artziniega - No eran las once de la mañana de ayer, cuando un tañido de cuernos -surgido de las creaciones del maestro artesano Juan Antonio Alaña de Menagarai- convocaba en la puerta de la Villa medieval de Artziniega, fundada en 1272 por Alfonso X el Sabio, a personajes de todas las raleas para dar comienzo a una nueva edición del mercado de antaño. Se trataba de la edición vigésimo primera de la que, tras seis años en manos de un grupo de hosteleros locales, el Ayuntamiento volvía a tomar las riendas en cuestiones organizativas.
Este extremo se notó, sobre todo, en Artekale, pues la vía fue tomada de cabo a rabo por una exposición sobre el mundo de la oveja y la trashumancia, que llegó acompañada de exhibiciones de cardado e hilado de lana, recién esquilada por el maestro navarro Melquiades Hidalgo, que enseñó al público congregado este ancestral oficio y que la lana fue una importante moneda de cambio en la antigüedad. Otro oficio presente en la misma zona fue el de herrador, que entretuvo a las familias mostrando el sistema de cambio de herraduras a dos imponentes caballos. Mientras, a su lado, los pequeños caballeros y doncellas tuvieron la oportunidad de recorrer el mercado a lomos de dos simpáticos ponis.
Y es que, como ya adelantó el alcalde, Íñigo Gómez, “hemos hecho un esfuerzo por reforzar la presencia de oficios y el ambiente callejero”. Este último también sorprendió ya que, a parte de los incombustibles tambores del grupo local Builaka que volvieron a atronar las calles con sus ritmos de batucada, la cita contó con los trucos de magia de Zapatusta, los pasacalles del grupo de dulzaineros Zarrabete y sus tres gigantes de fuego con formas de oso, dragón y macho cabrío, así como diversos pasacalles con personajes de fantasía tales como unicornios, pájaros ciclópeos y malabaristas, a cargo de la compañía Teatrakalacalle, que también fue la encargada de poner el broche de oro al mercado con un espectáculo de fuego, en torno a las nueve de la noche.
Con todo, la que verdaderamente volvió a dar el do de pecho en esta cita -el mercado medieval más antiguo de Álava, ya que comenzó a celebrarse cuatro años antes que el de Vitoria-Gasteiz, aunque su formato en cuanto a número de puestos y espectáculos sea mucho más humilde- fue la población, que volvió a salir a la calle ataviada con ropajes de época para rememorar los mercados que se realizaban a finales del verano, coincidiendo con las épocas de recolecta de las cosechas, y el papel que tuvo su pueblo en el comercio durante la Edad Media.
“Este año nos hemos decantado por sacar a la calle la antigua fiesta gastronómica del Zikiro Jatea, con cordero asado a la estaca y otras viandas”, explicó el escultor Xabier Santxotena, que se encargó de preparar el condumio para los miembros de la asociación etnográfica Artea, en las inmediaciones de la fragua de Pablo Respaldiza, también abierta y en funcionamiento para el deleite de los visitantes. Por su parte, los de Artea andaban recogiendo firmas para -según subrayó su presidenta, Paki Ofizialdegi- “recabar el apoyo ciudadano a la hora de solicitar al Ayuntamiento la garantía económica que necesitamos para continuar con el actual funcionamiento del museo, en caso de fallar alguna de las otras subvenciones institucionales”. De hecho, hasta allí se acercó la diputada de Turismo, Cristina González, junto a otros cargos políticos, tanto forales como municipales, y “nos ha ofrecido hacer de mediadora”, aseguró.
Otro escenario que atrajo miradas fue el campamento de guerra que, a lo largo de toda la jornada, invitó tanto a nobles como a plebeyos a jugar y bailar al más puro estilo medieval. Justo enfrente se encontraba el área infantil con curiosos juegos en los que se podían elaborar cuencos de barro o deslizarse por toboganes en el redil de infantes. Una guardería muy medieval que ofreció la oportunidad a los aitas y amas de visitar el mercado con la tranquilidad que da tener a los peques a buen recaudo, aprendiendo el oficio de alfareros.
En las inmediaciones de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción se encontraba el maestro Alaña, que volvió a sorprender con su magna experiencia en la talla y decoración de cuernos, cuyo atronador sonido pudo escucharse por todos los rincones. “Estoy especialmente orgulloso de esta última pieza que he grabado, porque va a ir destinada a la Euskal Etxea de Las Palmas”, subrayó. A sus espaldas el público admiraba las bóvedas de entrada al pórtico de la parroquia. “Son obra de los pintores del pueblo. Hay que fijarse muy bien para buscar los anacronismos que recogen”, explicó Alaña, en referencia al móvil, bolígrafo, preservativo, botella de cerveza, tirita, planta de cannabis, y hasta un ordenador, unas páginas amarillas y un tatuaje con el símbolo de la hoz y el martillo que lucen los santos.
Sus autores hace ya ocho años que los culminaron, pero se han convertido en el nuevo reclamo turístico del pueblo. Ahora llevan desde 2010 pintando el mural de Goikoplaza, con rostros de las personas e incluso mascotas que, a cambio de un donativo, desean ser inmortalizadas. A ellos se sumó el despiece del cerdo de la mano de Antonio González, las rosquillas de las madres Agustinas; la tahona de la asociación de mujeres Hiriska, que estuvieron acompañadas de un maestro tallador de agujas de coser en madera; o los pases de tocados medievales que -elaborados por Estíbaliz Santisteban y su amatxu Maribi Cañibe- volvieron a lucir, de forma insinuante, las chamorras de la villa.
En definitiva, todo un despliegue que “hay que agradecer un año más a la población que, pese a no dedicarse a la venta de productos caseros o artesanos, ni a cuestiones de animación callejera, sacan su ingenio y buen hacer a las calles por hacer de su pueblo algo digno”, expuso Kabila Orduna, gerente de la asociación Napar Bideak, con la que volvió a contar este mercado para reforzar su oferta con puestos de venta de productos caseros y artesanías. “Hemos traído en torno a 65 stands, de los que 25 corresponden a alimentación tales como queso Roncal e Idiazabal, miel, almendras, mermeladas, pan, pato, embutidos, más productos frescos de la propia comarca anfitriona. El resto son una representación variada de artesanías, desde cuernos, jabones, ganchillo o cuero, hasta simbología vasca, minerales, txalapartas, ropa, bisutería o talla de olivo, por citar alguna”, enumeró Orduna.