hace un cuarto de siglo comenzó a dar el Centro de Estudios Ambientales (CEA) los primeros pasos de la pionera idea de conectar todos los terrenos de alto valor ecológico y paisajístico que circunvalan Gasteiz mediante una serie de paseos aptos para su recorrido a pie o en bicicleta. 25 años después, el Anillo Verde ha ensamblado a la perfección en el estilo de vida de los miles de vitorianos, que se adentran a diario por cualquiera de los senderos de los seis parques que lo articulan.

El resultado de este ambicioso proyecto, con inicio en el año 1993, era restaurar y recuperar la periferia de Gasteiz, tanto desde el punto de vista ambiental como social, para crear una gran área verde de uso recreativo en torno a la ciudad. Ese objetivo se ha cumplido de sobra y el Anillo Verde se ha convertido en la bandera que esgrime la capital alavesa y que, entre otros, le llevó a ostentar el título de Green Capital hace media docena de años. Sigue siendo un referente Gasteiz en políticas paisajísticas y medioambientales. Sin ir más lejos, el alcalde, Gorka Urtaran, recogió el jueves en Madrid un galardón por estas bodas de plata del Anillo Verde como reconocimiento al intenso trabajo del equipo que encabeza Luis Andrés Orive, junto a su amplio listado de colaboradores.

Un simple paseo por cualquiera de los rincones de los parques de Armentia, Errekaleor, Olarizu, Salburua, Zabalgana o Salburua, a cualquier hora del día, permite corroborar el arraigo de esta infraestructura verde de espacios interconectados. DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha salido esta semana a conocer las inquietudes de los usuarios del Anillo Verde en una apacible y soleada matinal. Las espectaculares letras que vigilan los accesos al parque de Salburua son testigo silencioso de las historias de cada paseante. Txomin Napal y Félix Santamaría son dos pensionistas habituales de cualquiera de los parques del Anillo Verde, que completan su recorrido de un par de horas, al filo del mediodía. “Menuda diferencia de cómo está ahora y cuando se empezó a gestar el Anillo Verde”, asienten ambos. Estos dos antiguos trabajadores de talleres de la zona, pueden presumir de haber asistido al nacimiento, expansión y consolidación de toda esta red, empezando en Salburua. Más de dos décadas les contemplan a cada uno, como paseantes de la zona. “Vimos esto cuando empezaba, lleno de zonas de bosque y campos de cereal”, rememora Félix. No pasa mucho tiempo cuando, Francisco Sánchez alcanza esa imaginaria línea de meta de las letras de Salburua que le recibe a modo de premio. “Es un lujo tener un sitio como éste pegando a casa”, argumenta, antes de enfilar la Avenida Juan Carlos I con rumbo a su domicilio en la cercana calle Valladolid. Es también la voz de la experiencia la de este extremeño, con más de cuatro décadas de residencia en Gasteiz, y que ha sido testigo de la “transformación de todo el entorno y los pasos correctos que se han ido dando para llegar a tenerlo como está ahora”, ensalza. Pone como ejemplo de esa constante atención sobre el Anillo Verde unos bancos instalados en los últimos meses en el tramo final de la caminata que culmina el recorrido por Salburua.

Además de servir de escenario habitual de los paseos de jubilados, acoger las aceleradas carreras de los perros disfrutando a sus anchas o ser el circuito en el que numerosos runners imaginan alcanzar grandes gestas deportivas, tiene su punto de terapia un lugar como Salburua. Por sus caminos también pudo conversar este diario con una trabajadora en situación de baja laboral por ansiedad y que encuentra en este escenario la tranquilidad y el sosiego necesario para su recuperación.

No conoce fronteras el Anillo Verde y por su vericuetos la colombiana Jamiled Valencia elige Salburua “como punto para hacer ejercicio, en función de los turnos de mi trabajo”, explica. En horario de mañana o vespertino y siempre según las manecillas del reloj completa “el recorrido grande en una hora y veinte minutos, o en poco más de tres cuartos de hora la vuelta pequeña”, afirma. Pone en valor esta joven cafetera “tener tan cerca de casa la posibilidad de dar estos paseos”, en contraposición a su Colombia natal. Allí existen “extensiones más grandes que el Anillo Verde, pero están más distantes de los núcleos de población y hay más inseguridad por ese motivo”, reconoce otra habitual del Anillo Verde. Desde su llegada a Gasteiz, hace 18 años, reparte sus paseos por este escenario de balsas de agua, ciervos y también recorre los caminos de Olarizu y disfruta de la vuelta al embalse en época estival.

Tiene un efecto imán el Anillo Verde y nunca deja de sorprender y atraer a nuevos gasteiztarras que se adentran por cualquiera de sus rincones. Así lo reconoce Pilar Díaz de Otazu, junto a su pequeña June y la perra Linda de raza Labrador. “Venimos aquí de vez en cuando”, admite esta vecina del barrio de Salburua. Ha completado una caminata de 50 minutos, sin ninguna queja de su retoño, mientras Linda deja entrever que ha sido una de las que mayor beneficio ha extraído del paseo matinal. De hecho, el can se acerca de inmediato a la fuente situada al comienzo de la senda mientras se refresca la boca con el chorro de agua que cae del grifo. Es precisamente esa escasez de fuentes a lo largo del recorrido una de las carencia que apunta Pilar como aspecto a mejorar en los equipamientos.

Junto a las grandes letras, Valentín Eguíluz, un veterano conductor de Tuvisa jubilado desde hace trece años, observa la inmensidad de la campa ante sus ojos. Es un descubrimiento reciente este parque para él. “Llevo 50 años en Vitoria y hace cinco que vivo en Salburua. Es desde esa fecha cuando lo he empezado a descubrir”, enfatiza. Antes residía en otro barrio como Ariznabarra y Zabalgana, Zuazo y Eskibel eran sus escenarios de sus paseos.