Amurrio - El pasado mes de enero presentó en la Kultur Etxea de Llodio su tesis doctoral sobre la toponimia de la localidad, de una manera amena y atractiva, y hace unos días hizo lo propio en Amurrio narrando a los asistentes curiosidades en torno a los nombres del lugar de esa villa ayalesa, y lo que cuentan si se sabe interpretarlos. Se trata del investigador laudioarra y miembro de la Sociedad Vasca de Onomástica Bittor Arbizu, quien en homenaje a la figura del experto local en estas disciplinas e impulsor del euskera, Federico Barrenengoa, demostró que el uso de este idioma era práctica común en el Valle de Ayala, cuándo se perdió y los motivos que llevaron a ello.

Más de la mitad de su intervención giró en torno a la persona de Federico Barrenengoa. ¿Por qué?

-Una característica que he observado desde hace varias décadas es que Amurrio como dirían mis amigos guipuzcoanos es un pueblo jatorra, que cuida con mimo las tradiciones y entre ellas es más que notorio el esfuerzo y cariño por recuperar el euskera. Lengua que, como indicaba Landazuri (1730-1805), “habitantes alaveses en quienes era peculiar, y único idioma el vascuence desde los más remotos siglos”. Es sorprendente los avances hechos en este aspecto, donde en torno a un tercio de la localidad lo habla gracias a la enseñanza. Pero lo más grato de ello, no sólo es que te puedas dirigir y se dirijan a ti muchos jóvenes en euskera, sino que al igual que he observado en otras localidades de Araba, lo hablan con una soltura y calidad, impensables unos años atrás. El reto del euskera, además de su difusión, pasa por incrementar su uso, y ése es precisamente el objetivo de la Ikastola Aresketa, de quien Federico fue impulsor. Vamos, que es mi reconocimiento a una de las figuras que han hecho posible esta recuperación; sin olvidar que fue académico de honor de Euskaltzaindia, ni su importante trabajo sobre la toponimia de Aiara.

De hecho, usted formó parte del equipo que revisó el segundo tomo de su libro ‘El Valle de Ayala’. ¿Cómo ocurrió aquello?

-Recibí una carta en euskera de su hija María Jesús, donde me indicaba que no me conocía personalmente pero que su aita viendo inminente el final de sus días, le había citado varias veces mi nombre y el de Salvador Velilla, ya que su voluntad era que diésemos una revisión a este trabajo. Yo para rematar la parte en euskera y Salva para cuestiones de calado histórico. Bajo la coordinación de su hija un equipo de personas fuimos dando los últimos toques al citado libro que al final fue presentado en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Amurrio en un emotivo acto que repasaba la vida y trabajo de Barrenengoa y que contó con numerosas personalidades del mundo de la cultura, política, y familiares, entre ellos el lehendakari Ibarretxe. Al salir de allí creo recordar que me vino a la mente: “¡Cómo ha sido Barrenengoa, que hasta después de irse nos ha unido para trabajar”.

Su charla intentó demostrar que los nombres de lugar son el reflejo de un pasado en el que se hablaba euskera por estas tierras. ¿Algún ejemplo concreto?

-Pues mira, me parece muy ilustrativa la cita que recoge el propio Federico en su Onomástica de la Tierra de Ayala, en la que indica que a comienzos del siglo XIX el alcalde de Losa se dirige al de Amurrio pidiendo que a las juntas administrativas de los pastos comunales de Sierra Salvada enviase delegados que supieran bien castellano para evitar lo que había ocurrido en las últimas, donde los ayaleses y los castellanos no se pudieron entender. Yo mismo conocí hace 40 años en Baranbio a personas ya ancianas que eran euskaldunzaharras, posiblemente los últimos hablantes de cuna de este entorno.

También hizo hincapié en la trascendencia que tienen los topónimos del entorno en esta materia?

-Correcto. Son el testimonio de lo que fue el euskera en el pasado. Un ejemplo se encuentra en Elexazar (iglesia vieja), que ahora se ha demostrado que escondía un asentamiento de época romana que se está investigando. Pero también lo tenemos en los nombres de pueblos, barrios y otros lugares del municipio como Larrinbe (debajo de la era), Larrabe (debajo del pastizal), o Bideko (del camino). La toponimia, cómo me decía el propio Barrenengoa, es apasionante.