dejar de ser una ciudad de curas y militares para convertirse en una “urbe típicamente socialdemócrata”, como así la describe el historiador Antonio Rivera en su libro La utopía futura. Éste es el legado que dejó el abogado y político vitoriano José Ángel Cuerda (Vitoria, 1934) en sus 20 años al frente de la Alcaldía de Vitoria (1979-1999). Para el que fue regidor de Vitoria durante cinco legislaturas consecutivas era “inalienable el derecho social al bienestar”, reconoce. Por ello, intentó diseñar una ciudad en la que todos los elementos cumplieran con el engranaje perfecto para alcanzar la sostenibilidad y la calidad de vida de sus habitantes. De ahí que el máximo exponente de la era Cuerda fuera la red gasteiztarra de centros cívicos, un modelo de proximidad y encuentro ciudadano “absolutamente novedoso”, asiente, sin referencias en otros lugares por aquel entonces.
Un proyecto que hoy cuenta con 13 equipamientos municipales de este tipo y a los que en breve se sumará el de Zabalgana. Y eso que a Cuerda le costó que la ciudad abriera los ojos a los que hoy son uno de los “elementos clave” en la vida de la ciudad. “Lo intenté al principio de mi Alcaldía, pero no conseguí nada. Pero en mi quinto mandato, todo el mundo se había convencido de que era una operación importantísima en Vitoria”. El exalcalde ha tomado esta semana el micrófono en la Facultad de Farmacia para repasar la historia reciente del desarrollo urbanístico de la capital alavesa en las jornadas Vitoria-Gasteiz a examen, organizadas entre Udalbiltza y el Consistorio gasteiztarra.
La urbe gasteiztarra empezaba así a alumbrar grandes planes sociales, más allá de esta red desconocida de equipamientos municipales, de la que muchas otras ciudades se interesaron. “Tuve la gran suerte de que mi equipo municipal me apoyase”, remarcó Cuerda, quien comenzó su actividad laboral como profesor de la Escuela Universitaria de Trabajo Social. Uno de esos pilares fundamentales fue su mano derecha, María Jesús Aguirre, recientemente fallecida, a quien nombró vicealcaldesa. Era su número dos y gracias al tesón y la perseverancia que acompañó a ambos políticos gasteiztarras se consiguió levantar en Vitoria toda una seria de iniciativas sociales nunca vistas hasta la fecha.
Así, Vitoria fue la primera a la hora de abrir una casa para enfermos de sida (Besarkada Etxea), cuando no se sabía nada de la enfermedad, en integrar a los gitanos en la ciudad (Sansomendi) o la primera en aprobar un registro voluntario de uniones civiles heterosexuales y homosexuales. “El 28 de febrero de 1994 dicté una resolución municipal de uniones civiles que serviría para hacer una película con las distintas reacciones que tuve”, recordó a lo largo de su ponencia con una sonrisa. No en vano, como matizó Cuerda, “hasta en China” se hicieron eco de este decreto que en Vitoria equiparaba a todos los efectos el derecho de todas las parejas, por no hablar de la carta incendiaria con remite procedente del Vaticano que poco menos que le condenaba al fuego eterno.
Cuerda también fue de los primeros en proponer que el Ayuntamiento donara una ayuda oficial, el 0,7% destinada a cooperación al desarrollo, en la que no faltó “la negativa de políticos que se preguntaban si Vitoria no tenía los suficientes problemas como para preocuparse de eso”. Aun así, en su camino como dirigente institucional además de rosas también se encontró con alguna que otra espina. “Quise poner trabajadores sociales en la Policía Local, porque me parecía fundamental atender a los ciudadanos, pero no hubo manera”, lamenta a pesar del tiempo transcurrido.
patrimonio civil Pero si en algo fue revolucionario el legado de Cuerda fue en que el Ayuntamiento se hiciese con los inmuebles que hasta ese momento habían estado en manos del Ejército o la Iglesia. Su objetivo: que Gasteiz dejara de ser una ciudad de cura y militares. “A mí me pareció no sólo algo personal, sino que como Ayuntamiento me correspondía adquirir todos esos terrenos”, opina el exalcalde. Y, aunque todavía, en este momento, Vitoria - reconoce-, puede seguir siendo una ciudad de curas y militares, al menos, durante su mandato hizo todo lo posible para darle un uso social o cultural a ese patrimonio “impresionante”, que pertenecía al poder religioso y militar. “Dentro del Casco Viejo estaba el palacio episcopal y yo consideré que debía de tener un uso público. Lo convertí en el centro cultural Montehermoso y luego le incorporamos el Depósito de Aguas, contiguo a él”, subraya.
También para disfrute de los ciudadanos, el Consistorio adquirió el palacio renacentista de Villa Suso, en la plaza del Machete. Lo mismo pasó con los antiguos pabellones militares del cuartel de Flandes. Desde su rehabilitación en 1997 fueron convertidos en facultades como la de Relaciones Laborales o Trabajo Social, entre otros usos civiles. “La anécdota fue que con el tiempo la universidad concedió la medalla de oro al Ayuntamiento”, remarca.
Otra de sus “grandes preocupaciones” del que fue primer edil de la etapa democrática tras la muerte del dictador Franco era la de revitalizar el centro histórico, la zona más antigua de la capital “que estaba muy abandonada”. Y en la que consiguió un lavado de cara, gracias a las “400 viviendas que se lograron rehabilitar” y a las que se unió la “canalización subterránea de la red eléctrica y de agua”.
Los esfuerzos del antiguo dirigente institucional también se centraron en los barrios más jóvenes de Vitoria, en aras de la sostenibilidad. En Salburua, por ejemplo, en el campo del antiguo aeródromo de Vitoria existía una “zona muy amplia y vacía”, como eran las balsas de Zurbano. “El jefe municipal de zona rural me dijo de recuperarlas y se aprobó. Hoy es el parque de Salburua. Creo que es una actuación meramente ejemplar”, dice Cuerda en referencia a esta área convertida en la cabeza de lo que hoy es el anillo verde de Vitoria, un pulmón de la ciudad, que llevó en 2012 a Gasteiz a obtener el título de Capital Verde Europea.