cuando la Comisión Ciudadana Antisida de Álava (Sidálava) inició su andadura en el año 1987, la enfermedad había iniciado ya su particular reguero de muerte en medio mundo y se encontraba también en un punto álgido en el ámbito local. Apenas tres personas integraban entonces la organización, su entonces presidente y ahora teniente de alcalde de Gasteiz, Peio López de Munain, con el apoyo de una trabajadora social, otra persona dedicada a la contabilidad y varias jóvenes más en prácticas. Aparte, no más de 20 socios sustentaban a la entidad, en un contexto en el que, además, poco se podía hacer por las personas enfermas que tocaban sus puertas.

“La situación era que las personas que cogían VIH se morían. Mi recuerdo es el de ver madres con situaciones muy difíciles en casa. Eran años de estigma y de impotencia, porque no había medicamentos. No podías hacer mucho por ellos. Así que básicamente esto era un espacio de encuentro, de acompañamiento, de paliar el sufrimiento”, expone Ana Girón, trabajadora social de Sidálava desde el año 1991 y una de las históricas de la entidad. Acudían allí por aquel entonces vecinos del entorno en situaciones de exclusión social grave, con consumos “muy fuertes” de drogas, muchos de ellos infectados por intercambiar jeringuillas y viviendo en la calle. El contagio por VIH, el virus que a la larga desencadena en el Sida, era una condena casi segura de muerte, a pesar de que a principios de los 90 comenzaron a aparecer los primeros antirretrovirales. Eso sí, todavía muy básicos y con unos fuertes efectos secundarios. Hacer partícipes a las instituciones de la resolución de un problema de tales dimensiones, o al menos convertirlas en un agente activo en materia de prevención, fue uno de los retos más importantes a los que se enfrentó la entidad en una época en la que la información escaseaba y los estereotipos prevalecían.

El reparto de preservativos para evitar la expansión del virus y la celebración de todo tipo de charlas se unió a una intensa labor de cara a la Administración local que, poco a poco, fue traduciéndose en compromisos. “Peio (López de Munain) tocó las puertas de todas las instituciones, se les presentó un estudio sobre prevención y sobre la importancia de dotar a las personas enfermas y sus familias de cuidados a domicilio y apoyo psicológico o de crear pisos de acogida y todo eso ayudó a que esta realidad emergiese”, explica Girón. Un momento histórico en el que comenzó a tejerse la tupida red de servicios sociales que ahora gestiona Sidálava, como los pisos de acogida para presos que están concluyendo sus condenas. El primero se ubicó en el edificio del centro de acogida nocturna Aterpe, donde todavía continúa a día de hoy, en el corazón del Casco Viejo. La entidad convenia con las principales instituciones la gestión de estos dos servicios, así como de las infraestructuras diurnas Casa Abierta y Estrada, Besarkada Etxea o de los pisos tutelados para personas en exclusión social severa. De aquellas modestas cifras iniciales, la Comisión ha pasado a tener actualmente 86 trabajadores fijos en su plantilla, a los que suelen acompañar eventuales que cubren bajas o realizan sustituciones, y cerca de 50 voluntarios. Entretanto, el número de socios ronda las 80 personas. Siguiendo con las cifras, alrededor de 50 personas pasan a diario por la sede de Sidálava, pero en total son cerca de 300 las atendidas si se suman a la mera información y prevención del VIH la realización de pruebas rápidas, la gestión de los recursos ya mencionados u otros programas como Nahikari, que ofrece atención integral en el ámbito de la prostitución.

Rocío Vitero, la actual coordinadora de Sidálava, llegó a la organización unos años más tarde que su compañera, en el año 2002. Lo hizo cuando ya existía una estructura estable y servicios como los pisos de acogida a reclusos ya habían comenzado a expandirse por otros puntos de la ciudad. A día de hoy, el perfil de los usuarios que por una u otra circunstancia acuden a Sidálava también ha cambiado radicalmente y ya en poco o nada se parece al que encajaba con el de aquellas personas que sufrían el azote del Sida a finales de los 80. “Hablamos de todo tipo de personas, gente con una vida muy normalizada que de pronto ha caído en la exclusión social por múltiples motivos”, certifica Vitero, que relevó al frente de la entidad hace ahora dos años a otros de sus históricos, Miguel Ángel Ruiz. “El perfil ha cambiado totalmente. Y si hablamos exclusivamente de VIH, ahora la mayoría son jóvenes que se han infectado por vía sexual. En cierta medida se ha perdido el miedo al contagio, certifica su compañera Girón. “La gente ahora se muere de otras cosas, pero aún hay que romper con los prejuicios”, remarca de nuevo Vitero.

un aniversario participativo Con motivo de su 30 cumpleaños, la entidad va a desarrollar a lo largo de todo este 2017 un sinfín de actividades con las que realizará un recorrido por su historia bastante más exhaustivo que el que precede a estas líneas, una mirada atrás a las historia del VIH y a la exclusión social en el territorio, con el que destacará los importantes avances conseguidos, reivindicará los derechos de las personas con las que sigue trabajando a día de hoy y también “cuidará” a sus socios y voluntarios, según destaca Vitero. La primera se desarrolló ayer en el jardín botánico de Santa Catalina, aprovechando la reapertura de este espacio, y tuvo precisamente ese último objetivo, premiar a sus socios y voluntarios con una visita guiada y un lunch posterior. “Siempre nos hemos centrado en el trabajo diario, pero no habíamos incidido en la parte más social, en visibilizar todo lo que hacemos. El aniversario es la excusa perfecta”, justifica Girón.

La siguiente actividad prevista para conmemorar este 30 cumpleaños tendrá lugar el 5 de mayo, una barbacoa de mujeres en la que tomarán parte las trabajadoras de la entidad, voluntarias y las chicas que atienden en el ya citado programa Nahikari. Y sólo unos días más tarde, el 19 de mayo, tendrá lugar una jornada en el Palacio Europa sobre la realidad penitenciaria, durante la que los grupos políticos del Parlamento Vasco aportarán su visión en torno a este tema y Sidálava mostrará su trabajo con la población reclusa en los pisos de acogida, con el voluntariado que entra a la cárcel de Zaballa o la formación e inserción laboral de las personas presas.

‘no sigo el guion’ Una de las actividades más llamativas del aniversario será sin duda la que tendrá lugar el 2 de junio, en la que Sidálava viene trabajando mucho tiempo. Se trata de la presentación en el museo Artium del documental No sigo el guion, un proyecto que nació dentro de un taller de empoderamiento de las mujeres que ejercen la prostitución con las que trabaja la Comisión. “Lo que iba a ser un vídeo de 20 minutos se convirtió en un documental de una hora donde las chicas cuentan sus vivencias, su sentir, sus historias...”, enumera Girón. La cinta se presentará coincidiendo con el Día de los Derechos de las Trabajadoras Sexuales y contará con la participación de las protagonistas de este trabajo. “Es de las pocas veces en las que van a dar la cara ante tanta gente”, expone Vitero. El evento se completará con un espacio para el debate en el que tomarán parte distintos agentes sociales de la ciudad.

De aquí a final de año, Sidálava tendrá presencia en las fiestas del Casco Viejo, celebrará un campeonato de rubgy con el Gaztedi y un equipo formado en la prisión y realizará parte del Camino de Santiago. Tiempo habrá para hablar de todo ello más detenidamente.