Vitoria - En medio de una catarata de detenciones y encarcelaciones con pocos precedentes en el Estado por casos de corrupción, el obispo de Gasteiz, Juan Carlos Elizalde, lanzó ayer durante la homilía de la misa de San Prudencio un nítido mensaje a la clase política que se hizo también extensible a la Iglesia que representa. “Que nuestros partidos políticos absoluticen el servicio a la ciudadanía y no sus visiones parciales e identitarias. Que nuestra Iglesia sea una Iglesia servidora de los pobres y en camino hacia las periferias, capaz de reaccionar ante los retos de nuestro tiempo”, remarcó el prelado. Durante su sermón, titulado La Felicidad siempre viene de la mano del Amor, el obispo de Vitoria animo a los presentes a “salir” de sí mismos “para encontrar la felicidad como consecuencia, como don, y no como objetivo principal”.
Elizalde remarcó en este sentido que, “quien más, quien menos”, ha experimentado que cuando trata de “atrapar” la felicidad “directamente”, cuando se centra en “querer ser feliz”, las personas se sienten “profundamente insatisfechas”. “La felicidad se nos escapa como el agua entre las manos. La felicidad es consecuencia, llega cuando no la buscamos directamente, la saboreamos cuando aparece, cuando se nos da, cuando la recibimos. Y es que es un don que nos llega de rebote. Tiene que haber un mínimo de olvido de nosotros mismos para sorprendernos felices”, recalcó Elizalde. La razón, según el obispo, es que las personas están hechas “para amar y ser amadas”. “Nuestra estructura es dialógica, dialogal, en relación; somos personas. Cuando no nos percibimos amados creemos que nuestra vida no tiene sentido y por el contrario cuando nos aman tocamos la felicidad. Querer ser felices directamente nos encierra en nosotros mismos y cuando salimos de nosotros, cuando nos olvidamos de nosotros mismos y amamos, nos percibimos como consecuencia felices, dichosos, bienaventurados”, enfatizó el obispo.
En esta línea, Elizalde se dirigió también a los jóvenes, que a su juicio deberían “cifrar su felicidad” en “la entrega a grandes proyectos sin conformarse con ser consumidores de vida de familia o del estado de bienestar”. “Que los últimos sean los primeros no sólo en el Reino de los cielos. Que San Prudencio nos conserve la paz y nos dé un corazón agradecido para agradecerla”, deseó el obispo. - C.M.O. / Foto: Jorge Muñoz