Dulantzi - Reivindicar la identidad y la cultura vasca. Estos fueron los objetivos de la undécima edición de la Euskal Jaia organizada ayer por Ronzapil Elkartea con la que, además, quisieron transmitir la necesidad de amar la tierra y el euskera. A lo largo del día no faltaron payasos, hinchables, deporte y música.

El polideportivo de la localidad se convirtió en un gran casa. Allí, decenas de niños y niñas de todas las edades acompañaron a los payasos Pirritx, Porrotx eta Marimotots. Los payasos se hicieron una pregunta: ¿quién manda en casa?, ¿en la escuela?, ¿y en la calle?, ¿entre los amigos? Se sentaron todos y todas en círculo, con los ojos y los corazones mirándose entre sí: pusieron normas, asumieron responsabilidades, las repartieron, se organizaron, cada uno y cada una ocupó su lugar, se contaron las alegrías, las penas y los deseos, trabajaron el respeto, intentaron entenderse, tomar decisiones... Dar, recibir y arreglarse.

Con sus canciones y su espectáculo Pirritx, Porrotx y Marimotots hicieron las delicias de los más de 600 asistentes. Con el aforo del recinto respetable y la ilusión de los más pequeños intacta dio comienzo el espectáculo donde pequeños y grandes no dudaron un momento en sumergirse en la especial atmósfera creada. Bailes, risas y algún que otro lloro se sucedieron a lo largo de la actuación en la que no faltaron los animales.

Unos, atentos al espectáculo, otros reclamaban brazos e incluso hubo quien se lanzó a bailar bajo la supervisión paterna. Además, más de un pequeño no dudó en llevar hasta el improvisado escenario los muñecos de Pirritx, Porrotx y Marimotots, pese a que iban a ver sus personajes favoritos en carne y hueso. Las movidas canciones animaron a los más pequeños a levantarse de sus asientos y seguir la coreografía dictada por los protagonistas del espectáculo. Una vez finalizado el espectáculo, la fiesta se trasladó a la calle, donde los hinchables se convirtieron en el principal reclamo infantil, mientras los padres y madres aprovechaban para tomar un refrigerio.

Ya por la tarde, los pequeños tuvieron la oportunidad de volver a disfrutar de los saltos y brincos en los hinchables y de participar en una sesión de deporte rural infantil, donde se puso en juego la rapidez, astucia y fuerza de los txikis con las marzorcas y la sokatira. El toro de fuego completó el programa de actos en Dulantzi.