Vitoria - La crítica situación que a lo largo de este año están viviendo los centros regionales de Álava por la eliminación de una subvención de 36.000 euros quedará solventada para el ejercicio que viene al contemplar el proyecto de presupuestos una partida de 80.000 con la que alcanzar la misma cifra que durante los años previos ha destinado el Ayuntamiento para sufragar sus gastos básicos de infraestructura.
Se va a cerrar un ejercicio 2016 lleno de complicaciones y problemas económicos.
-Un año complicado desde todos los puntos de vista porque la falta de seguridad en las cantidades a recibir crea inquietud y malestar. Han sido jornadas de muchas entrevistas y reuniones con la mayoría de los partidos, con el alcalde y demás grupos políticos. Sin duda, el ejercicio más duro de todos los que llevo como presidente. La Federación de Centros Regionales ha recibido durante muchos años tres subvenciones por valor de 80.000 euros. ¿Cómo las emplean en actividades?
-Anualmente organizamos, en el mes de mayo, un Festival de las Autonomías por el que recibimos del Ayuntamiento 8.000 euros. Es una cantidad irrisoria con los gastos que supone. Traer grupos y comprar productos típicos de las distintas regiones dispara los gastos totales hasta tres o cuatro veces más que esa cantidad. Después hay dos partidas, una de actos culturales, de 36.000 euros, que es la que más se ve de cara al exterior por organizar actos con grupos propios o foráneos. Se dan conferencias, se hacen exposiciones y presentaciones de libros con esa partida. Son todo actos y eventos organizados por los propios centros y no por la federación. Este organismo, que nos agrupa a todos, se queda parte de la ayuda para sus gastos, y también dedica parte a ayudar a los grupos con pequeñas cantidades para actividades diversas como reponer trajes o fotocopias. Luego recibíamos otros 36.000 euros destinados a soportar los gastos básicos de cada uno.
¿Todo se generó por no contar con ese dinero cuyo único fin es afrontar los gastos hipotecarios?
-Los centros están muy hipotecados la mayoría de ellos, en especial los últimos que se han hecho, u otros más antiguos como la Casa de Palencia que lleva muchos años en la ciudad. Esa partida se utilizaba para pagar deudas y para el arreglo de otros aspectos básicos de mantenimiento como pequeñas averías que van surgiendo o compra de material inventariable, mobiliario y trajes regionales de cada zona.
¿De esas cantidades cuanto percibe realmente cada centro?
-De la partida de 36.000 euros de actos culturales, la Federación se queda con 14.000. El resto se reparte entre los distintos centros y no de forma igualitaria. Se atienden a criterios como mayor número de socios y actividades organizadas que son los que se llevan un poco más. Si repartimos 22.000 euros entre ocho, poco se le puede dar a cada uno, y menos establecer grandes diferencias entre unos y otros. El que más cobra puede llegar a los 3.500 y el que menos, rondará los 2.000. En el caso de la otra partida de 36.000 euros, esa sí que se reparte entre los ocho centros de una manera igualitaria y equitativa.
¿Eso ha generado que muchos lo hayan notado y estén en situación crítica para sobrevivir?
-En general se puede decir que todos los centros regionales están pasando una situación de crisis. Quitar 4.500 euros en un presupuesto de unos 20.000 o 30.000 que puede tener como presupuesto cualquiera de ellos supone eliminar un 15 o 20% de esa financiación. Por lo tanto no queda más remedio que echar mano de otras partidas y si te las has gastado es imposible echar mano de algo que no tienes.
¿Vive un buen momento el movimiento de las casas regionales después de 60 años en la ciudad y con los cambios de la sociedad en todos los aspectos?
-Es cierto que no estamos en el mejor de los momentos. Remontándonos a los orígenes de todo esto, las casas inicialmente servían de orientación a quienes llegaban. Vitoria, por ejemplo, con el tema militar y la base de Araka era un lugar en el que mucha gente de todos esos lugares y tenía en los centros un punto de apoyo y referencia.Hoy todo eso ha cambiado. El arraigo no es tan necesario y a pesar de que las distancias son iguales, los medios han variado mucho y las familias vuelven a su punto de origen con una frecuencia que no se daba antes. Sucede también como en otras cuestiones de la vida en la que los hijos de socios se involucran cuando son jóvenes y luego se olvidan un poco, aunque por fortuna hay también un regreso a nuestras actividades cuando llegan a adultos.