atauri - La vieja mina de Asfaltos de Atauri ya no tiene quien la explote. El enorme complejo de edificios, con puertas y ventanas tapiadas, por donde llegaron a estar alrededor de 70 personas trajinando, tanto en la mina como en la fábrica y oficinas, es ya un paisaje desolado por donde no circulan más que las sombras de los oportunistas y el recuerdo de quienes perdieron la vida en sus instalaciones. En un lateral de la carretera que se dirige hacia Vitoria, entre Antoñana y Atauri, un ruinoso, aunque llamativo, edificio recuerda que allí estaba la estación de ferrocarril de Atauri. Invadido por la maleza y medio derruido, es la puerta de entrada a las instalaciones de la mina, donde una torre de un transformador eléctrico, hoy vacío de cualquier tesoro de cobre, muestra en su fachada la invasión de gentes ajenas a la instalación, aunque en el exterior, un letrero ovalado, que se mantiene a duras penas, sigue dando la bienvenida a la empresa.
Junto a él se encuentra el enorme edificio que servía de residencia a los directivos y encargados de la explotación. Una deferencia de la empresa que añadía, al beneficio social del alojamiento, la gratuidad de la electricidad y el agua, que corrían a cargo de la empresa. Hoy, su tejado anuncia ruina inminente y los huecos realizados por los amigos de lo ajeno avisan de que en el interior solo quedan sombras y escombros. Traspasado el edificio residencial, aparecen el resto de construcciones dedicadas al laboreo del asfalto: oficinas, fábrica, muelles donde se amontonaba el polvo asfáltico. Ninguno de esos edificios se ha salvado de la búsqueda de objetos de valor por parte de los saqueadores de edificios abandonados. De hecho, las oficinas, son un mar de papeles, de copias de facturas, albaranes y otros documentos, revueltos por los suelos y mezclados con los restos de lo que en su día fueron muebles de oficina y que han sido destrozados, porque a quienes saqueaban lo que había en el interior se sumaron los que pernoctaban en las lonjas vacías y necesitaban calentarse con fuegos alimentados con esa leña.
Testigo del saqueo más reciente son libros contables de enormes pliegos que han aparecido colocados en las escalinatas del edificio principal, como si alguien hubiera realizado una auditoria recientemente al aire libre.
Concesión abandonada De momento, el único político que se interesó por el futuro de estas instalaciones fue Igor López de Munain, de EH Bildu que, en dos ocasiones, ha interrogado al Gobierno Vasco sobre el futuro de esa instalación. La primera fue en el año 2014, cuando a través de un paquete de preguntas al ejecutivo autonómico, sobre si éste tenía constancia del funcionamiento de la mina. En la contestación se le respondió que “en este momento, no se da explotación en la citada mina y carece por tanto, de licencia”, aunque la concesión sigue figurando “a nombre de la mercantil Compañía de Asfaltos de Maestu SA”. En aquella respuesta se recordaba que el gobierno envió un oficio en el año 2004 a la mercantil en el que se le indicaba que, al amparo de lo dispuesto en la Ley de Minas, todas las concesiones otorgadas con arreglo a las legislaciones anteriores quedan sometidas a las disposiciones de la referida ley, y en consecuencia, el plazo de vigencia de las mismas era de 30 años prorrogables por plazos iguales hasta un máximo de 90.
En el mismo oficio se le comunicaba que se daba por solicitada la primera prórroga de las concesiones mineras y se le pedía que en el plazo de tres meses debía presentar un informe detallado suscrito por el director facultativo de la explotación demostrativo de la continuidad del recurso, con el correspondiente cálculo de reservas. De igual modo deberá presentarse proyecto general de explotación, un plan de restauración, y el estudio de impacto ambiental.
La petición a la empresa se reiteró el 29 de mayo de 2007, cuando se envió otro oficio en el que se le comunica que, habida cuenta de que hasta esa fecha no se había presentado la documentación necesaria para cursar la petición se les daba un plazo de un mes para hacerlo, con la indicación de que, si así no lo hiciera, se le tendría por desistido de su petición. Dado que no se presentó la documentación indicada, el 17 de octubre de 2007 se envió una resolución del director de Energía y Minas, comunicando el desestimiento respecto de su solicitud de prórroga de las concesiones de explotación de asfalto, archivándose sin más trámite el expediente.
En el año 2015, el mismo diputado se vuelve a interesar sobre las intenciones del Gobierno Vasco para recuperar la zona minera y sobre todo los planes para vigilar la zona, por donde ya habían ido apareciendo los amigos de lo ajeno. Pero más importante que todo eso era que la ley obliga a restaurar el paisaje y el entorno, máxime porque se encuentra en la zona del Parque de Izki.
Sin embargo, en este caso, la empresa no estaba obligada a restaurar la zona, ya que la normativa que la podía obligar es del año 2000 y por lo tanto posterior a la entrada en funcionamiento de la mina. La conclusión es que ese espacio fantasmagórico puede seguir así indefinidamente, aunque hubo un intento por parte del anterior alcalde de Maeztu, Pérez de Arrilucea, de convertirlo es un parque minero visitable turísticamente. El coste de su puesta en valor obligó a renunciar el proyecto.
La de Atauri no fue la única mina La mina de Atauri fue una de las más importantes del país y obviamente de Euskadi y estuvo en explotación desde el comienzo del asfaltado de calles y carreteras en nuestro país, desde mediados del siglo XIX. Toda la zona, Maeztu, Atauri, Campezo, Korres y hasta Peñacerrada es rica en ese material, aunque las calidades son muy diferentes de un lugar a otro.
La explotación formal la acometió la Compañía de Asfaltos de Maeztu, que constituyeron el 23 de abril de 1892 un grupo de donostiarras encabezados por Ramón Usabiaga y le sucedió la Compañía Asfaltos Naturales de Campezo en 1930. Para hacerse una idea de la importancia de las minas en la zona, al finalizar la primera década de 1900 la Compañía de Asfaltos de Maeztu contaba con 15 concesiones de explotación que ocupaban una extensión de 2,6 millones de metros cuadrados de donde se habían extraído en esa primera década 42.500 toneladas de roca asfáltica que se había convertido en panes o tortas y en polvo, como el que aún se puede ver al final de la tobera de transporte y en el muelle de carga.
A esta firma se añadían otras en la zona que llevaban la denominación del espacio de trabajo como Leorza y otras que también extraían el mineral en sus concesiones, bien en minas excavadas bajo tierra o en explotaciones a cielo abierto, como el caso de San Román de Campezo, aunque en este caso el asfalto era de peor calidad. En la zona se comentaba que el mejor era el de una mina excavada en la parte superior de los riscos en cuya base se encuentra el pueblo de Atauri.
El momento dorado para las explotaciones mineras de asfalto de Montaña Alavesa llegó con la puesta en marcha del tramo Vitoria-Estella del ferrocarril vasco-navarro. La apertura de la estación de Atauri supuso la posibilidad de llegar a muchos más lugares para dar salida a las producciones de la zona, al mismo tiempo que un importante abaratamiento en los costes de transporte.
Hoy, la mina de Atauri no tiene ningún movimiento. La propiedad actual es de Eusebio Echave SA del Grupo Sainsa, que explota la cantera de arena silicia de Laminoria y ha dejado el asfalto por si llegan tiempos mejores para su comercialización, según se comenta en el Ayuntamiento de Maeztu.