vitoria - No tienen ni diez años de vida, pero el estado de una decena de fachadas de Salburua difícilmente haría pasar con éxito la Inspección Técnica de Edificios (ITE) a la que están obligados los inmuebles de más de 50 años. Y éstos son nuevos. Buena prueba de ello es el skyline de este barrio joven gasteiztarra, con muchos de sus bloques con desperfectos desde prácticamente su construcción.

La llamada torre roja tiene los bajos desprendidos de su fachada, tras el último vendaval. La verde, después de las caídas de sus placas de cristal, ahora está acordonada debido a que parte de una de las terrazas se ha caído recientemente, aunque, por fortuna, a un patio interior, sin causar heridos. En el edificio gris, que hace esquina con la calle Nicosia, no hay día en el que sus vecinos no vean una plataforma elevadora intentando subsanar las esquinas de su revestimiento caídas. Lo mismo pasa con el majestuoso inmueble blanco de este skyline que ve cómo su revestimiento no se tiene en pie en ciertos puntos con el portal más pequeño.

Pero la lista de vecinos agraviados en Salburua con estos mismos quebraderos de cabeza no acaba ahí, ya que, ayer mismo, este periódico llegó a contabilizar hasta una decena de bloques vallados ante riesgo de posibles caídas, más los que ya han pasado su proceso de andamiaje. “Hablamos de edificios de menos de diez años, la mayoría Viviendas de Protección Oficial (VPO) con muchos problemas. Cuando este barrio tenga la edad de Zaramaga, no te quiero ni contar”, lamenta el presidente de la asociación vecinal Salburua Burdinbide, Ioseba Martínez de Guereñu, que ayer se animó a hacer de cicerone para mostrar los desperfectos en las construcciones a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA.

Llama la atención la plaza de La Unión con Bruselas, acordonada, ante el miedo a que parte del murete superior se precipite. “Es una VPO de cooperativa, de menos de diez años -especifica Martínez de Guereñu-. Han tenido muchos problemas y por eso denunciaron a los dueños de la cooperativa, los hermanos Estívariz. Lo llevaron a juicio y ganaron, pero como se declararon insolventes, nada pueden reclamar”.

Por esta razón, a sus residentes no les queda otra que pagar de su propio bolsillo la reforma que en breve emprenderán, “más las tasas de ocupación de la vía pública por el andamiaje para repararlo, que les sale a cuatro euros por metro cuadrado y mes, o sea, 700 euros, y creen que las obras durarán tres o cuatro meses”. Y, como a perro flaco todo son pulgas, ahora, sus vecinos tienen que lidiar con otro arreglo: el del techo de sus soportales, que deja ver parte de sus entrañas, después del fuerte viento que azotó Vitoria.

No muy lejos de allí, el barrio de Aranzabela, absorbido por Salburua, no se libra tampoco de las fachadas o elementos decorativos que no se sostienen. Tal es el caso del edificio de ocho plantas, enfrente de la ikastola Arantzabela, en Joaquín Collar con avenida de Bruselas. “Lo construirían en los 80, pero el viento ha desprendido sus lamas (desde el tercer piso al sexto) de la fachada”, precisa el máximo representante de Salburua Burdinbide.

El vallado amarillo de protección continúa en la torre de la avenida Juan Carlos I con Deba, un edificio de construcción libre: “En invierno se congela el agua que se filtra en sus losetas y revientan”. Y así se llega a otra torre, la verde, que va a cumplir siete años, donde reside el propio Martínez de Guereñu, en Bulevar de Salburua, unas viviendas de VPO tristemente famosas por caerse las placas de cristal de la fachada. “Conseguimos que la constructora nos cambiara los cristales por aluminio. Se responsabilizó por las deficiencias, pero ahora estamos en juicio porque las terrazas se caen. La semana pasada tuvieron que venir los Bomberos porque una de las losetas de ellas se cayó al vacío”.

Como detalla Martínez de Guereñu, el edificio cuenta con 199 vecinos y una veintena de plantas. “Pero la escalera de los Bomberos sólo llega al octavo piso, así que no pudieron comprobar cuál era la terraza afectada”. Al lado, la torre roja, también acordonada. “Dos chapas de la parte baja se han caído por el último vendaval y en la parte del mural que hicieron los vecinos, la pared se agrieta y está desconchada, lleva medio año así”, dice Martínez de Guereñu mientras señala los desperfectos.

En las torres bioclimáticas de Salburua no hay vallas, pero varios de sus vecinos tuvieron que poner persianas, no incluidas en la edificación, para evitar estar en el salón a 40 grados en verano. Más adelante, los bloques de VPO con el bajo de colorines. “En días de viento les vuelan las contraventanas; solicitaron sustituirlas por persianas y han ganado”, especifica.

Otra VPO vallada está en la calle Ingeniero Alejandro Mendizabal. “Están cambiando la fachada de cristal que estallaba por el calor, como lo que a nosotros nos pasaba, por otra de aluminio con la indemnización. En este otro lado de la calle, a la izquierda, donde empezaron la obra, han podido quitar, por fin, cinco años después el vallado”, añade. En la avenida de Budapest con Capital de Euskadi acaban de retirar el perímetro de seguridad, al arreglar tendederos de cristal que se caían por el viento. Llegamos a La Eneida y Martínez de Guereñu frena en seco. “¿Éste también está acordonado?”, se sorprende; a decir verdad, no mucho.