vitoria - El jueves anterior a Nochebuena la capital alavesa respiró ambiente navideño en estado puro. Ya lo hacía así desde las ocho de la mañana, gracias al inconfundible canto de los niños de San Ildefonso por el sorteo de la Lotería del famoso día 22. Un aroma que continuó después, desde las nueve y hasta las cuatro de la tarde, con el tradicional mercado agrícola y artesanal, que organiza la Fundación Vital en la Plaza Nueva de Vitoria. Era la 59º edición de esta ansiada feria, que vivió un goteo incesante de visitantes pese a la jornada lluviosa que no amilanó a todos los que al final consiguieron llenar esta céntrica plaza gasteiztarra. Ello hizo que la mayoría de los 143 puestos congregados, cinco más que el año anterior, se mostraran satisfechos con las ventas logradas.

La docena de personas que hacían cola frente al puesto de talo Saldiasko Taloa, ubicado bajo el Ayuntamiento, daban cuenta de ello. “No nos quejamos de las ventas. En Vitoria nos tratan bien. Ya llevamos cinco años viniendo a esta feria”, dice contento Juan Mari Elizalde respecto a su puesto llegado de Navarra. Cada talo lo vendía a cinco euros. “Hemos mantenido los precios, aunque todos los productos, como la txistorra o panceta, han subido”, precisa el responsable de este stand, junto a su mujer María Mitxelena, llegados desde Etxalar. Su exclusivo talo con hongos y su txapela colgada, que les acredita como los ganadores del concurso de Euskal Herria de 2009, actuaban como el mejor de los reclamos para atraer a la mayor cantidad de público posible.

Algo que, sin duda, echaban de menos el resto de productores ubicados cerca de los soportales del Ayuntamiento de Vitoria. No en vano, la mayoría de los consultados por este periódico se mostraban menos contentos por su emplazamiento a la entrada del Consistorio vitoriano. Tal era el caso de los garrapiñados de Garrarte. Una empresa familiar, ubicada en Tafalla y San Adrián (Navarra), que aunque lleva tres años viniendo al mercado de Vitoria, este 2016 lo hacían menos alegres. “De momento las ventas van algo flojas. Estamos aislados aquí bajo el Ayuntamiento. Creo que enfrente debería ponerse otra fila de puestos para que viniera más gente a vernos”, dicen Virginia y Paco, a quienes también les gustaría hacer una pequeña exhibición de cómo se elaboran sus productos para atraer con su inconfundible aroma a más clientes, “pero no nos han dejado hacerla aquí”, lamenta Paco.

Su malestar también lo comparte Alejandro Fernández-Villa, responsable del puesto de la granja de patos La Llueza, llegada desde Espinosa de los Monteros (Burgos), cuyo producto estrella en Navidad es el fuagrás. “En este lado de la plaza circula poca gente, por eso me va un poco peor este año, a diferencia de otros, cuando estaba dentro de ella”, se queja este productor que lleva unos cinco años acercándose a Vitoria el jueves previo a la Nochebuena. En su stand también se podían comprar productos ya listos para facilitar la cena de Nochebuena y la comida de Navidad, como el pato a la naranja, ya cocido, por 10 euros. También los caracoles en salsa, o sin cocinarlos, que se vendían por 12 euros el kilo, del puesto navarro de Legorbeko karakolak. “Van bien las ventas”, dice Begoña Goikoetxea, al frente de él.

Más movimiento, en cambio, se veía en el lado cercado de la Plaza Nueva, convertida en un ir y venir de clientes, como así lo hacían los gasteiztarras Mati y Vicente. “Hemos comprado queso, rosquillas y espárragos para la Navidad. Siempre venimos porque se nota la calidad. Al final, también hemos comprado arándanos y ciruelas, más de lo que pensábamos, así que nos marchamos ya. De lo contrario, dejamos aquí toda la paga”, afirma una sorprendida Mati. La que no se saltó su lista de la compra fue Arantza Abrisqueta. “Todos los años vengo a por lomo, chorizo y salchichón, que es lo que he comprado”, dice mirando su bolsa de la compra.

artesanía y plantas Por segundo año, la calle Lehendakari Aguirre acogió los productos de exposición y venta de artesanía. Esta distribución, diseñada en 2015, permite ofrecer al público una mayor oferta y diferenciar los diferentes sectores del espacio ferial. Uno de los clásicos de esta cita, en este sentido, es el puesto de los cestos de madera de castaño, avellano o de olivo llegado de Reinosa (Cantabria), de José Manuel Gutiérrez, la segunda generación que viene al mercado navideño gasteiztarra. “Que yo recuerde, llevo viniendo desde los 18 años y antes lo hacía mi padre”, matiza su responsable. Pero, además de artesanía, esta calle también dejaba sitio a las plantas, como el navideño muérdago que se llevó a casa Pili Antolín. “He cogido tres por 10 euros y también un poco de queso, morcilla y pastel vasco”, detalla. Y al mismo tiempo, la protesta de los trabajadores de la planta de Vitoria de Kaiku Kilómetro 0 agriaba un poco el dulce sabor de la feria. “Estamos en huelga desde el 5 de julio en defensa de unas mejores condiciones laborales”, remarcaba el delegado sindical, Daniel Soto.