unas aulas, donde un par de días a las semana hacen trabajos manuales o aprenden castellano. Además, también van a la piscina de Mendizorroza, “que les encanta”, y otro de excursión, salidas gracias a las cuales conocen Sobrón o Senda Viva.
Esta voluntaria de la asociación Sagrada Familia de Vitoria anima a acoger menores bielorrusos.