hasta el tiempo se alió el sábado por la noche con los organizadores del espectáculo de luz y sonido del Valle Salado, porque tras una tarde complicada por las tormentas en muchos lugares del territorio histórico el cielo respetó a Salinas de Añana y dejó una noche típica de verano para el disfrute de la multitud que acudió a presenciarlo. Fue un nuevo éxito para la Fundación Valle Salado, la sociedad de salineros Gatzagak y el Ayuntamiento de Añana.
La localidad había iniciado a media mañana su Feria de la Sal, con mercadillo artesano, talleres, degustaciones, música y, finalmente, el broche del espectáculo. El programa atrajo a una gran cantidad de personas y una vez más se puso en evidencia la necesidad que tiene esta localidad de disponer de un parking amplio, no sólo por este evento, sino por la gran cantidad de personas que acuden durante el año en coches particulares o en autocares.
La muestra más evidente se vio en la noche del sábado, cuando todas las entradas para ver el espectáculo estaban vendidas y en la calle quedaba una gran cantidad de personas que o bien no habían querido comprarlas o se conformaban con verlo desde el otro lado de la barrera, en la carretera y con mucho riesgo para ellas.
Unos instantes antes de las 22.00 horas y con un foco directo iluminando la txalaparta, los txalapartaris anunciaron que el espectáculo iba a comenzar. Después se hizo la oscuridad y el silencio hasta que desde un lateral, al pie de las gradas, surgió el tabernero que hace de hilo conductor de la historia que narra una voz de mujer.
Sobre una de las terrazas, en un improvisado escenario en el que sólo hay una barra de bar y un par de mesas con sillas de madera, se va narrando a través de casi 200 actores, vecinos en su mayor parte del Salinas de Añana, la historia de este lugar. Una sal que ya era conocida en tiempos de las tribus indoeuropeas, la de los autrigones, que habitaron por la zona, aunque no en la salina, sino en una zona elevada conocida como La Isilla. Bajaban hasta las fuentes salinas y allí, hace más de 6.000 años, lograban la sal hirviendo el agua en cántaros de barro, que terminaban rompiéndose como se está comprobando en las numerosas excavaciones que se están realizando en el área.
La narración recuerda aquel antiguo uso y también que la paz se interrumpió cuando Roma supo de su existencia. Con ellos se produjo la primera invasión, aunque en la salina solo estaban las tropas y los esclavos, ya que la vida social, cultural y de ocio se centró en Espejo, como contaba la narradora. Tras la caída del Imperio, los habitantes de la zona fueron recuperando la explotación salinera, hasta las incursiones de los moros, que realizaron numerosos escarceos por la zona, aunque sin llegar a establecerse. Salinas de Añana nunca estuvo en poder de aquellos invasores.
A partir de ese momento se comenzó a vivir un cierto esplendor en Salinas de Añana, ya que la sal era un producto muy preciado y bien pagado y además mereció la protección de los distintos reyes peninsulares.
Así estuvieron hasta que las tropas francesas trataron de ocupar la zona. Una vez más los vecinos se rebelaron y les plantaron cara, no sin antes sufrir una cruenta guerra y muchas bajas, como se escenifica en los escalones de las salinas.
En la segunda mitad del siglo XX, en los años 70, es cuando se produce la hecatombe de las salinas. Cae el precio de la sal y deja de ser un negocio el producirla. Los vecinos van marchando a las ciudades donde hay fábricas y las salinas quedan abandonadas, con una explotación prácticamente doméstica. Éste es uno de los momentos más emotivos de la representación, cuando una de las hijas del pueblo marcha a la ciudad dejando a su padre solo y sin la compañía de sus nietos.
La puesta en marcha de la Fundación Valle Salado de Añana, a finales del siglo XX, supone un resurgir de la zona. Los proyectos se amontonan y ya no sólo es la producción de sal, sino también el fomento del turismo en diversas facetas, el impulso a la formación, con talleres de jóvenes y otras muchas actividades que han dado vida a la zona, como cuenta la narradora para poner el punto y final a la historia.
éxito El aplauso del público fue impresionante, no solamente para los actores, que se implican y meten en sus papeles, sino también para el equipo técnico que logra transformar con el sonido y un fenomenal juego de luces el paisaje de las salinas llenándolo de color y magia.
El éxito de la edición no pasó inadvertido para el gerente de la Fundación Valle Salado. Andoni Erkiaga, que vivió una tensa tarde con su equipo pendiente de la evolución del tiempo y supo apostar y mantener el espectáculo “que tenía todas las entradas vendidas”. En su valoración comentó que “todo ha salido súper bien, tanto por la representación, por los cambios que se han introducido y por la respuesta de la gente”. Erkiaga solo guardó un pequeño reproche hacia quienes se quedaron en la carretera viendo la representación “porque corren mucho riesgo de caer o de sufrir algún accidente al pasar los coches”, pero reconoció como positivo que, aún así, la gente se quedara todo el espectáculo. Erkiaga también reconoció como un valor positivo que el Valle Salado haya sido incluido como candidato en el catálogo de Patrimonio Agrícola mundial, con lo que se puede convertir en el primer espacio con esta categoría en Europa.
“Este reconocimiento es un aval que deja claro que entre todos se ha mantenido la sostenibilidad medioambiental en el valle. Cuando hay tantos lugares súper industrializados, en Salinas de Añana se ha mantenido durante milenios esta explotación con las mismas técnicas de antaño”, celebró Erkiaga.