Vitoria - El día del veterano es una jornada de homenaje a los más mayores que también disfrutan de las fiestas de La Blanca. Aunque la programación está repleta de actividades enfocadas a ellos, las cuadrillas de blusas y de neskas siguen con sus programas de actos, muchos de ellos enfocadas a los más pequeños de cada casa.
En concreto, ayer en la plaza de la Virgen Blanca Gasteizko Margolariak organizó su Margochef, una suerte de concurso gastronómico dedicado a los más txikis. Durante dos horas, de 11.30 a 13.30 horas, los niños pudieron ponerse en la piel de un chef realizando autenticas obras de arte culinarias ataviados, como dictan los cánones, con un delantal y un gorro de cocinero de lo más profesional.
Los participantes debían realizar una ensalada y un pintxo mezclando los ingredientes que tenían a su disposición sobre la mesa. De la materia prima se encargó el bar- restaurante LVDVS, un local ubicado en el barrio de Zabalgana, que puso a disposición de los pequeños chefs “una especie de buffet de entrantes fríos”, explicó su propietario, Txema Martínez de Alegría. Además toda la comida se encontraba cortada en “gajos y dados” para que no hubiera que utilizar cuchillos.
Las dieciocho parejas de niños de seis a doce años que tomaron parte debían realizar su apuesta con base en “la limpieza, el orden, la originalidad, el sabor, la decoración y la presentación”, criterios que iba a tener en cuenta el jurado, explicó Araiz Zarain, secretaria de Gasteizko Margolariak.
Un jurado formado por Txema Martínez de Alegría, gerente del LVDVS; Joana Joaquín, cocinera; Víctor Martínez de Alegría, jefe de cocina; y Araiz Zarain, secretaria de la cuadrilla anfitriona. Dicho cuarteto probó con detenimiento todas las creaciones de los aspirantes y, tras la consiguiente deliberación, que no resultó nada fácil porque el nivel estuvo muy alto, nombró ganadores del curso de cocina en Mamia, que estaba en juego como premio, a los hermanos Aintzane y Alex Ciruela Juárez, de doce y nueve años, quienes aparte de poder disfrutar de las clases el curso que viene se llevaron una medalla que reconocía su triunfo.
Los que pasaban por la zona y los acompañantes de estos chefs por un día pudieron tomar un tentempié de media mañana mientras contemplaban la actividad, porque los pintores vitorianos repartían unos pintxos solidarios que a esas horas de la mañana venían muy bien para calmar el apetito.
Esta segunda edición fue un éxito que ya se auguraba que iba a ser incluso mayor que el del Margochef de las pasadas fiestas, pues las 36 inscripciones por parejas se agotaron rápidamente en cuanto salieron. “Vamos a más”, apuntó Martínez de Alegría. Y es que algunos incluso repitieron. “Nos encanta la cocina, el año pasado también vinimos y éste teníamos muchas ganas, vamos a venir todos los años”, aseguró Lucia Arregui, de ocho años, quien participó formando equipo con su hermano Esteban, de seis años, que comparte su afición por la cocina.
Espumosos Mientras tanto, a unos metros, a las 12.00 horas, una marea blanca tomó la plaza de Correos. La cuadrilla Batasuna fue la encargada de organizar una actividad muy arraigada en la programación festiva: la fiesta txiki de la espuma. Una cita en la que los protagonistas fueron los niños que quedaron enterrados hasta las rodillas en una mezcla de jabón y agua. Los blusas y neskas se acercaron con su cañón de espuma, que ya se ha anclado a los festejos desde hace seis años.
Al principio parecía que unos problemas técnicos iban a conseguir aguar la fiesta, pero fueron resueltos enseguida, permitiendo así que se pudiera disfrutar del evento. Y es que esta sustancia tiene muchos seguidores como Paola García, de ocho años, que fue por primera vez a esta fiesta acompañada de su hermana mayor para poder jugar juntas. “Vengo porque me encanta la espuma”, confesó.
Pero no todo es diversión. La organización de esta actividad “tiene mucho trabajo, llevamos preparándolo desde ayer a la noche porque había que dejarlo todo listo para hoy”, apuntaba Jon Fernández de Quincoces, miembro de Batasuna. Un trabajo que compensa porque “los chavales se lo pasan muy bien, se divierten un montón”, apuntaba el blusa. Además, al no tratarse de nada peligroso, los padres y familiares también pueden relajarse mientras los pequeños disfrutaban. Los más animados incluso se metieron para poder jugar con ellos.
Asimismo, ese cañón también salió a disparar durante el paseíllo, mojando a las neskas y blusas de la formación y a los viandantes que se encontraban allí apostados para contemplar el desfile.
En conclusión, la mañana de ayer se presentó con una programación muy apretada en la que las cuadrillas de blusas y neskas se preocuparon de mantener ocupados a los vitorianos de todas las edades, no únicamente a los homenajeados del día, los veteranos. Solo hubo un único requisito, que quienes por allí se acercaran quisieran disfrutar de el penúltimo día de las fiestas de La Blanca.